CLAVE GENÉTICA, Constante de la

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CLAVE GENÉTICA, Constante de la: La constante de la clave genética son las funciones vitales y estructurales, asumidas por la forma anímica del organismo biológico, en tal grado que la forma estructural del cuerpo con sus funciones asumidas de la figura no queda aniquilada, sino reducida a cero físico, fenomenológico o material.

La figura del cuerpo, con sus propiedades físicas, temporales y espaciales, cambia continuamente en el ser humano desde que nace hasta que muere; no así su forma biológica o estructural que, aunque reducida a cero físico por la forma anímica para constituir el sicosoma , porta en sí misma la clave genética en la que está programado el desarrollo y la descomposición biológica de la figura del cuerpo por la muerte. La clave genética es la raíz de la figura del cuerpo, que tampoco es aniquilada con la muerte. No hay, por tanto, aniquilación de la figura del cuerpo. Cuando hablamos de forma del cuerpo, nos estamos refiriendo a su forma biológica o estructural, no a su forma anímica (alma), ni a su forma espiritual (espíritu), pues la naturaleza humana consiste en la unidad indisoluble de tres formas, CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU, en tal grado que después de la muerte permanece íntegra la naturaleza humana, pues la forma biológica o estructural del cuerpo, asumida por la forma anímica por reducción a cero físico, porta la clave genética, que es la raíz de la figura del cuerpo, que no es aniquilada en la separación de sus propiedades materiales y espaciotemporales por la muerte.

La constante de la clave genética de la figura del cuerpo está integrada en la forma estructural asumida por el alma que, a su vez, está asumida ontológicamente por el espíritu inhabitado por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del absoluto. El espíritu asume, pues, lo que le corresponde a la forma anímica reduciéndola a cero, y lo que le corresponde a la forma estructural del cuerpo y su figura, que había sido reducida a cero por la forma anímica.

La persona humana posee, pues, dos elementos: creado, el espíritu sicosomatizado ; increado, la DEIDAD a la que es elevado este espíritu sicosomatizado por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del absoluto en el momento de la concepción humana. Si la muerte consistiera en la separación absoluta del cuerpo, habríamos cercenado la integridad de la naturaleza humana: una naturaleza humana sin cuerpo, que habría que decir mejor “naturaleza angélica”.

_¿Qué es, entonces, lo que se separa en la muerte? –_La muerte del cuerpo no es aniquilación de la figura del cuerpo ni de la forma estructural, antes bien, separación de las propiedades materiales, cuantitativas y espaciotemporales, producto de las variables de la clave genética de la figura corpórea, quedando esta, sin las variables, reducida a su raíz o constante de la clave genética.

La constante de la clave genética es, pues, inmaterial y queda en estado pasivo, sin sus variables materiales, cuantitativas y espaciotemporales; esto es, la figura del cuerpo ha quedado en estado de transfisicación (más allá de lo físico o espaciotemporal) y “transfiguración” (más allá de la figura física), asumidas por la forma estructural que, reducida a cero por el ACTO ONTOLÓGICO del espíritu adquiere una nueva “transformación” (más allá de la forma estructural) con el estado glorioso del espíritu. La resurrección, de este modo, consiste en la activación de la constante de la clave genética por la omnipotencia divina, dándose lugar a la transfiguración o actualización de la figura del cuerpo en estado glorioso adaptado a las condiciones propias del espíritu; esto es, más allá de las propiedades físicas y cuantitativas de la materia, que han sido reducidas a cero físico quedando la figura del cuerpo transfisicada y transfigurada.

La figura de nuestro cuerpo hasta la resurrección es “figura transfísica” contenida en la constate de la clave genética en estado pasivo. Al ser activada, en la resurrección, por la omnipotencia divina la información genética de la constante de la clave genética es también activada la transfisicación y la transfiguración, dando lugar, en un solo instante, al desarrollo y plenitud del cuerpo resucitado con sus nuevas propiedades adaptadas al espíritu.

Las leyes y propiedades fenomenológicas del espacio y del tiempo, a las que está sometida la naturaleza humana durante el periodo viador, quedan, pues, con la muerte biológica del cuerpo, reducidas a cero fenomenológico, no aniquiladas, en la constante de la clave genética de la forma estructural y su figura, en tal grado que quien muere entra, con la figura del cuerpo transfisicada, en una dimensión espacial que es mística inmensidad de la divina inmensidad, y en una dimensión temporal que es mística eternidad de la divina eternidad. La inmensidad y la eternidad místicas de los bienaventurados poseen la limitación formal de un espacio y de un tiempo que, aunque reducidos a cero físico, no han sido aniquilados, sino transfisicados. Solo la inmensidad y la eternidad divinas son infinitas. Por eso, hay que afirmar que la finitud de la inmensidad y eternidad místicas está abierta a la infinitud de la inmensidad y eternidad divinas. Si negáramos el espacio y tiempo místicos, límite formal de la inmensidad y eternidad místicas, deberíamos afirmar la inmensidad y eternidad absolutas que solo a Dios corresponde.

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