SEUDOPRINCIPIO DE IDENTIDAD
SEUDOPRINCIPIO DE IDENTIDAD: Nuestro teólogo metafísico descubre que los sistemas filosóficos históricos caen en el seudoprincipio de identidad, que es el “PECADO ORIGINAL de la metafísica”: “ser es ser, y no ser es no ser”, desde Parménides. Incluso nos habla también “del pecado original de la religión” acaecido en Adán y Eva: “yo es yo”, larvado en todo sistema, y que se proyecta en todas las formas del pensamiento identitático, y que sistematiza genialmente Fichte.
Afirma que el “SER+”, o concepción genética del principio de relación , puede romper con éxito el seudoprincipio de identidad, superando las paradojas y contradicciones de la identidad estática parmenídica, y de la IDENTIDAD dinámica hegeliana. Subraya, asimismo, el carácter extra-académico de su hallazgo, parangonándolo con el de Parménides: «Si Parménides invoca a la diosa de la verdad, ¿por qué yo, siendo cristiano, no puedo afirmar que mi Padre Celeste me ha revelado, en visión, el punto de partida de la suma verdad del ser? El poema de Parménides canta que su autor emprendió un camino intelectual para visitar a la diosa de la verdad. A su vuelta, vio que la verdad era “el ser es y el no ser no es”. Mi crítica a Parménides se reduce a su ambigüedad sobre el concepto ‘verdad’. Yo le hubiera dicho: “si tú, Parménides, has ido en búsqueda de la verdad y manifiestas que la has encontrado, no debes afirmar que la verdad es ‘el ser es y el no ser no es’, sino ‘la verdad es una diosa’». Sigue Rielo, «La diosa era para mí —afirma en Leyendas de amor— falsa divinidad de este caudillo (Parménides) del ser»[1]. La verdad no debiera haber sido para Parménides “el ser es y el no ser no es”, sino quien él mismo dice que le revela esta especie de luminosidad del ser; esto es, la diosa de la verdad. Habrá que ir, por tanto, a la diosa porque ella sería supuestamente la verdad. Pero nuestro autor subraya que Parménides no sale de la visión identitática de una diosa que lo único que puede revelar es una verdad tautológica, esto es, una seudoverdad. El “SER+” fue la clave para una solución porque iba más allá del “ser en cuanto ser”, del “ser absolutamente considerado” o del ipsum esse subsistens, ya que estas expresiones no sobrepasaban el seudoprincipio de identidad con sus CARENCIAS DE SENTIDO sintáctico, lógico y metafísico[2]. Frente a la fórmula identitática ‘ser es ser’, Rielo propone la fórmula genética: ‘ser es ser y ALGO + que ser’; en este sentido, ‘todo lo que es’ es + que sí mismo.
Insistirá en que el pensamiento histórico filosófico no se ha puesto de acuerdo en cuál es el sentido metafísico, y cuál el sentido lógico, del supuesto seudoprincipio de identidad: así, mientras que, para la Escolástica, el principio lógico de identidad es reflejo lógico del principio metafísico de identidad, sin saber expresar convincentemente en qué consiste cada uno de ellos, para otros, o bien niegan el nivel metafísico o el nivel lógico, o bien uno y otro nivel vienen a ser lo mismo[3]. Hay, incluso, autores que hablan, además, del principio sicológico de la identidad. Por lo tanto, el seudoprincipio de identidad carece de sentido sintáctico, lógico y metafísico.
El seudoprincipio de identidad carece de sentido sintáctico porque no cumple las reglas propias de la sintaxis (Véase SINTAXIS, Concepción genética de la). Si nos referimos a la oración ‘x es x’ (Pedro es Pedro), como expresión identitática, esta carece de sentido sintáctico porque la estructura oracional identifica al sujeto con el predicado. Unido a la carencia de sentido sintáctico tenemos asimismo la carencia de sentido semántico, pues el seudoenunciado ‘x es x’ no está afirmando ni negando ningún contenido. De este modo, decir ‘x es x’ tiene el mismo valor que decir ‘-x es -x’.
El seudoprincipio de identidad carece de sentido lógico porque ‘x es x’ es una fórmula o expresión de functor monádico que reduplica el mismo término. El resultado es siempre la reduplicación; por tanto, carencia de sentido lógico[4].
La carencia de sentido metafísico del seudoprincipio de identidad es evidente: la identidad, pretendiendo evitar la PETITIO PRINCIPII, se transforma a sí misma en la propia petitio principii en tal grado que la identidad nunca puede alcanzar a su propia identidad. En esto consiste la paradoja de la reduplicación del sujeto y del predicado[5]. El llamado principio de identidad carece, por tanto, por el absurdo que representa, de toda significación, no solo lógica, sino también metafísica.
El seudoprincipio de identidad, por otra parte, vacía todo de unidad, dirección y sentido transcendentes porque, cerrando la consciencia y el objeto en sí mismos, los desprovee de toda geneticidad con la que son definidos por el modelo absoluto . Esta es la razón por la que, ordinariamente, la experiencia sobre el modelo absoluto se da:
informe, en virtud de que esta experiencia se hipostasía en cualquier cosa que sirva provisionalmente de modelo, obteniéndose como resultado final el relativismo y el escepticismo;
cercenada, en virtud de que el yo personal hace transferencia de la geneticidad a un objeto egotizado que, sirviendo de modelo, proporciona una visión antropocéntrica o subjetivista de la realidad;
deformada, en virtud de las adherencias de los múltiples prejuicios de confusa y ambigua procedencia que, con su carga sentimental, emotiva y pasional, condicionan la forma de razonar, desideralizar e intencionalizar;
contrariada, en virtud del rechazo del modelo absoluto, que es sustituido por una ABSOLUTIZACIÓN (Véase ABSOLUTIZACIÓN y ABSOLUTIZAR) proyectiva del yo, debido a una diversa y complejísima etiología de carácter moral, educacional, sicológico, social…
El seudoprincipio de identidad hay que considerarlo, finalmente, bajo tres respectos: como forma unctionis, afectando a la facultad unitiva; como forma mentis, afectando a la facultad intelectiva; como forma voluntatis, afectando a la facultad volitiva.
Si nos referimos a la identidad como forma unctionis, da lugar a la inclinación del yo hacia sí mismo, de la que no está exento ningún ser humano. Con el principio de identidad, el ser humano está saliendo de su propia identidad para encontrar su propia identidad, sin poder nunca encontrar esta propia identidad que busca. La razón es clara: no existe la identidad del ser humano consigo mismo, el ser humano siempre es “+”, y está referido a otro que le sustenta. No le puede definir el principio de identidad, teniendo que acudir al de contradicción y tercio excluso. Nuestro autor establece, frente a la lógica formal del seudoprincipio de identidad, la LÓGICA VIVENCIAL que tiene el supuesto de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del principio GENÉTICO en la persona humana. Esta presencia constitutiva del modelo, que define a la persona, también define, como TERCIO INCLUSO , su facultad unitiva en orden a dar unidad, dirección y sentido al acto de libertad. El remedio contra la identidad en su forma unctionis es la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS que hace que nuestro yo, en virtud de las leyes de la transcendencia y de la perfectibilidad, se transcienda para unirse, con sentido de perfección, con el absoluto cuya ‘presencia’ le constituye. La forma de unión con el absoluto es lo que determina en el ser humano sus diversos modos de unión con lo que no es el absoluto; por tanto, sus diversos modos de comunicación y de actuación.
La identidad como forma mentis da lugar a la ignava ratio (RAZÓN perezosa), influyendo poderosamente en la forma de concebir (epistemología) y en la forma de razonar (lógica). La aplicación del seudoprincipio de identidad ‘colapsa’ la inteligencia en tal grado que se pliega sobre sí misma con constructos falsos. Estos constructos están vacíos (flatus mentis) de carga sintáctica, lógica y metafísica porque la forma mentis que proporciona la IDENTIDAD a la inteligencia es su carácter impenetrable e incomunicable. La filosofía histórica, salvando sus valiosas aportaciones culturales, éticas y religiosas, ha tenido una gran sobrecarga de este flatus mentis. La liberación a la inteligencia de su identitática forma mentis es la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS bajo la forma de transcender y perfeccionar el objeto de nuestro inteligir, lo cual puede obtenerse llevando nuestra inteligencia a límite; esto es, debemos remontarnos sobre el campo fenoménico y liberarnos de prejuicios para que, desde el axioma absoluto, podamos dar unidad, dirección y sentido a nuestro discurso.
La identidad como forma voluntatis da lugar en el ser humano al DESEO de sí mismo, como fundante de comportamientos (éticos, sociales, religiosos…) en los que radican las diversas manifestaciones del egocentrismo (egoísmo, egotismo, egolatría, egofrenia…) y sus diversas formas de anómala proyección familiar, social, religiosa, cultural, ideológica. La liberación a la voluntad de su identitática forma voluntatis puede hacerse por la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS bajo la forma del DESEO más allá de sí mismo. El remedio contra la IDENTIDAD sub ratione voluntatis es el COMPROMISO ONTOLÓGICO que se deriva del DESEO abierto al absoluto que halla su cima en el fundamento absoluto. El ser humano posee, en virtud de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del principio GENÉTICO, la potestad de salir de sí mismo para, desde este fundamento absoluto, dar unidad, dirección y sentido al comportamiento ético y ascético.
Resumiendo, el seudoprincipio de identidad no es otra cosa que la deformación del yo que se proyecta en la facultad intelectiva, en la facultad volitiva, y en la facultad unitiva, quedando estas, a su vez, deformadas. La actitud identitática es, pues, una ACTITUD EGOCÉNTRICA o egolátrica donde se mezcla:
la verdad, con el error, con la falsedad o con la mentira;
el bien, con la privación, con el daño o con la malicia;
la belleza, con la imperfección, con la deformidad o con la fealdad.
1.- ¿Cómo detectar en el lenguaje común diferentes expresiones que solapan el seudoprincipio de identidad? – Según nuestro autor, hay muchas seudoproposiciones que, elevadas a lenguaje metafísico u ontológico, solapan y encubren este seudoprincipio de identidad: así, ‘yo soy yo’, ‘yo en cuanto yo’, ‘yo en yo’, ‘si yo, entonces yo’, ‘yo en tanto que yo’, ‘yo en mí mismo’, ‘yo para mí mismo’, ‘ser en sí’, ‘ser para sí’… Todas tienen la seudoestructura de un functor monádico, esto es, un solo término reduplicado al que se le ha querido dar forma gramatical añadiéndole el elemento o elementos de enlace (functor).
2.- ¿Afirma algo el Magisterio de la Iglesia sobre el seudoprincipio de identidad? – F. Rielo redescubre una proposición que, al parecer, ha pasado por alto a los pensadores católicos, cuando el Magisterio de la Iglesia Católica se define sobre el seudoprincipio de identidad, condenando la siguiente proposición: «… este es el primer principio y no otro: ‘si algo es, algo es’» [hoc est primum principium et non aliud: ’si aliquis est, aliquis est]»[6]. Esta proposición fue condenada por Clemente VI en 1346, entre otras tesis de Nicolás de Autrécourt, como “falsa, peligrosa, presuntuosa, sospechosa, errónea y herética”. Con esta fórmula quedan, entre otras cosas, rechazadas: el seudoprincipio de identidad en el orden lógico y metafísico; las lógicas y filosofías de la identidad; y el principio de causalidad referido a las personas divinas.
3._- ¿Han existido intentos de evitar dicho seudoprincipio de identidad? –_ Según F. Rielo, sí han existido en la filosofía, pero sin éxito. Por ejemplo, no se evita la TAUTOLOGÍA del seudoprincipio de identidad cuando algunos filósofos quieren salvaguardar el seudoprincipio de identidad de su manifiesta TAUTOLOGÍA dando al primer término una significación real y al segundo una significación meramente formal para establecer una supuesta relación. Este esfuerzo inútil incurre en la misma posición de la paradoja que encierra la identidad.
4.- ¿Incurre en el seudoprincipio de identidad la ecuación de términos distintos? – Rielo realiza una observación aguda y necesaria, que tendrá repercusiones en la reflexión teológica: la ‘ecuación’ de términos distintos, ‘A=B’ no es identitática porque es una expresión de functor diádico; en este sentido, la ecuación ‘el Hijo es igual al Padre’ y ‘el Padre es igual al Hijo’ no son expresiones identitáticas porque, en la concepción genética de la metafísica, la forma de esta ecuación o igualdad es la INMANENTE COMPLEMENTARIEDAD INTRÍNSECA [≑]; esta forma ecuacional, afirmando la unidad de sus términos con la misma fuerza que su distinción real, indica, además, que estos no son intercambiables porque tienen cada uno su propio lugar metafísico [( )1 y ( )2]. La forma ecuacional de la INMANENTE COMPLEMENTARIEDAD INTRÍNSECA nos instruye de que, constituyendo A y B único sujeto absoluto, único Dios, etc., A es tan sujeto absoluto y tan Dios, etc. como B, y B es tan sujeto absoluto y tan Dios como A. Por eso, el Magisterio afirma: el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios: «Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios»[7].
5.- ¿Es falso todo lo que está afectado por el seudoprincipio de identidad? – No se puede afirmar que todo sea falso, según F. Rielo. Hay semillas de verdad en toda cultura y sistema de pensamiento humanos. Indicio suficiente de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA en el espíritu humano son las semillas de verdad que residen en todas las culturas y sistemas de pensamiento: la manifestación histórica de la actuación de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA en el espíritu humano con el espíritu humano es patrimonio místico de la humanidad, fundamento de todo otro patrimonio histórico, religioso o cultural. Si nos referimos al pensamiento histórico, hay que saber extraer los elementos positivos de los autores antiguos y modernos, como afirma nuestro autor: «Dice san Juan de la Cruz que “un solo pensamiento humano vale más que todo el mundo”. Hay siempre un rastro de verdad en todo porque el error absoluto no existe; por otra parte, hemos nacido para la verdad y no para el error. En los demás sistemas filosóficos hay verdades aspectuales que, rastreadas por el espíritu humano en la oscuridad de la noche donde, en expresión de Ortega y Gasset, “todos los gatos son pardos”, denuncian las más diversas formas paradójicas»[8]. Este rastro de verdad en todos los sistemas filosóficos es debido al don universal de la inspiratio deificans, inspiración constitutiva, esto es, a las aportaciones de las distintas filosofías que están corroborando la actuación de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA en la historia personal y social del ser humano en orden a la religión, al pensamiento, a la ciencia, a las artes, y, en general, a la cultura); por tanto, hay innúmeras aportaciones en los sistemas filosóficos que deben ser aceptadas sin desvirtuar la Verdad revelada.
6.- ¿A dónde nos conduce, existencialmente, el seudoprincipio de identidad? – Según F. Rielo, nuestra geneticidad humana está estructurada por tres leyes fundamentales: inmanencialidad, transcendentalidad, perfectibilidad. El ser humano se define, por la ley de la inmanencialidad, como sujeto de sí mismo; por la ley de la transcendentalidad, como sujeto más allá de sí mismo; por la ley de la perfectibilidad, como sujeto que posee la forma de ser sí mismo y más allá de sí mismo. No pueden separarse, por tanto, las tres leyes. El principio absoluto de identidad hace que el ser humano se incline en ser sí mismo y buscar la forma de ser sí mismo refiriéndolo todo a sí mismo (autorrefencialidad). La identidad es, en definitiva, un solipsismo egocentrista. En Definición mística del hombre y el sentido del dolor humano (1996), nuestro teólogo metafísico nos habla del origen y consecuencias del seudoprincipio de identidad: «El seudoprincipio de identidad es un antivectorial[9] que denomino: per degradationem libertatis, “pecado original de la religión”[10]; per degradationem intelligentiae, “pecado original de la metafísica”[11]. Su consecuencia inmediata es imposibilitar, llevado a sus consecuencias últimas, toda comunicación, todo entendimiento, toda realización, toda religión, toda sociedad. Cuando el actuar humano se produce en cohabitación con la identidad, esta le inocula su propia DISGENESIA portadora de contravalores susceptibles de desarrollar diferentes males: el error, la deformación, la desunión, el desamor, el enfrentamiento, la decadencia, la destrucción… se activan o se solapan en toda afirmación identitática»[12]. Subraya nuestro autor, desde la teológica y la moral, que la tendencia anómala hacia la identidad existencial ha llevado a la debilitación de las religiones, a la crisis de valores y a la deriva secularista. Desde el punto de vista del pensamiento, la identidad ha afectado negativamente a la filosofía, a la cultura y a la ciencia. Como conclusión y consecuencia, el remedio contra la identidad existencial (egolatría) es la activa respuesta a la gracia. El remedio contra la identidad en el pensamiento y en la cultura (egocentrismo) es la libre aceptación y compromiso con la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN.
7.- ¿Cómo se puede superar el principio de ‘identidad absoluta’? – Con la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS, que afecta directamente a nuestras tres facultades. En este sentido, F. Rielo distingue en el ser humano tres facultades: intelectiva, volitiva y unitiva. La facultad unitiva tiene la misión de unir la facultad intelectiva y la facultad volitiva. La sede de la razón y de la INTUICIÓN es la facultad intelectiva; la sede del DESEO y de la FRUICIÓN es la facultad volitiva, y la sede de la INTENCIÓN y de la libertad es la facultad unitiva. Esto puede verse con claridad en la siguiente constatación: la realización del acto de libertad consiste en la advertencia intelectiva y en el consentimiento volitivo; por tanto, la libertad es tan intelectiva como volitiva; es más, une el hacer de la inteligencia y el hacer de la voluntad. La voluntad, por otra parte, no es una facultad ciega; posee sus propias funciones como también la inteligencia posee las suyas. Se dan, en resumen, tres facultades o potencias: intelectiva, volitiva y unitiva.
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- ↑ F. Rielo, Leyendas, ob. cit., 78.
- ↑ El seudoprincipio de identidad (A es A, A=A, A en cuanto A, A→A…) es una TAUTOLOGÍA carente de sentido sintáctico, porque el sujeto es el mismo que el predicado; carente de sentido lógico, porque es una expresión o fórmula de functor monádico que reduplica el mismo término; carente de sentido metafísico, porque incurre en la petitio principii. (Ver crítica al seudoprincipio de identidad en “Hacia una nueva concepción metafísica del ser”, en ¿Existe una filosofía española?, FFR, Madrid 1988, y en “Concepción genética de lo que no es el sujeto absoluto y fundamento metafísico de la ética”, en Raíces y valores históricos del pensamiento español, FFR, Madrid 1990).
- ↑ Existen diversas formas tradicionales de formular la identidad, en las que se confunden lo lógico y lo metafísico; pueden reducirse a las siguientes: “A es A”, “yo soy yo”, “A=A”, “yo=yo”, “p→p”, “A es igual a A”, A es idéntico a A”, “A es lo mismo que A”, “A pertenece a todo A”, “todo A es A”, “todo es igual a sí mismo”, “∀x, x=x”, y otras semejantes.
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El functor “es” de “x es x” coincide con cualquier clase de functor monádico: “en cuanto”, “si… entonces…”, “en”, etc. (“ser en cuanto ser”, “si ser, entonces ser”, “ser en ser). Lo mismo hay que decir con los símbolos: X=X, X→X, X↔X, X⇒X, X⇔X, X∧X, X⋁∨X… El resultado es siempre la reduplicación; por tanto, carencia de sentido lógico.
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La descripción de la paradoja es como sigue: supongamos la fórmula identitática “A es A” (o también AA). Tenemos, entonces, que el sujeto A (“A” a la izquierda) se convierte, en virtud de la identidad, en [A es A]; lo mismo ocurre en el predicado A (“A” a la derecha), se convierte, en virtud de la identidad, en [A es A]. Resulta, de este modo, la fórmula siguiente: [A es A] es [A es A]. A su vez, el sujeto [A es A] se subdivide en sujeto A (A es A) y en predicado A (A es A); lo mismo ocurre con el predicado [A es A]. El resultado sería: [(A es A) es (A es A)] es [(A es A) es (A es A)]. Se procede, de este modo, a una sucesión al infinito del sujeto A y del predicado A sin alcanzar nunca el sujeto A al predicado A: A es A es A es A… (AAA…).
- ↑ Dz 570 (1048), publicado en Denifle, Henricus, O.P., Chartularium Universitatis Parisiensis. Paris (Tomo II), 576ss., 1124.
- ↑ Símbolo «Quicumque», Dz 39. Asimismo, el Concilio XI de Toledo sentencia: «Así, pues, singularmente se dice Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo; sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios. Igualmente, el Padre se dice omnipotente y el Hijo omnipotente y el Espíritu Santo omnipotente; y, sin embargo, no se predica a tres omnipotentes, sino a un solo omnipotente, como también a una sola luz y a un solo principio. Singularmente, pues, cada persona es confesada y creída plenamente Dios, y las tres personas un solo Dios» (Símbolo de la fe, Dz 279).
- ↑ F. Rielo_,_ Diálogo, ob. cit., 131.
- ↑ Toda reflexión viciada por el seudoprincipio de identidad carece de dirección y sentido. Si carece de dirección, también de método porque todo proceso identitático del pensamiento camina a la deriva. Si carece de sentido, también de ciencia porque toda teoría de carácter identitático le falta la consistencia, completitud y decidibilidad (Véase SATISFACIBILIDAD) que requiere la ciencia bien formada. Referente al ámbito moral, la suprema expresión de la identidad es la egolatría de un yo que, despersonalizándose, hace de sí mismo su propio absoluto: esta DEGRADACIÓN del amor de una persona, que requiere la apertura a otra persona, convierte al ególatra, llevándolo a sus últimas consecuencias, en antiabsoluto, esto es, en antipersona.
- ↑ El diablo, padre de la mentira (Jn 8,24), príncipe del mal (Jn 12,31), emperador de la muerte (Hebr 2,14), es quien encarna, con su máximo grado de egolatría posible, todo el dominio de la identidad. El pecado original no pertenece al dominio de la sola RAZÓN; sin embargo, la razón está abierta a la posibilidad de su conocimiento por los indicios que le presentan sus consecuencias en la historia humana. Es sintomático que este pecado original sea descrito por las religiones y por diferentes manifestaciones mitológicas en todas las culturas. La fe cristiana, con fundamento en el Génesis (2,17 y 3,1) revela su origen en Adán y Eva, que transmiten a sus descendientes en tal grado que este pecado original y sus consecuencias ha quedado inherente a nuestra naturaleza humana.
- ↑ Insiste Rielo que el pecado original de la metafísica hay que atribuirlo al carácter explícito de la formulación “el ser es el ser y el no ser es el no ser” de Parménides que, considerado padre de la metafísica, lo es también de su desviado planteamiento que se transmitirá, de forma explícita o implícita, a la posteridad de los sistemas filosóficos, afectando, por supuesto, a la reflexión teológica.
- ↑ Según Rielo no existen el error, la deformación… absolutos. Todas las filosofías poseen siempre un residuo de verdad tan poderoso que pasan a formar parte de la cultura o historia del pensamiento. No en vano afirma San Juan de la Cruz que «un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo (Dichos de luz y amor, 34). Este poder de la verdad residual, entreverada con el error, es lo que, según Rielo, incita al ser humano a fundar o a adscribirse a diferentes religiones entre sí dispares, y a crear o a dejarse influir por sistemas filosóficos tan opuestos y contradictorios unos de otros.