IGLESIA JACOBEA

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IGLESIA JACOBEA: ¿Es compatible, con la tradición eclesiológica, la explicación que da F. Rielo de las cuatro iglesias fundantes: joánica, paulina, petrina, y jacobea? –Según él, en el siglo I se dieron en Occidente cuatro iglesias maestras: en Éfeso, la joánica, en Atenas, la paulina; en Roma, la petrina; y en España, la jacobea. Estas cuatro iglesias, aun constituyendo la Iglesia única y universal, tendrían características propias: la joánica nos hablaría de una teología de la historia; la paulina, de una teología metafísica; la petrina, de una teología del derecho; y la iglesia jacobea o española, de una teología de la mística. Dicha iglesia jacobea tendría el sello inconfundible de una vida mística personal, ontológica y empírica. La dirección mística, desde su principio, la habría de convertir en centro de peregrinación europea; y, segundo, por su proyección monástica, transmitirá a las otras iglesias una doble constante mística: por un lado, la del alma unida como esposa a su celestial amante, Cristo; y, por otro lado, la Santísima Virgen, como Madre de la Mística Procesión (Véase DIVINA PRESENCIA SANTIFICANTE O MÍSTICA PROCESIÓN)  o Madre de la Vida Mística, en relación a las demás iglesias, sería la síntesis de la historia, la metafísica y el derecho, junto a la propia mística. En otras palabras, lo que logra María sería la ontológica integridad de los seres humanos que, a semejanza del Verbum Patris, tienen un celeste y común destino de hijos suyos. Sin duda, toda esta doctrina eclesiológica es algo muy particular de nuestro autor y, aunque no va en contra de la tradición católica, precisaría de mayor desarrollo[1].



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  1. Esta postura de Rielo no resulta tan extraña cuando constatamos, por ejemplo, que H.U. von Balthasar, en Il complesso antiromano (Queriniana, Brescia 1974, 225) habla de una Iglesia mariana, de maternidad omnicomprensiva; de otra petrina, de servicio a la unidad; de otra paulina, eminentemente misionera; y de otra joánica, que une lo mejor de la mariana y de la petrina, en cuanto está bajo la cruz, en el puesto de Pedro, recibiendo, en el nombre del propio Pedro, la riqueza de la maternidad. Cfr. E. Guerriero, Hans Urs von Balthasar, Edizioni Paoline, Cinisello Balsamo 1991, 363.