CARIDAD
CARIDAD: Es el amor elevado al orden santificante o cristológico. El amor es virtud constitutiva que posee todo ser humano; no así la caridad que, elevación del amor al orden santificante, la posee quien ha recibido el bautismo cristiano. La caridad es objeto de fe porque Cristo es su origen y su fin. Esta virtud ha sido definida por Cristo mandamiento nuevo (Jn 13, 34): solo por caridad a sus hermanos entregó, en redención, su vida al Padre (Jn 13,1). El carácter redentor, que de nuestro Primogénito le viene a la caridad, tiene riqueza específica: la caridad pone al alma frente a su fragilidad, en contrición perfecta ante Dios; con esta contrición amorosa, el alma es a Dios siempre agradable.
La caridad es, frente a la fe y la esperanza, eterna. Esta eternidad le viene de su metafísica grandeza: Deus est caritas (1Jn 4,16). La caridad es, pues, savia por la que el árbol religioso florece; simplemente, la caridad es. Esta virtud posee dos expresiones: ontológica y sicológica. La primera se inscribe en lo que es transverberativo; la segunda, en lo que es transfigurativo. La caridad, cuando la decimos del espíritu o persona, es estado ontológico de ser o se dice del ACTO ONTOLÓGICO de la persona. La caridad, cuando la decimos del anímico, es la virtud que, atribuida a la facultad unitiva, da sentido riguroso a la manera o conducta social de los cristianos. La caridad tiene, pues, dos términos: una esencia, la transverberación; una integral, la transfiguración.
La caridad es el vínculo de la perfección. El término moral de la caridad tiene dos términos: asumente, la santificación: subsumente, la ayuda mutua. La santificación es la caridad, que, comenzando por nosotros mismos, es la misma que participamos al prójimo o con la que engendramos místicamente al prójimo. La caridad es, pues, gestación, parto, nacimiento, inmortalidad… La exigencia moral que comporta la ayuda mutua está expresada maravillosamente por Jesucristo: «venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que os está preparado desde el principio del mundo. Porque yo tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era peregrino, y me hospedasteis; estaba desnudo, y me cubristeis; encarcelado, y vinisteis a verme y consolarme…» (Mt 25). La caridad, al igual que la fe y la esperanza, que son las virtudes teologales, no son formas de mediación para acceder al modelo absoluto; antes bien, son las mismas estructuras y operadores receptivos (CREENCIA, expectativa y amor) que, elevados al ámbito sobrenatural santificante, forman la consciencia hipernoética, teniendo como objeto inmediato al modelo absoluto bajo la razón de tres personas divinas o Santísima Trinidad. La caridad, con las estructuras y operadores unitivos elevados al orden santificante, activa sobrenaturalmente la libertad abriendo la intención y sus funciones sicosomáticas a la unión consciencial de la revelación sobrenatural. (Véase virtudes).
© Reproducción reservada. Todos los derechos están reservados al editor.