IMAGINACIÓN

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IMAGINACIÓN: La imaginación, estructurada por la ficción, la figuración y la fantasía es función subsumente de la facultad volitiva que acompaña a la FRUICIÓN y al deseo, funciones sicoespiritual y sicosomática respectivamente de la misma facultad volitiva.

La imaginación consiste en la capacidad sicosomática, a nivel subfacultativo, que posibilita al ser humano el hecho de conservar, reproducir, representar y componer o dividir interiormente las imágenes de las cosas, hechos, acontecimientos y fenómenos internos como el dolor o la alegría. La característica fundamental de estas imágenes es que antes se han experimentado o experienciado, combinándolas y modificándolas en diferentes sentidos y en varios modos hasta representar incluso objetos o cuerpos, acontecimientos, hechos y fenómenos sin realidad objetiva, pero con origen en lo ya percibido, experienciado o experimentado. Nuestra imaginación puede servirnos para construir una realidad subjetivamente proyectada sin existencia objetiva, o suplir igualmente algo que nos falta como una especie de realización de deseos. Un pobre, por ejemplo, puede imaginarse ser rico; un enfermo puede imaginarse estar sano; un solitario puede imaginarse estar en compañía.

La imaginación —estructurada formalmente por la ficción, la figuración y la fantasía como elementos básicos de su estructura compleja— está abierta a las facultades, de forma especial a la facultad volitiva, y se queda en simple fantasía estática (Φαντἁσματα) cuando no se abre transcendentalmente a aquellas. La imaginación tiene la misión de combinar y asociar, mediante las llamadas leyes de la asociación (frecuencia, proximidad, contigüidad, simetría), el material mnésico proporcionando, subconsciencialmente, a las facultades las diversas posibilidades. La fantasía, carácter sensorial de la imaginación, puede quedarse obsesivamente en la pura representación sensible haciendo extensiva la obsesión al proceso imaginativo:

a)    con interferencia en la facultad intelectiva, pervirtiendo y haciendo inútil la función racional y sentimental del conocimiento;

b)    con enajenación de la facultada volitiva, pervirtiendo y haciendo inútil la función desiderativa y emocional del conocimiento;

c)    con disgregación de la libertad, pervirtiendo y haciendo inútil la función intencional y pasional del conocimiento.

La fantasía es, pues, representación sensorial de carácter visual, auditivo, táctil, gustativo, kinestésico, afectivo, instintivo. Cuando la imaginación se cierra en sí misma, dejándose llevar de los Φαντἁσματα, hace que la fantasía quede en una especie de estado cataléptico, proporcionando a la imaginación el carácter obsesivo de un estado complejo, tenaz y persistente. Este estado complejo se sustancia en fijaciones determinadas de ideas, deseos, intenciones, sentimientos, emociones, pasiones, que perturban el conocimiento proyectado en las facultades. La obsesión de una persona normal, por ejemplo, con una idea estereotipada, persistente, compulsiva, puede cristalizar en alucinación. Lo ordinario es, en cambio, que las personas, por el principio de HOMEOSTASIS síquica y espiritual, integren sus imaginerías en las diversas actividades, siguiendo la dirección y el sentido que les proporcionen las motivaciones modelares. Esta tendencia natural al equilibrio, en virtud de las leyes de la homeostasis, se da en los procesos inconscienciales físicos, en los procesos subconscienciales sicobiológicos y, especialmente, en la actividad espiritual de la consciencia potestativa que es la que proporciona la unidad, dirección y sentido a la complejidad y compositividad de la subconsciencialidad e inconsciencialidad de la naturaleza humana.

Cuando no existe esta integración, acontece, entonces, la fuga de asociaciones, dejando a la imaginación incapaz de formar imágenes, fantasías, pensamientos, deseos e intenciones coherentes. Esta incapacidad no solo es debida a desarreglos estructurales de la sique o de lo sicosomático, sino, sobre todo, a desarreglos propios de la consciencia potestativa . Los estados de confusión y de ambigüedad, los desarreglos y desajustes, la fragmentación y la disgregación, son la norma cuando no existe aquella integración. Cuando la fantasía queda liberada por la consciencia potestativa de su catalepsia, adquiere unidad, dirección y sentido toda la imaginería sensorial, quedando la imaginación con su fantasía abiertas a la creatividad intelectual, estética, religiosa, científica, política, etc.

La fuente de la imaginación es, sustancialmente, el material mnésico. Pero tanto la memoria como la imaginación se mueven concomitantemente con los procesos racionales, desiderativos, intencionales, afectivos, instintivos, en los que intervienen además la INTUICIÓN, la FRUICIÓN y la libertad. Nada hay aislado en el ser humano en sus distintas dimensiones. La CONECTIVA O FUNCIÓN VINCULAR posee la misión subconsciencial de unir estas dos subfacultades. El seudoprincipio que se aplica al conocimiento de que nada hay en la inteligencia que no haya pasado antes por los sentidos, hay que aplicarlo con cierta propiedad al carácter sensorial de la memoria y de la imaginación. Pero la sensorialidad tampoco lo es todo en estas subfacultades. Su contenido es + que la pura sensorialidad. La sensorialidad, sabemos, se da concomitantemente con nuestro conocimiento, que posee otra fuente. Aquella, la sensorialidad, es solo dura condición, en tal grado que, en esta vida, no podemos desprendernos de la resistencia física y fenomenológica que ofrece el carácter sensorial de la percepción.

La actividad imaginativa, como la actividad mnésica, influyen en las tres facultades, pero adquieren mayor relevancia en alguna de ellas. La memoria, desglosando memoria e imaginación, es función sicosomática que acompaña primordialmente a la facultad intelectiva, aunque esta capacidad sicosomática posee además elementos desiderativos e intencionales, afectivos y pasionales. La imaginación acompaña a la facultad volitiva, pero también sirve de soporte fundamental en la elaboración de conceptos y en la modificación de los sentimientos. La actividad imaginativa cumple, a nivel subconsciencial, un papel importante:

a)    en el área sensorial, por la que nos formamos una imagen compleja de nosotros mismos;

b)    en el área afectiva, pues podemos expresar nuestros deseos, conflictos y aspiraciones, por medio de las representaciones o imágenes ordinarias más o menos vagas que nos formamos cuando pensamos en algo o nos hablan de ello;

c)    en el área creativo-personal, porque a través de la propia imaginación combinamos y transformamos imágenes por medio de los sueños, de las fantasías diurnas;

d)    en el área creativo-social, puesto que, por medio de una imaginación colectiva, compartida por un mismo grupo social, recreamos mitos, leyendas y, en general, motivos de creatividad artística.

El poder de la imaginación, sobre todo si es una imaginación bien formada, ayuda al proceso general de la actuación y del conocimiento, dirigiendo el aprendizaje, en virtud de que aquella vigoriza las huellas mnésicas, las combina y las modifica, mediante la asociación del carácter sensorial de la percepción actual con todo el inmenso contenido de la memoria visual, rítmica, dramática, verbal, auditiva, kinestésica, táctil, gustativa, conceptual, desiderativa, afectiva, etc. Estos caracteres mnésicos pasan del mismo modo a la imaginación. Según sea el predominio o tendencia natural o subconsciencial de uno de estos caracteres mnésicos, la persona humana puede, mediante una imaginación mnesizada, desarrollar ciertas habilidades: en el pintor, domina la imaginación visual y táctil; en el músico y en el compositor, la imaginación auditiva, rítmica y visual; en el bailarín, la imaginación kinestésica y visual; en el actor y en el cantante, la imaginación verbal, auditiva, kinestésica y dramática; en el intelectual, la imaginación conceptual, visual, auditiva y verbal. Todo ello adquiere unidad, dirección y sentido, en virtud de la consciencia potestativa estructurada y genetizada por la divina presencia constitutiva del modelo absoluto como principio epistémico (Véase PRINCIPIO ABSOLUTO O METAFÍSICO), que ofrece a nuestra INTUICIÓN la fuerza de una CREENCIA, expectativa y amor capaces de abrir a la infinitud del ontológico o místico conocimiento modelar la sicosomaticidad de las facultades intelectiva, volitiva y unitiva. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que, dentro de una normalidad sicológica, la egotización y sus degradaciones hacen arbitrario, con ficciones y combinaciones a la deriva, el poder subconsciencial de la imaginación.

La imaginación no es estática; se desarrolla continuamente, y de una forma muy compleja, en contacto con la cultura, con el ambiente familiar, con el clima, con el grupo social, político, ideológico o religioso, con la abundancia o carencia de recursos materiales, juntamente con las condiciones sicológicas de la persona, sus sentimientos, sus emociones, sus pasiones, su estado físico, su humor, sus experiencias individuales. Todo ello determina la naturaleza de la imaginación y, fundamentalmente, su carácter más o menos objetivo o más o menos subjetivo. Cuando domina el carácter objetivo, la imaginación es impresionista, adecuada lo más posible a las impresiones que recibe de fuera; mientras que si domina el carácter subjetivo, tenemos una imaginación expresionista, adecuada a las impresiones internas que puede ‘expresar’ por medio del arte o la palabra. Los dos tipos de imaginación generan dos actitudes personales:

a)    la realista o naturalista, que se caracteriza por su imaginación impresionista;

b)    la subjetivista o idealista, que se caracteriza, a su vez, por su imaginación expresionista.

Si la imaginación posee sus limitaciones y resistencias formales en orden al conocimiento, también se enriquece y se realiza en todo su esplendor cuando es formada por la consciencia potestativa, abriéndola esta a los vastísimos horizontes que definen, transcendentalmente, a la persona humana.

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