NATURALEZA, Concepción genética de la
NATURALEZA, Concepción genética de la: Rielo habla de naturaleza divina, condivina, transdeitática, deitática, espiritual, anímica, física. La persona finita, en el pensamiento de nuestro autor, posee dos elementos: creado, la naturaleza humana; increado, la naturaleza mística en virtud de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto en nuestro espíritu creado. La persona humana es, por tanto, la unión hipostática de dos naturalezas:
humana, el ESPÍRITU SICOSOMATIZADO ;
mística, la deidad en virtud de la divina presencia constitutiva del sujeto absoluto en su creado espíritu sicosomatizado.
La persona angélica (Véase ÁNGEL) es, a su vez, la unión hipostática de dos naturalezas:
angélica, el espíritu sicologizado;
mística, la deidad en virtud de la divina presencia santificante del sujeto absoluto en su creado espíritu sicologizado.
La persona humana y la persona angélica poseen, pues, dos límites:
formal o apertura a la finitud, la naturaleza humana y la naturaleza angélica;
transcendental o apertura a la infinitud, la naturaleza mística. La naturaleza angélica no es un espíritu puro, que solo corresponde a Dios, sino un espíritu sicologizado. (Véase FORMAL Y TRANSCENDENTAL)
Si nos referimos a la naturaleza mística de la persona humana, esta posee, en su estado viador, dos ámbitos:
a) Constitutivo, DIANOÉTICO o deificans , definido por la divina presencia constitutiva del sujeto absoluto. Este ámbito, en virtud del pecado original, no es salvífico, pero nos dispone para recibir el ámbito salvífico o de la gracia santificante. Es también el ámbito general o ecuménico en el que entran todas las religiones que, por ello mismo, están ordenadas a la plenitud de la religión constituida por Cristo.
b) Santificante, HIPERNOÉTICO o TRANSVERBERANS , definido por la divina presencia constitutiva elevada a divina presencia santificante o mística procesión ; es el ámbito salvífico o de la redención de Cristo que afecta a todas las religiones y culturas, pues en Él, en virtud de su unión hipostática, todo está recapitulado.
Hay, según el fundador de la Escuela Idente, tres grados diferentes de naturaleza mística:
primer grado, condivina;
segundo grado, transdeitática;
tercer grado, deitática.
Los tres grados poseen su referente:
la naturaleza deitática se refiere a los seres humanos y a los ángeles;
la naturaleza transdeitática se refiere a san José;
la naturaleza condivina se refiere a la Virgen María.
Las tres naturalezas son místicas; esto es, por gracia. En las personas divinas, su naturaleza es divina por ‘naturaleza’ —es decir, necesariamente—; en los seres creados, incluyendo a María y José, es por gracia; es decir, la naturaleza mística es don otorgado libremente por las personas divinas.
La persona de la Virgen María posee el límite formal, aunque reducido a cero[1] (Véase REDUCCIONES A CERO) capital, de su naturaleza humana, en tal grado que su naturaleza condivina la hace pura transcendencia en las personas divinas; la persona de san José posee el límite formal, aunque reducido a cero radical, de su naturaleza humana, en tal grado que su naturaleza transdeitática lo hace superior a todos los seres angélicos y humanos. Los demás bienaventurados poseen su naturaleza humana o angélica reducida, en diferentes grados, con tendencia a cero, resplandeciendo la transcendentalidad de su naturaleza mística conforme al grado de gloria que han merecido y Dios les ha otorgado. En ningún caso, hay aniquilación del límite formal; esto es, de la naturaleza angélica o de la naturaleza humana.
Señala F. Rielo que, si nos referimos a las personas divinas, hay distinción entre naturaleza y persona : naturaleza solo hay una; personas, tres. Las personas divinas constituyen única naturaleza divina: la naturaleza divina es tan del Padre como del Hijo como del Espíritu Santo. No son tres naturalezas, sino única naturaleza divina.
Si nos referimos a la encarnación del Verbo, su naturaleza humana es completa (CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU), lo mismo que su naturaleza divina constituida por las tres personas divinas. Por eso, Cristo es perfecto Dios y perfecto hombre. Sin embargo, no es una persona humana en virtud de que su naturaleza humana no es definida por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del sujeto absoluto , sino por una persona divina, que es mucho más que su presencia, pues aunque la presencia no es sin las personas divinas, sin embargo la divina presencia no es las personas divinas. Esto significa que la naturaleza humana de Cristo es definida por su propia persona divina. En el Hijo hay, pues, tres elementos inseparables después de su encarnación: creado, la naturaleza humana; increado, la persona divina con su naturaleza divina. La persona divina del Verbo asume en sí misma, en virtud de la unión hipostática, la unidad inseparable e inconfundible de las dos naturalezas: divina y humana. La persona del Verbo no puede decirse creada en virtud de su encarnación en una naturaleza humana, sino que es eterna como la persona del Padre y la persona del Espíritu Santo en virtud de constituir las tres personas divinas única naturaleza divina.
Volviendo a la persona humana, no es ni la naturaleza humana, ni la divina presencia constitutiva, sino que es una naturaleza humana inhabitada por la divina presencia constitutiva que deja a aquella en estado, acto, forma, razón y plenitud de ser deitático; por tanto, posee dos elementos:
creado, el ESPÍRITU SICOSOMATIZADO ;
increado, la DEIDAD , que es el estado, acto, forma, razón y plenitud de ser deitático en virtud de la divina presencia constitutiva del sujeto absoluto.
En este sentido, si la persona humana tiene dos elementos, puede decirse, ciertamente, que la persona humana, bajo la razón del elemento creado, es creada. La persona humana tiene, pues, naturaleza humana en virtud de ser creada; si la persona humana no poseyera naturaleza humana creada, aquella sería persona divina. El elemento increado, la deidad, en virtud de la divina presencia constitutiva, es infundido en una naturaleza espiritual creada para constituirla como persona; por eso, la divina presencia es constitutiva, esencial, necesaria, para que el ser humano adquiera la categoría de persona: «sin la divina presencia constitutiva —afirma nuestro autor— la persona humana sería imposible». La distinción está, pues, entre los conceptos de ‘naturaleza’ y ‘persona’, como afirma también el Magisterio. La naturaleza es de la persona, por tanto, la persona es + que su naturaleza: la persona posee dos elementos: creado, la naturaleza humana; increado, la naturaleza deitática. No existe el concepto de ser humano en sentido tautológico o identitático, sino que el ser humano es algo + que ser humano, y es en virtud de este + que el ser humano es persona; esto es, un espíritu sicosomatizado (naturaleza humana creada) definido por la divina presencia constitutiva del sujeto absoluto.
Hemos de decir que el elemento increado es un infuso que hace del ser humano mística u ontológica deidad de la (Véase Del/de la) divina o metafísica Deidad. La persona humana, hipóstasis ontológica o mística, asumiría, de este modo, dos naturalezas:
humana, el espíritu sicosomatizado, con sus funciones sicoespirituales (INTUICIÓN, FRUICIÓN, libertad) y sicosomáticas (razón, deseo, intención, memoria, imaginación, sentimiento, emoción, etc.), juntamente con la sensorialidad, instintividad y estimulidad del organismo;
deitática, todo el ontológico PATRIMONIO GENÉTICO que define al espíritu humano, con sus ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS, y que le constituye como persona deitática, pero no divina.
Las ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS que proporciona al espíritu la divina presencia constitutiva del absoluto como PRINCIPIO CONCREACIONAL (Véase PRINCIPIO ABSOLUTO O METAFÍSICO) deifican al ser humano, lo hacen ‘dios místico’, a imagen y semejanza del ‘Dios metafísico’.
Contrariamente a la persona humana —que asume una naturaleza humana y otra deitática—, la persona o hipóstasis del Verbo encarnado asume dos naturalezas: divina, la naturaleza divina constituida por las tres personas divinas; humana, la naturaleza humana constituida por un espíritu sicosomatizado. La persona divina del Verbo tiene, pues, una naturaleza humana igual que la nuestra —un espíritu sicosomatizado—, pero no tiene ni persona humana, ni naturaleza deitática, sino que su persona divina posee, juntamente con la naturaleza humana, la misma naturaleza divina, constituida por las tres personas divinas o Santísima Trinidad.
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- ↑ La reducción a cero significa ‘no aniquilación’. En este sentido, María y José siguen poseyendo su naturaleza humana, pero reducidas a cero las limitaciones formales de su finitud por la omnipotencia del Sujeto Absoluto. En la pura transcendencia de María, reducidas a cero estas limitaciones formales de su finitud, se funda la “omnipotencia suplicante” de María que Rielo hace extensiva también a San José.