SER+

De Escuela idente

SER+: El problema fundamental que descubre F. Rielo en los sistemas filosóficos es que todos ellos incurren en el SEUDOPRINCIPIO DE IDENTIDAD : que el PECADO ORIGINAL de la metafísica estaba en el abstracto “ser es ser y no ser es no ser” de Parménides, y que este pecado influye en todos los sistemas filosóficos. Es más, nuestro autor habla también del PECADO ORIGINAL de la religión acaecido en Adán y Eva. El “yo es yo”, que sistematiza genialmente Fichte, es el que está larvado en todo sistema, y de él se proyectan todas las formas del pensamiento identitático. Esto no quiere decir que la filosofía no haya conseguido admirables logros, aunque lo ha hecho a pesar de esta losa del SEUDOPRINCIPIO DE IDENTIDAD. Nuestro teólogo metafísico afirma que es el “ser+” o CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN quien puede romper con éxito el SEUDOPRINCIPIO DE IDENTIDAD, superando las paradojas y contradicciones de la identidad estática parmenídica, y de la identidad dinámica hegeliana.

1.- ¿Qué es, por tanto, el “ser+” en F. Rielo? – Él mismo nos lo explica con nitidez: «Consumado el trance de mi espíritu, observé, configurado con mi fantasía, que Cristo era el metafísico de la Iglesia en virtud de lo cual esta no tenía que empeñarse en cristianizar metafísicas de mano gentílica. La revelación por Cristo de que el ser es Santísima TRINIDAD, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es definición transacadémica que, ajena al racionalismo y al fideísmo, reside en la justa frontera de la razón y de la fe por Él establecida. Esta afirmación justifica con toda su plenitud la pretensión de que solo Él era el Maestro absoluto: “Vosotros no os dejéis llamar ‘Rabbí’, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos” (Mt 23,8)»[1].

El fundador de la Escuela Idente se atiene a este único Maestro, que está por encima de Parménides, Aristóteles, Descartes o Kant; por eso afirma_:_ «Tengo un sistema de pensamiento con unas características propias. Yo parto de Cristo mismo, que es el metafísico por antonomasia. Si Él dijo: “Yo soy la Verdad”, no nos iba a dejar de enseñar o revelar la concepción del ser. Me considero, por tanto, simplemente discípulo de Él»[2]. Y esta es una constante en su pensamiento: «Amo apasionadamente la verdad, la mente de Cristo, su inteligencia, porque ella contiene la verdad absoluta de Dios: no esas pequeñas verdades que más que iluminar la mente la ciegan»[3].

Cristo no necesita, para expresarse, de Parménides o de cualquier otro filósofo; antes bien, son los filósofos los que necesitan de Cristo para encontrar la plenitud activa del pensamiento y de la vida: «Tenemos que saber –afirma Rielo– que Cristo al traer el cristianismo, ha traído también a este mundo la plenitud del saber, la plenitud de la verdad, y de la verdad que tiene que ser enseñada de una forma perfectamente organizada en todas las cátedras de todas las Universidades, de todos los centros estudiosos del mundo»[4]. Antes de Cristo las semillas del Verbo estaban esparcidas –en virtud de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del absoluto en el espíritu humano– en el pensamiento, en la cultura y en la religión, pero no lograban conseguir el sostenimiento adecuado. Estas semillas –presentes hoy en muchas culturas y religiones– tienen necesidad de la presencia activa del mismo Verbo, divina presencia santificante, que potencia, incluye y dialoga con el hombre. Toda semilla de verdad está incluida en el mismo Verbo. Por eso, nuestro teólogo metafísico sale al paso de los que pudieran objetar que el pensamiento de Cristo no es universal: «Mi confesión de la fe cristiana no admite el prejuicio simplista de que el pensamiento de Cristo no tenga validez universal. Otro tema es saber exponer con competencia este pensamiento en el que no puede desprenderse la vivencia de su mensaje. Soy un peregrino que intenta seguir el camino, la verdad y la vida de Cristo»[5]. Lo mismo que una ciencia corrobora su validez por la experimentación dirigida por la técnica, el testimonio místico se hace también válido por la experiencia de amor en la comunidad. Por los frutos se reconoce la auténtica ciencia y la auténtica mística.

El ámbito de la revelación de Cristo o inteligencia formada por la FE (propia de la religión cristiana), superado el ámbito de la inteligencia formada por la CREENCIA (propia de todas las religiones y culturas) [6], le lleva a nuestro autor a fundamentar todo en el Evangelio, pues en la Palabra de Cristo está la plenitud del saber metafísico y teológico: «Yo trato de fundamentar toda mi actuación, todas mis conferencias, mi actividad intelectual, mi comunicación con el prójimo, en el Evangelio, teniendo presente, al mismo tiempo, la corroboración del Magisterio»[7]. Con el fin de llevar esto a cabo, se debe librar un gran esfuerzo intelectual que el mismo Rielo confiesa de sí mismo. Su propósito: sentar a Cristo en la cátedra del pensamiento humano: «Yo me he pasado estudiando, meditando en las ciencias filosóficas, teológicas e incluso en las ciencias físicas y matemáticas, en las mismas ciencias políticas, sociológicas, solo con un pensamiento: Cristo, yo solo me propongo y me puedo proponer una sola cosa para Ti; que me digas cuál es la verdad para poderla trasmitir. Que yo te pueda sentar a Ti, allí donde te han echado los filósofos de este mundo. Tú eres el Doctor. Eres el premio Nobel por antonomasia. Tú tienes que estar sentado como el pensador del mundo, no solo como el Redentor del mundo. (…). No podemos ir siempre a Ti para emplearte solo en invocaciones humanas utilitaristas o para que me ayudes en esta u otra necesidad»[8]. Con su CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN o ser+, nuestro autor pone, a nivel intelectual formado por la CREENCIA, las bases sólidas de un ECUMENISMO metafísico y místico: «No se trata, en este caso, de un ECUMENISMO religioso, pretendido actualmente por las iglesias cristianas. Mi sistema se refiere, más bien, a un ECUMENISMO metafísico y ontológico, dado que el primer ámbito de mi CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN puede ser aceptado, sin el dato de la infusa fe teologal, por la inteligencia humana. Este es, para mí, el fundamento cultural para un ECUMENISMO religioso, no solo entre iglesias cristianas, sino también entre todos los credos. La raíz de esta ecumene, aportada por mi CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN, es, cuando menos, la BINIDAD de dos seres personales en INMANENTE COMPLEMENTARIEDAD INTRÍNSECA »[9].

El MONOTEÍSMO unipersonalista o impersonalista no existe realmente, pues larva en sí mismo el nihilismo porque carece ad intra de relación; por tanto, también ad extra. Ninguna religión, con una visión bien formada de la realidad, podría admitir el ABSTRACTISMO tautológico del absoluto. Las religiones han necesitado de fundadores religiosos que han intentado, con mucha dificultad, dar contenido real al absoluto. El influjo de unas en otras ha sido evidente. La constante en que se mueve el sentir religioso en las grandes religiones ha consistido en los dos términos de relación: Yahvé y Moisés; Alá y Mahoma, etc. Ahora bien, esta relación no puede llamarse absoluta, pues los dos términos no son a nivel absoluto ya que uno de ellos es finito. Solo uno, Yahvé, Alá, son términos a nivel absoluto, pero el otro término no lo es. En el Antiguo Testamento, no obstante, encontramos indicios de una BINIDAD bien formada[10] que no encontramos en el Corán y en otros libros sagrados.

Cierto que ya Ricardo de San Víctor, afirmando que Dios es amor, admite dos personas igualmente divinas, y, por tanto, demuestra un Dios al menos binitario, que necesita un condilectus, tercera persona divina, fruto del amor. Este gran teólogo nos ofrece un modelo de Dios como comunidad de personas en mutua relación. Sin embargo, no está claro en qué pueden consistir las relaciones en Dios, el orden de las procesiones y por qué tienen que ser exactamente tres personas divinas. Se debe hallar, entonces, la visión bien formada del absoluto. Los dos términos deben ser personas divinas constituyendo el absoluto; esto es, el infinito, el ser+, la realidad, la vida, absolutos. El absoluto es binitario a nivel DIANOÉTICO. La vida absoluta es, pues, binitaria. Esta BINIDAD da razón a nivel DIANOÉTICO, de sí misma (ad intra) y de lo que no es sí misma (ad extra). A nivel HIPERNOÉTICO o de la revelación de Cristo, el absoluto es Santísima TRINIDAD. Nos encontramos en este ámbito con la plenitud del saber, que debe ser explicitado convenientemente.

2.- ¿El siempre “ser+”, del sistema GENÉTICO, en todos los campos, no se puede quedar en un simple juego matemático, con ambigüedad lingüística? – Precisamente es lo que ha tratado de evitar nuestro teólogo metafísico: que el “ser+” se quede en un simple (simpliciter) principio de identidad, abstracto, mera fórmula matemática, y carente de verdadera fundamentación sintáctica, semántica y ontológica (Véase CARENCIAS DE SENTIDO). E insiste en que el ser tiene gene, es decir, es una relación entre personas: el + de es , que es el gene de , el + de es , origen del gene y constituido como Padre por , Hijo; el + de y es , réplica y fin del gene; el + de es la forma replicativa de la unidad de con . Es vida entre personas, no entre términos abstractos, y no es una simple fórmula vacía con las CARENCIAS DE SENTIDO sintáctico, lógico y metafísico como lo es la que proporciona el SEUDOPRINCIPIO DE IDENTIDAD.



© Reproducción reservada. Todos los derechos están reservados al editor.

  1. Ibid.
  2. F. Rielo, Diálogo, ob. cit., 127.
  3. F. Rielo, En el Corazón del Padre, ob. cit., 142.
  4. F. Rielo, Manuscrito inédito, Roma, 2-VI-1973.
  5. F. Rielo, Diálogo, ob. cit., 139.
  6. Rielo distingue entre CREENCIA y fe: la CREENCIA es una virtud constitutiva, propia de todo ser humano, infundida por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del Absoluto en el espíritu en el momento de la concepción; la fe es elevación de la CREENCIA al ámbito santificante o de la redención de Cristo. El ámbito de la CREENCIA lo denomina Fernando Rielo DIANOÉTICO; el ámbito de la fe HIPERNOÉTICO.
  7. F. Rielo, Diálogo, ob. cit., 72.
  8. F. Rielo, Roma, 2-VI-73.
  9. F. Rielo, Diálogo, ob. cit., 135.
  10. Por ejemplo, el ÁNGEL de Yahvé de las teofanías del AT se manifiesta como Elohim y Yahvé. Con ello parece que se indica que hay dos personas que son el mismo Dios: la que envía y la que es enviada. Cfr. Gen 16, 7-13; Ex 3, 2-14. Los padres de la Iglesia primitiva, teniendo en cuenta el pasaje de Isaías 9,6 y Mal 3,1, entendieron por “ÁNGEL de Yahvé” al Logos. Los libros sapienciales nos hablan de la “Sabiduría divina” como una hipóstasis junto a Yahvé, que procede de Dios desde toda la eternidad (según Prov 8,24ss.) y colaboró en la creación del mundo (Cfr. Prov 8,22-31; Sap 7,22).