Diferencia entre revisiones de «VISIÓN BIEN FORMADA O VIDENCIA»

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Revisión actual - 14:46 21 sep 2024

VISIÓN BIEN FORMADA O VIDENCIA: Alguien posee una visión bien formada cuando videncia ALGO metodológica o científicamente, más allá de una visión vulgar e incluso de una visión culta. El verbo “videnciar” se deriva del sustantivo videncia, con el significado de “forma de visión” o “visión bien formada”. Así, cuando se dice “este hombre tiene visión política”, se quiere significar, no cualquier tipo de visión (visión vulgar, abstracta o informe), sino una visión bien perfilada y estructurada, de tal modo que, ante la sociedad, este hombre queda cualificado políticamente. Si nos referimos a la “videncia” metafísica, esta es estado de visión bien formada que la inteligencia posee en virtud de su apertura al sujeto absoluto. Esta apertura es genética en virtud de la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO en la persona humana. Es necesario un método que esté codificado por el modelo, esto es, que tenga en sí mismo codificado el modelo. En este sentido, videnciar el axioma absoluto, rota la identidad y transcendido el campo fenoménico, aplicado asimismo el CORTE ANALÍTICO y el TERCIO INCLUSO , es tener “visión bien formada” de lo que el mismo axioma en sí comprehende. Cuando el Magisterio habla de la “demostrabilidad de la existencia de Dios” (Dz 1622, 1660, 1670, 2145…), por ejemplo, no tiene sentido científico; esto es, está en nuestra razón “videnciar” por distintos medios la existencia de Dios, su naturaleza y atributos: un ejemplo, aducido por san Pablo (Rom 1,20), es el conocimiento de Dios por medio de su presencia en la creación (de su presencia constitutiva en los seres y de su ACTIO IN DISTANS en las cosas); si la “demostrabilidad” tuviera sentido metafísico, Dios sería, absurdamente, resultado o producto de una prueba racional que, en este caso, se impondría como principio por encima de Dios, suplantando al mismo Dios. No puede afirmarse, por tanto, que el axioma absoluto [] sea un solo ser en un solo ser, sino que los tres seres, constituyendo único sujeto absoluto, tienen la misma esencia, sustancia, naturaleza… Videnciar el conocimiento científico, incluyendo, en orden a su dirección y sentido, todas las implicaciones de la ratio intelligentiae, de la desideratio voluntatis y de la intentio unctionis, es estar ordenadamente encaminados hacia una visión bien formada de la metafísica genética con su modelo absoluto, supuesto inmediato de la ontología y de la epistemología con todas las ciencias experienciales, y supuesto último de todas las ciencias experimentales. La razón es simple: la persona humana con su consciencia ontológica o potestativa, proyectada en las facultades y sus funciones, y expresada en las diversas formas del lenguaje, es el sujeto de todas las CIENCIAS EXPERIENCIALES Y EXPERIMENTALES. En resumen, una visión bien formada del modelo absoluto es CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN . Esto supone lo siguiente:

  1. primero, que el principio de relación son, al menos, dos personas divinas, no menos de dos porque incurrimos ad intra en la irrelación o nada absoluta (por tanto, imposibilidad también de la creación; no más de dos, porque una tercera persona, en el ámbito DIANOÉTICO, es un excedente a la simplicidad del modelo absoluto. Para que se dé la relación absoluta son suficientes dos términos. Este ámbito del modelo absoluto, ámbito DIANOÉTICO o ‘intelectual formado por la CREENCIA’, constituye la base del diálogo ecuménico. Un monoteísmo unipersonalista o impersonalista constituye una visión no bien formada del modelo absoluto.
  1. Segundo, que en el ámbito HIPERNOÉTICO –o de la revelación de Cristo– del modelo absoluto son tres personas divinas. Cristo nos descubre tres hechos fundamentales: b1) que Él es persona divina igual al Padre; b2) que existe una nueva persona divina, además del Padre y el Hijo, que lleva a término todas las funciones que quedan sin cumplir en el ámbito DIANOÉTICO; b3) que las personas divinas poseen nombre propio: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Centrándonos ya en lo que afecta al quehacer teológico: La TEOLOGÍA Metafísica estudia el modelo absoluto ad intra; la TEOLOGÍA Mística estudia el modelo absoluto ad extra en el ser humano con el ser humano, dando a este, en virtud de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA, un estado, acto, forma y razón de ser místicos. Tanto la TEOLOGÍA Metafísica como la TEOLOGÍA Mística pueden ser: en el orden DIANOÉTICO, ecuménicas; en el orden HIPERNOÉTICO, cristológicas. El ámbito HIPERNOÉTICO incluye todos los valores del ámbito DIANOÉTICO llevándolos a su plenitud. La TEOLOGÍA Metafísica y la TEOLOGÍA Mística proporcionan una concepción genética de la epistemología que da unidad, dirección y sentido a la concepción genética de la antropología, de la sicoética , de la pedagogía, de la sociología y, en general, de todas las ciencias experienciales o del ámbito vivencial, y se constituye en el fundamento último de las ciencias experimentales o de la cantidad con su metodología matemática corroborada por la tecnología y la experimentación. Nuestro autor distingue entre ciencias experienciales y ciencias experimentales: a) Las primeras tienen como objeto la realidad inmaterial, que pertenece al mundo de la experiencia vivencial; b) Las segundas tienen como objeto la realidad material, que pertenece al mundo de la experiencia matematizable. Las ciencias experienciales tienen como lenguaje la metafísica y como método la inspiración y la UNIDAD DE VIVENCIA; las ciencias experimentales tienen como lenguaje la matemática, y como método la inspiración y la UNIDAD DE MEDIDA. Por último, debemos afirmar que el modelo absoluto comprende, en el ámbito HIPERNOÉTICO o de la revelación cristológica, las siguientes dimensiones del Misterio cristiano: a) como sujeto absoluto, a las tres personas divinas o Santísima TRINIDAD; b) como sujeto atributivo (Véase SUJETO ABSOLUTO Y SUJETO ATRIBUTIVO), a la persona divina de Cristo encarnada en una naturaleza humana. En este sentido, Cristo se constituye, para el ser humano, en el Metafísico y el Teólogo por excelencia, y con ello, el científico experiencial que da unidad, dirección y sentido a todo lo que, en orden al BIENESTAR FÍSICO, SICOLÓGICO Y ESPIRITUAL , pueda salir, con la iniciativa divina, de las manos del hombre. En conclusión, la vida y el pensamiento de Cristo llevan a plenitud todo lo que de valor hay en el ser humano, dándole sentido salvífico, transformante y deificador, en tal grado que se cumple, como defiende la doctrina de la DEIFICACIÓN de los santos padres, que “Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios”; esto es, el ser humano es “mística DEIDAD por gracia” de la “divina DEIDAD por naturaleza”. Se debe a la patrística la doctrina de la DEIFICACIÓN del hombre por la gracia[1]. El sueño de RIELO es ambicioso pero posible: sentar a Cristo en las cátedras de las universidades y foros culturales de este mundo, no sin haberlo puesto antes en la cátedra de nuestra inteligencia y de nuestro corazón.

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  1. San Atanasio, De Incarnatione Verbi 54,3: «El Logos se hizo hombre para que nosotros nos hiciéramos Dios (nos deificáramos)»; también en Orationes contra Arianos, 1,38 s. También el Seudo-Agustín afirma en Sermo 128,1: «Factus est Deus homo, ut homo fieret Deus», y el Seudo-Dionisio que la DEIFICACIÓN es «la asimilación y unión mayor posible con Dios» (De ecclesiastica hierarchia, 1,3).