INTENCIÓN
INTENCIÓN: La intención es la cerebración o somatización de la unión. Es, por ello, tendencia natural del ser humano a unirse con un objeto; esto es, con alguien o con algo. La tautologización (Véase TAUTOLOGÍA) de la intención consiste en transformar el objeto en la proyección del propio yo, en tal grado que el yo y su objeto intencional serían lo mismo. Si pusiéramos en forma de enunciado este hecho identitático, resultaría de la siguiente manera: ‘yo soy la intención de mí mismo’. Esta formalidad es la que late, en última instancia, en todo comportamiento egocéntrico: unirse consigo mismo refiriendo todo, racional y desiderativamente, a su propio yo. La tautologización o egotización de la intención es el estado disgenético indicativo de la inmersión del yo en la complejidad anímica de su EGO. Es este el estado más degenerativo de una consciencia egotizada pues la intención queda, con la razón y el deseo, sometida a las fuerzas pulsionales y estimúlicas. Desactivado el PATRIMONIO GENÉTICO de la consciencia, esta queda en potencial ontológico “bajo mínimos”; desprovista, por tanto, de motivación.
Una consciencia egotizada se mueve prácticamente a merced de la estimulidad, de las tendencias y de las pasiones, que, agitándose en sí mismas sin rumbo, pueden provocar serios comportamientos anómalos. La intención posee el significado de su étimo latino intendere: “tender hacia”. Este “tender hacia” tiene como término el objeto de la facultad unitiva, al cual tiende. El ser humano, con su intención, hace suyo el objeto racionalizándolo y desideralizándolo, porque la intención es síntesis de la razón y el deseo. La intención, la razón y el deseo son, finalmente, cerebraciones o somatizaciones de las respectivas facultades. Son, en este sentido, funciones sicosomáticas.
La intención, estructurada por el impulso, la tendencia y la atención es, por otra parte, función sicosomática de la facultad unitiva.
Cuando la razón sustituye a la consciencia potestativa , aquella se deforma en la multitud de juicios y estimaciones de quien parece saberlo todo, pero no siente ni ama nada, o siente poco y ama poco, o siente lo que no debe sentir y ama lo que no debe amar. Sucede lo mismo con la tozudez del voluntarioso, que sustituye la consciencia potestativa por la voluntad, o con el intencionalismo de quien ha sustituido también la consciencia potestativa por la intención . La sabiduría del amor y de la generosidad se diferencia del intelectualismo, del voluntarismo y del intencionalismo en que estos son acopio desmedido de razón, de voluntad y de intención, sin otro horizonte que la manipulación de grandes cantidades de información, de un afán excesivo de voluntariedad y del ejercicio de la intención a la deriva. La racionalidad, la voluntariedad y la intencionalidad, carentes de la sabiduría, fortaleza y piedad del amor, son, fruto de la ignorancia, debilidad y perversidad morales, despersonalizantes. Debemos huir de estas tres tendencias —racionalidad, voluntariedad e intencionalidad— cuya ABSOLUTIZACIÓN se debe a la actitud egotizadora de la que el ser humano se ha dejado llevar, o en la que se ha sumergido consciente o subconscientemente. De estas tres tendencias, que son egotizaciones de la consciencia potestativa , el intencionalismo es egotización intencional de la consciencia.
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