DEMONIO
DEMONIO: El diablo, padre de la mentira (Jn 8,24), príncipe del MAL (Jn 12,31), emperador de la muerte (Hebr 2,14), es quien encarna, con su máximo grado de egolatría posible, todo el dominio de la identidad. Es un ángel caído, Luzbel, creado con unas condiciones maravillosas, que, según Rielo, se reveló contra los planes del Padre sobre el Verbo (revelatio Verbi) y contra los planes de Dios sobre la Virgen María, en cuanto sería Madre de Dios en la que se encarnaría el Hijo de Dios. Su pecado original, además, fue un pecado contra el Espíritu Santo, porque la Santísima Virgen fue revelada como Esposa del Espíritu Santo. Fue el mismo Espíritu Santo quien fulminó a los ángeles rebeldes porque el pecado contra Él no tiene perdón (Mt 12,31). Por lo tanto, existió el pecado original de los ángeles y de los hombres; en el caso de los ángeles, se rebelan contra el Verbo y contra la Madre de Dios; en el caso de los hombres, cambiaron el Padre Dios por el padre diablo. Por ello, los ángeles perdieron la gracia original, y los hombres la filiación plena y llegó, con ello, la pérdida de la gracia, el dolor y la muerte[1].
El non serviam de Satanás, por encima del espacio y tiempo físicos y de cualquier otro condicionante, es con plena advertencia y perfecto consentimiento, sin paliativos, sin justificación, de una vez por todas, para siempre. No hay lugar al arrepentimiento porque todo ocurre en un instante o presente desprovisto de espaciotemporalidad física, esto es, de sucesión espaciotemporal. Cosa distinta ocurre con el ser humano, puesto que puede arrepentirse ya que su pecado no es absoluto por darse en un estado espiritual variable, limitado, sometido a la sucesión espaciotemporal.
El fundador de la Escuela Idente habla del trastorno satánico, que es el propio de la acción egotizadora —egocéntrica, egolátrica y egofrénica— atribuida, en última instancia, a satanás. Es la libertaria autodependencia de sí mismo y para sí mismo, proyectando esta egolatría en toda actitud egocéntrica, que se hace dependiente del propio satanás. Este encarna todo lo negativo que hay en la persona humana empujándola al paroxismo de la EGOTIZACIÓN (Véase EGO y EGÓTICO). Se encuentra en este trastorno la soberbia en sumo grado, cuya sustanciación en el espíritu es el del non serviam, “no serviré”, cuando el servicio es el principal acto de amor y generosidad que define a la persona humana. Esta actitud satánica, proyectada en el espíritu humano, es la del non serviam Deum per servire satan, “no serviré a Dios para servir a satanás”. Quien no desea servir ni a Dios ni a satanás se convierte, necesariamente, en servidor de satanás.
El trastorno satánico consiste, subjetivamente, en la separación radical del modelo absoluto, disminuyendo su DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA a tal punto que el espíritu queda como arrojado a la ACTIO IN DISTANS , que es propiedad y esencia de las cosas, que no poseen consciencia. Esto sucede en satanás y en los réprobos. La persona humana, con estas características, no tiene ninguna sensibilidad respecto del modelo absoluto, ningún sentido de la responsabilidad, carece de cualquier conato de remordimiento, y si, en estado viador, no se le sigue perjuicio para su vida, es capaz de cometer toda clase de aberraciones y tropelías. No obstante, F. Rielo opina que, aunque un ser humano posea este trastorno, puede ser recuperable mientras viva en este mundo.
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- ↑ Cfr. F. Rielo, En el corazón del Padre, ob. cit., 57-58.