DEIFICACIÓN

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DEIFICACIÓN: Los santos Padres, para explicar el estado de gracia santificante por medio de la justificación, utilizan la palabra deificación. Ahora bien, es esta una deificación del ser humano por gracia santificante o mística procesión (véase sobrenatural santificante); pero también hay otra deificación fundante, constitutiva, dianoética o dialogética, que acompaña a la creación del espíritu humano, y que viene, además, atestiguada por las Sagradas Escrituras, y que el mismo santo Tomás identifica con la imago Dei (imagen de Dios) frente a la similitudo Dei (semejanza de Dios), que es la elevación de la imago Dei a un grado superior y sobrenatural de asimilación. Más claro resulta afirmar que la deificación constitutiva, con la que todo ser humano es concebido, es elevada a deificación santificante por la justificación realizada por Cristo. La deificación constitutiva confiere a todo ser humano el título de “hijo de Dios” (Véase FILIACIÓN MÍSTICA). Es esta una filiación constitutiva, no salvífica, ordenada a la filiación santificante que Cristo ha merecido para la persona humana.

Si negamos la filiación constitutiva, ¿qué diálogo podemos tener con un ser humano que, no perteneciendo a nuestra religión cristiana, se siente hijo de Dios? ¿Cómo justificar el sentimiento general, marcado, de algún modo, en la consciencia humana, de que todos los hombres somos hermanos? La deificación constitutiva con su filiación también constitutiva es, por esta causa, fundante de la que es deificación y filiación santificante. Esto quiere decir que el orden constitutivo o DIANOÉTICO está ordenado, por nueva gracia, al orden santificante o HIPERNOÉTICO. La razón es sencilla: solo puede haber deificación o filiación santificante en aquello que tiene capacidad o potencia DISPOSICIONAL para ser intrínsecamente santificado. No es este el caso de los VIVIENTES NO PERSONALES y de las cosas. Estos no poseen ni deificación ni filiación constitutivas porque carecen de acción receptiva para ello.

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