LENGUAJE FILOSÓFICO Y TEOLÓGICO

De Escuela idente

LENGUAJE FILOSÓFICO Y TEOLÓGICO: ¿Qué ha sucedido históricamente con el lenguaje metafísico en relación con el teológico? – Es obvio que la teología, para expresarse, necesita del lenguaje metafísico. Según nuestro autor, esto ha supuesto, históricamente, la contaminación en ella del virus de la identidad, contraponiendo el lenguaje revelado que saca al ser humano de sí mismo para que conozca y se una a Dios. Por el contrario, el Dios de las Sagradas Escrituras, que ha hablado de modo pleno en Jesucristo, es un Dios abierto, relacional, comunicativo, lejos de los prejuicios e intereses de una razón cerrada, yoica, generadora de actitudes pelagianas y gnósticas. El Verbo Encarnado nos ha revelado la intimidad divina de tres personas que, transverberándose entre sí, constituyen único sujeto absoluto cuya presencia en la creación es la razón de ser de todo lo que existe. El Magisterio solemne de la Iglesia ha mantenido siempre la necesaria prudencia de no adherirse a escuelas teológicas cuando ha formulado declaraciones de fe. Hoy la metafísica no se valora en algunos sectores de la reflexión teológica; sin embargo, la tendencia honda, fundamental, de todo ser humano es su ‘instinto metafísico’; de ahí, su asombro, su curiosidad, su fascinación por las cosas que le rodean y por lo desconocido[1]. La teología debe ser consciente de que Cristo es también el Metafísico por excelencia (Véase Metafísico), quien puede poner auténtico rostro a la metafísica , al pensamiento humano, y a la misma historia humana expresada en la ciencia, la cultura, el arte, la política, etc.; todo aquello que sale del corazón y de las manos del propio ser humano.

¿Cómo detectar que se está utilizando un lenguaje auténticamente metafísico? – En primer lugar, la mayor parte de los problemas que se generan en las filosofías son debidos a que, teniendo esta vocación metafísica, no poseen verdadero lenguaje metafísico. El lenguaje metafísico no se queda, como en otros lenguajes, por ejemplo el lenguaje común o el lenguaje poético, en la simple y llana comunicación, o en la evocación y en la sugerencia, sino que pertenece al ámbito de las definiciones, que solo pueden ser debidamente codificadas por la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN : «la metafísica no es un lenguaje de proposiciones a modo de un discurso, ni de fórmulas que, implicándose unas en otras, pongan su mirada en una lógica inductiva o deductiva; antes bien, su lenguaje es la VIVIENTE DEFINICIÓN TRANSCENDENTAL ».

En segundo lugar, subraya F. Rielo, en su libro Diálogo a tres voces, que «Metafísica no hay más que una, que tiene como objeto la concepción auténtica del ser. Filosofías hay muchas. Aunque la metafísica esté en crisis, es una. Las filosofías tienen, de alguna manera, vocación a ser la metafísica. Este metafísico carácter incoativo en los pensadores se debe a la elevación a absoluto de una noción o concepto que les sirva de axioma en orden a dar explicación a la realidad. El filósofo Tales, por ejemplo, elige por axioma ‘el agua’; Parménides, ‘el ser es ser’; Heráclito, ‘el devenir’; Descartes, ‘el cogito’»[2]. Pero afirmar ‘realidad absolutamente absoluta’ no es expresión correcta ya que el adverbio ‘absolutamente’ nada añade al concepto ‘realidad absoluta’. Existe, genéticamente, única realidad absoluta constituida por la INMANENTE COMPLEMENTARIEDAD INTRÍNSECA de las personas divinas. La misma incorrección tiene la expresión ‘realidad relativamente absoluta’ porque no puede meterse lo relativo en lo absoluto ni lo absoluto en lo relativo.

Finalmente, el lenguaje hiperbólico, las redundancias o reduplicaciones pueden dar lugar, cuidando el ritmo y la habilidad poéticos, a logradas imágenes estéticas cuya misión, no es la definición, sino la evocación. Cuando se utiliza en metafísica u ontología este lenguaje sin intencionalidad poética, se convierte en ambiguo, dando lugar a expresiones equívocas, imprecisas o vacías de contenido.



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  1. Ya el niño, apenas comienza a hablar, comunicándose con sus padres, hace preguntas que despuntan el sentido metafísico: ‘¿qué es esto?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cómo?’ Cuando al niño se le responde y no queda satisfecho, hace consecutivamente otras preguntas hasta hallar la respuesta que le pueda satisfacer. No ha habido siglo alguno, incluida la época actual, donde la metafísica no haya estado presente, aunque solo sea para afirmarla o para negarla, entendiendo por metafísica la ciencia que estudia los fundamentos de la realidad en todos sus niveles, ámbitos y dimensiones. Muchos filósofos han expresado la necesidad imperiosa de la metafísica. El pensador Mario Bunge ponía todo su énfasis en afirmar que «no hay modo de evitar la metafísica».
  2. F. Rielo_,_ Diálogo, ob. cit., 124.