INSPIRACIÓN (Espíritu Santo)
INSPIRACIÓN (Espíritu Santo): ¿En particular, la denominada ‘inspiración del Espíritu Santo’, como procesión divina, es compatible con el dogma trinitario? – Tal vez el aspecto más llamativo de la reflexión trinitaria de F. Rielo pueda ser el de la ‘inspiración del Espíritu Santo’. La formula trinitaria rieliana se puede resumir en los siguientes puntos: «El Padre engendra al Hijo, la unidad del Padre con el Hijo espira al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo inspira (se atrae) la forma de unidad del Padre con el Hijo». Las tres personas divinas son tres acciones: acción agente el Padre, acción receptiva el Hijo y acción replicativa el Espíritu Santo, constituyendo único ACTO ABSOLUTO ; por tanto, el Espíritu Santo es tan activo como el Padre y el Hijo, de tal modo que ad intra debe tener procesión divina; si esto no fuera así, no habría tampoco fundamento para la acción santificadora ad extra atribuida al Espíritu Santo.
Las tres procesiones activas serían una reformulación del principio tradicional de la pericóresis. La fórmula clásica afirmaba: Propter hanc unitatem Pater est totus in Filio, totus in Spiritu Sancto; Filius totus est in Patre, totus in Spiritu Sancto; Spiritus Sanctus totus est in Patre, totus in Filio. En la fórmula de la CIRCUNGÉNESIS , se revelan con con , en unidad de único sujeto absoluto y su acto puro. De esta manera, el Padre es todo en el Hijo, el Hijo todo en el Padre, el Padre con el Hijo es todo en el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo es todo en el Padre con el Hijo[1].
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- ↑ En cuanto a este tema, E. Bueno de la Fuente, El esplendor de Amar. El Padre, el Hijo y la Alegría de Dios, Monte Carmelo, Burgos 2010, plantea lo siguiente: «El Espíritu Santo es mencionado el tercero, por tanto, es el que actúa cuando Padre e Hijo ya han mostrado su característica personal, especialmente en la obra de redención… Esta posteridad en la acción histórica es convertida en pasividad al tratar su relación con el Padre y del Hijo (o del Padre a través del Hijo) ¿Qué es lo que él aporta para que el Padre sea Padre y para que el Hijo sea Hijo?, ¿o acaso el Padre y el Hijo existen y actúan “antes” de la intervención del Espíritu?». También J.A. Sayes, La Trinidad, Misterio de Salvación, Palabra, Madrid 2000, 232; 234, escribe: «El Espíritu Santo es también activo. Parece increíble que, a lo largo de la historia, no se le haya dado el Espíritu, dentro de la Trinidad una función activa, cuando la tiene en su misión salvadora… ¿No hemos quedado que las misiones revelan las procesiones internas? … El Espíritu Santo devuelve ese amor al Padre y al Hijo, de modo, que, de esa forma, se convierte en amor dado y recibido por ambos, en amor recíproco. El Espíritu Santo crea así la reciprocidad del amor entre el Padre y el Hijo. Se trata de una nueva relación (el Espíritu no está pasivo) que no comporta una nueva procesión, pues el Padre y el Hijo no proceden del Espíritu, sino que preceden a la espiración del Espíritu». Y, en Ibid., 224-225, dicho autor recuerda que, en cualquier caso, no podemos caer ni en el peligro latino del modalismo-subordinacionismo, ni en el griego del triteísmo. F. Rielo lo supera con la novedad de su planteamiento Trinitario.