PECADO ORIGINAL

De Escuela idente

PECADO ORIGINAL: ¿Cómo explica F. Rielo el pecado original en la humanidad si la creación del espíritu se da individualmente en el mismo momento de la concepción del ser humano? – En otras palabras, si Dios crea individualmente el espíritu, no tendríamos que tener esa malicia y las tendencias negativas que se dan en cada uno de nosotros pues de Él no puede venir nada negativo.

Responde nuestro autor que el espíritu que Dios crea e infunde en el SICOSOMA es bueno considerado en cuanto naturaleza humana definida por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA , que no es salvífica; por tanto, la persona humana solo con la divina presencia constitutiva no puede salvarse, está privada de la vida eterna. Pero esta es su naturaleza, lo mismo que la naturaleza de los VIVIENTES NO PERSONALES es una sique somatizada definida por la DIVINA PRESENCIA REVERBERATIVA . A Adán y a Eva les quitó lo que les había dado: los dones preternaturales y la gracia santificante; a nosotros no nos los dio, pero tampoco nos los quitó porque no teníamos por qué tenerlos: era un don gratuito de Dios a nuestros primeros padres a los que incorporaba toda su descendencia. Si no hubieran cometido el pecado original, hubiéramos heredado también estos dones preternaturales y la gracia santificante. Cometieron el pecado original, y a ellos les quitó lo que les había dado, y a nosotros no nos lo dio. Pero Dios crea al espíritu bueno en su naturaleza.

El estado de pecado original significa, pues, la carencia de la divina presencia santificante, que es una excelencia sobrenatural, que nos proporciona la gloria, para la cual la criatura humana no puede presentar título alguno. Dios, por tanto, no está obligado a crear el espíritu con el ornato sobrenatural de la divina presencia santificante (gracia santificante) o mística procesión . Además, Dios no tiene la culpa de que al espíritu que acaba de crear no se le den los dones sobrenaturales; el culpable de ello ha sido el hombre, que usó mal de su libertad transgrediendo el mandato de Dios. La causa del pecado original no es, de ningún modo, Dios, sino el pecado de Adán, cabeza del género humano (persona corporativa), que transmite a su descendencia con la promesa del Redentor. En Adán todos pecamos, pero si en Adán todos pecamos, en Cristo todos hemos sido justificados (Rom 5, 19; 15, 22). Si Adán arrastró a la muerte a los hombres, el nuevo Adán los conduce a la vida.

La falta de la divina presencia santificante, considerada como apartarse el hombre de Dios, tiene carácter de culpa; considerada como un apartarse Dios del hombre, tiene carácter de castigo. La falta de los dones preternaturales le lleva al ser humano a que esté sometido a la tendencia hacia sí mismo, a la concupiscencia, al sufrimiento y a la muerte. Estas consecuencias del pecado original persisten, aunque el pecado original quede borrado con el bautismo y se nos dé la gracia santificante (divina presencia santificante, que es la elevación de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA al orden de la redención de Cristo). En este sentido, estas consecuencias del pecado original (tentaciones, tendencia al pecado, debilidad, sufrimiento, MUERTE) ya no son consideradas como castigo, sino como mérito y como medios para practicar la virtud. Sin embargo, aunque un ser humano se encuentre en estado de pecado original, no queda tan esclavo del pecado que pierde totalmente la libertad. No. El ser humano sigue teniendo la facultad de conocer las verdades religiosas y morales y realizar acciones moralmente buenas sin la divina presencia santificante porque está capacitado para ello con las estructuras y operadores constitutivos: CREENCIA, expectativa, amor; verdad, bondad, hermosura, etc., en grado deificans . El Concilio de Trento enseña que, por el pecado de Adán, no se perdió ni se quedó extinguida la libertad del hombre[1].

Ahora bien, si Dios ha permitido que se diera el pecado original, fue por respetar la libertad del ser humano habiendo sido este informado sobre la responsabilidad de sus decisiones (Gn 2,16s.). Él sabía que el ser humano iba a pecar, y permitió que se dieran las consecuencias que se seguían del pecado (Gn 3,15-24). Sin embargo, el amor de Dios al ser humano queda, inmediatamente, restaurado con la promesa del Redentor (Gn 3,15). «Así pues, por un hombre entró el pecado en el mundo y, por el pecado, la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos habían pecado» (Rom 5,12). «Pues, como por la desobediencia de uno muchos fueron hechos pecadores, así también por la obediencia de uno muchos serán hechos justos» (Rom 5,19). La redención de Cristo hizo mucho más: darnos la santidad y la vida, abrirnos la vida eterna y merecer más vida eterna en virtud del sufrimiento, unidos a los méritos del mismo Cristo: «Nada faltó a nuestros protoparentes, en su estado viador, por causa de lo cual cometieran el pecado original. Yahvé, sin embargo, se reservó, una plenitud de gracia, excedente sobremanera a la naturaleza humana consistente en la total confirmación en gracia de una beatífica unión mística que Yahvé habría concedido a nuestros protoparentes en el caso de que hubiesen rechazado la antialianza que les ofrecía Satanás.

La aceptación o rechazo de nuestros protoparentes de esta antialianza se fundaba en el ejercicio de una plena potestad que, conforme a su naturaleza, debían cumplir en un intercambio amoroso de su ALIANZA ONTOLÓGICA O MÍSTICA : Adán y Eva, otorgar a Yahvé su amor latréutico frente a Satanás; Yahvé, otorgar a Adán y Eva, el estado de una sobreabundante unión beatífica que excedía infinitamente a la naturaleza humana. El pecado original consistió, por tanto, en una abjuración ante Satanás del amor latréutico de Adán y Eva a Yahvé. Esta abjuración del amor latréutico es el origen de los cultos satánicos que se han ido desarrollando a lo largo de la historia y que, con inusitado desenvolvimiento carente de toda explicación racional, adquieren extraordinaria vigencia en nuestro mundo contemporáneo».

¿Se aparta de la tradición católica la explicación que hace del pecado original, dando un mayor protagonismo a la mariología? – F. Rielo habla del pecado original de los hombres y de los ángeles. En cuanto al pecado original de los hombres, su doctrina es continuidad de la tradicional católica: Adán reniega de su Padre Dios y se busca el padre de la Mentira. En cuanto al pecado original de los ángeles, en un primer momento, afirma la doctrina tradicional: “Los ángeles perversos, presididos por Luzbel, rechazaron la revelatio Verbi”. Pero, al mismo tiempo, y como complemento, también subraya, como causa del pecado original de los ángeles, el haber asesinado en su mente a la Virgen María, al enterarse de la concepción inmaculada de la Mater Dei, que haría posible la Encarnación del Verbo. Este subrayado teológico particular no es incompatible con la doctrina tradicional.

¿Es exclusivo de la tradición cristiana el relato del Génesis sobre el pecado original? La CREENCIA en el pecado original no es exclusiva de la religión cristiana, apoyada en la religión judía, sino que ha estado presente en numerosísimas tradiciones culturales y religiosas de la antigüedad. Ahí tenemos los relatos antiguos de los sumerios, de los aborígenes australianos, de la mitología griega, de los brahmanes de la India, de los Persas…, que han contemplado en sus creencias y tradiciones la idea del pecado original, entendido como la consecuencia de una desobediencia a un ser superior o creador que privó para siempre al ser humano de su perfección, de su estado de felicidad. Muchos otros pueblos, como los egipcios, tibetanos, o pueblos de América, como Perú, Méjico…, hay relatos legendarios similares sobre un tiempo de felicidad y perfección, y de caída, acontecidos al principio de la historia humana. Podemos afirmar que el pecado original está en la consciencia de la humanidad.



© Reproducción reservada. Todos los derechos están reservados al editor.

  1. Cfr. Dz 815.