CRISTOLOGÍA

De Escuela idente
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CRISTOLOGÍA: Jesucristo nos reveló la intimidad divina: que Él es el Hijo del Padre, igual al Padre, y nos revela una tercera persona divina, el Espíritu Santo, que actúa en nosotros elevándonos al orden santificante por medio del bautismo. El Espíritu Santo es la persona divina que, enviada por el Padre y el Hijo, nos hace exclamar «Abbá, Padre» (Gal 4,6; Rm. 8,15) de una forma nueva, plena, a imagen y semejanza de Cristo, de su obra redentora y santificadora. Jamás nadie, como Jesucristo, se había presentado en el mundo expresando esta familiaridad con Dios. Es una filiación nueva y santificante; filiación constitutiva elevada, por la redención, al orden santificante o salvífico. Cristo nos descubre la intimidad divina de tres personas en INMANENTE COMPLEMENTARIEDAD INTRÍNSECA , en absoluta compenetración de amor. El Rostro de Dios es ahora el Rostro del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en compenetración absoluta. La PERICÓRESIS trinitaria nos dice que las tres personas divinas están entre sí presentes de tal modo que constituyen un unum (Jn 10,38; 18, 30), una misma unidad, un único absoluto, un único Dios (Jn 12,45). El Espíritu Santo es, por otra parte, el que conoce absolutamente al Padre y al Hijo, y nos da a conocer esta plenitud divina otorgada al ser humano en el bautismo (1Cor 2,11-12). En resumen, Jesucristo, además de redimirnos, nos revela la intimidad divina de un Padre que engendra al Hijo, y de un Padre que, con el Hijo, espira al Espíritu Santo[1].

Hacemos una pregunta obligada: ¿Al pasar de la razón al donum fidei, y otorgar decisiva importancia a la revelación de Jesucristo, particularmente en cuanto al misterio Trinitario, no hubiera sido más eficaz comenzar por la Cristología y no por la metafísica? – F. Rielo distingue dos planos: en un plano histórico-personal-biográfico, lo primero fue el descubrimiento del Misterio de la Filiación (Trinitario-Cristológico) y, más tarde, lo que este hecho comportaba para el pensamiento metafísico-genético. Sin embargo, en su reflexión, ambos planos están en correlación simultánea, prevaleciendo, en la exposición, unas veces el primero, y, en otras, el segundo. En este mismo sentido, y según el pensamiento de H.U. von Balthasar, al descubrir el ser en clave ‘relacional’, ya no podemos hablar de meta-física, como la visión antigua y desfasada, sino de meta-antropología, que tiene como presupuesto no solo las ciencias cosmológicas, sino también las antropológicas, en continua transcendencia hacia el Ser[2]: el ser-ahí (humano) reclama al Ser-así (divino). Y, tanto en el teólogo alemán, como en F. Rielo, la relacionalidad y ANALOGÍA, en un caso, y el SER+, en otro, ponen de relieve la paradoja de la semejanza y unidad y de la desemejanza y diferenciación: el Ser, como ser del ente finito, está siempre en ellos, pero no es agotado por ninguno de ellos ni por la suma de todos ellos; es inmanente y transcendente en ellos. Todo lo cual en clave cristológico-trinitaria.



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  1. F. Rielo, Antropología, ob. cit., 112-113.
  2. Cfr. H.U.von Balthasar, Mein Werk-Durchblicke, Einsiedeln-Freiburg 1990, 92.