CIENCIAS EXPERIENCIALES Y EXPERIMENTALES
CIENCIAS EXPERIENCIALES Y EXPERIMENTALES: F. Rielo distingue entre ciencias experienciales y ciencias experimentales: las primeras tienen como objeto la realidad inmaterial, que pertenece al mundo de la experiencia vivencial; las segundas tienen como objeto la realidad material, que pertenece al mundo de la experiencia matematizable. Las ciencias experienciales poseen como lenguaje la metafísica y como método la inspiración y la UNIDAD DE VIVENCIA ; las ciencias experimentales tienen como lenguaje la matemática, y como método la inspiración y la UNIDAD DE MEDIDA.
Afirma nuestro autor que quien concibe y hace la ciencia es el ser humano. Y el ser humano puede hacer ciencia de lo cuantificable, sujeto a la matematización y al experimento: es el dominio propio de las ciencias experimentales. Pero existe otra realidad mucho más importante, mucho más vasta, que incide en la vida cotidiana de las personas, en el ejercicio de su libertad, en el campo de sus motivaciones, de la creatividad y de la acción en orden a la justicia, a la bondad, a la generosidad; es el ámbito de las vivencias, de lo no cuantificable, sujeto a la definición y a la experienciación espaciotemporal. La forma de abordar el ámbito de la experimentación, o de la materia y sus fenómenos, difiere del ámbito de la experienciación, o del espíritu y su actuación_:_ «Querer conocer el espíritu humano lo mismo que se conocen las partículas elementales de la materia, es —en expresión de Rielo— tan absurdo como utilizar el termómetro para medir el grado de libertad de un individuo».
El ser humano está acostumbrado, generalmente, a ver la realidad, el mundo, la historia, la sociedad, la ciencia; en definitiva, a sí mismo, desde la prisión de sus propias concepciones y de su propia conducta, productos, en gran medida, de la sensibilidad y los intereses del momento o de los condicionantes medioambientales, grupales, educacionales e ideológicos. Este estado de ser le ha llevado a proyectarse desde una actitud solitaria y narcisista en sus cuatro ámbitos: en el sacral, mediante la concepción de un monoteísmo impersonalista donde Dios es, llevando la visión a límite, soledad absoluta, proyección antropológica de la propia EGOTIZACIÓN humana (Véase Ego y EGÓTICO), como también se da en el politeísmo y en las actitudes de negación del absoluto en virtud de que no es más que sustitución por otra clase de absoluto o seudoabsoluto (materia, sociedad, economía, razón, ciencia); en lo filosófico, la concepción de un principio o un pensamiento que, identificado con un aspecto de la realidad, absolutiza (Véase ABSOLUTIZACIÓN y ABSOLUTIZAR) desde un cerrado autonomismo individual o interindividual que reduce y deforma la visión del mundo.
Estos extremos, detectados críticamente por el propio conocimiento humano, han llevado a la pérdida de confianza en unos valores universales cuya fundamentación religiosa o filosófica remitían a contenidos de interés ideologizante. La conclusión de este descalabro parece evidente para las ideologías de turno: si existen patologías en el conocimiento y en el comportamiento humano, dirían que hay que atribuirlas a la CREENCIA y al sometimiento a un absoluto, esto es, a aquello en lo cual realmente se fundamentan o en la forma de concebirlo y fundamentarlo. Mejor sería, por tanto, renunciar a cualquier tipo de fundamentación. Lo importante es el conocimiento global, con todo el potencial de la técnica, como información ordenada y estructurada con el fin de construir una realidad que pueda satisfacernos como objeto de conocimiento.
Pero el ser humano es más (+): es videncia axiomática de la alteridad, porque el hombre no es solamente su cuerpo, su actividad neuronal o sus sinapsis, reducido solo a materia; no es solamente complejidad anímica o psicológica, con sus instintos, emociones, imaginación, memoria; no es solamente espíritu capaz de inteligir y querer libremente. El ser humano es “+” que materia, y es “+” que sus funciones psicológicas.
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