Diferencia entre revisiones de «ULTIMIDAD, COMPROMISO Y UNIDAD»

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Revisión actual - 15:01 21 sep 2024

ULTIMIDAD, COMPROMISO Y UNIDAD: Para que una actividad pueda ser creativa ha de ser racional, desiderativa e intencional, en tal grado que tenga sentido de ultimidad, de compromiso y de unidad. Para ello:

a)      El sentido de ultimidad nos enseña que la actividad racional debe llevar, direccionalmente, la reflexión a límite, mediante la penetración, el discernimiento y la advertencia de la INTUICIÓN formada por la CREENCIA. En este sentido, la actividad racional debe reducir las limitaciones, condicionamientos y resistencias formales que ofrecen la sensación, la impresión y la aprehensión del sentimiento; y la representación, la evocación y el factor asociativo de la memoria. Este proceso reductivo de las limitaciones nos lleva a alejarnos de la sensorialidad, de lo aparente, a deshacernos de los prejuicios, a remontarnos sobre representaciones sensibles del objeto y sobre experiencias pasadas del mismo con el propósito de reconocer lo recóndito, el detalle que pasa desapercibido, y poder así captar la revelación, el descubrimiento, la manifestación, lo verdaderamente nuevo y extraordinario que se nos presenta en el OBJETO DE CONSCIENCIA.

b)      La actividad desiderativa debe dar sentido pleno al compromiso, mediante la apreciación, el agrado y el consentimiento de la FRUICIÓN formada por la EXPECTATIVA. En este sentido, la actividad desiderativa debe reducir las limitaciones, condicionamientos y resistencias formales que ofrecen el afecto, el apetito y la predilección de la emoción; y la ficción, la figuración y la fantasía de la IMAGINACIÓN. Este proceso reductor nos lleva a alejarnos de la emotividad fácil y a la deriva del objeto con el propósito de ir directamente a la problemática que presenta, poniendo toda la agudeza imaginativa en ver las soluciones, y comprometernos en ir transcendiendo las limitaciones formales que conllevan las funciones sicosomáticas.

c)      La actividad intencional debe proporcionar la máxima unidad atencional, mediante la resolución, la aceptación y la actuación de la libertad formada por el amor. En este sentido, la actividad intencional debe reducir las limitaciones, condicionamientos y resistencias formales que ofrecen el interés, el entusiasmo y la adhesión de la pasión; y la agrupación, la articulación y la unificación de la conectiva. Este proceso reductor nos lleva a alejarnos de la pasión interesada o del entusiasmo por lo ya conseguido como si, en la dispersión de datos, nos hubiéramos hecho ya con el objeto de consciencia. Debemos suscitar el interés por lo que aún no está definido del objeto, con el propósito de establecer aquella unificación y simplificación con la que podamos verificar el OBJETO DE CONSCIENCIA sin otra actuación que la exigitiva por el método GENÉTICO . La actividad intencional debe llevarnos, finalmente, a la liberación de prejuicios y de inhibiciones mentales y afectivas, a romper toda rutina y desviaciones, que interfieran la atención ordenada y esforzada en el OBJETO DE CONSCIENCIA.

Conscientizar algo en nosotros mismos es discernir, valorar, asumir, experienciar con la dirección y el sentido que nos proporcionan las ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS de la consciencia potestativa . Toda experiencia humana adquiere, en virtud de la consciencia potestativa, carácter de ultimidad, unidad y compromiso ontológicos. Veamos, por ejemplo, nuestra experiencia de la EXPECTATIVA y de la desesperación.

Poseemos experiencia de la EXPECTATIVA cuando los obstáculos, que se nos ponen delante para conseguir la verdad, bondad y hermosura posibles, los vemos superables, y poseemos experiencia de la desesperación cuando creemos que vencer los obstáculos es cosa insuperable o imposible. Cuando estamos sanos, o con fuerza, o con ilusión, sobre todo cuando somos jóvenes, la experiencia de la expectativa puede resultar fácil, confortable, gratificante. Con esta experiencia, tenemos la impresión de que no hay obstáculos teóricos a nuestros propósitos, de que nada existe que pueda empañar nuestro horizonte, de que es posible llevar a cabo los proyectos que nos vienen dados por la propia vida. Reina el optimismo, la confianza, la seguridad, la convicción, la entrega, el riesgo, la acción. Esta experiencia positiva, dada por las circunstancias y las buenas condiciones físicas y sicológicas, no puede quedar ahí, ni tampoco darle la dirección o el sentido de un idealismo filosófico, político o religioso cualquiera; antes bien, debe adquirir la dirección y el sentido de la consciencia potestativa. Si esto no sucede, el cambio de circunstancias, o la enfermedad física o síquica, pueden acarrear la experiencia negativa de la desesperación.

La desesperación es la EGOTIZACIÓN degradante de la expectativa; con la desesperación, todo se vuelve pesimismo, desconfianza, inseguridad, egocentrismo. La experiencia del mundo interno y externo se hace difícil, dolorosa, desagradable. Se tiene la impresión de que todo es obstáculo ante cualquier forma de compromiso. No hay horizonte. Todo sale mal. Es la experiencia de la desesperación. Esta experiencia negativa, en la que nuestros SENTIMIENTOS, EMOCIONES Y PASIONES quedan envueltos, puede adquirir dirección y sentido por medio de la consciencia potestativa, hasta tal punto que los estados sentidos de desánimo, de decepción, de tristeza, de apatía, de sufrimiento íntimo, pueden llevar a nuestra libertad activada por el operador del amor —síntesis de nuestra INTUICIÓN activada por el operador de la CREENCIA y nuestra FRUICIÓN activada por el operador de la expectativa— a una experiencia de vida mucho más profunda, rica, consistente y duradera que la provisoria experiencia de una expectativa circunstancial.

Solo mediante la conscientización de los SENTIMIENTOS, EMOCIONES Y PASIONES podemos dominar nuestros estados de ánimo y sus manifestaciones fisiológicas y sicológicas, dentro de una normalidad funcional orgánica y síquica. Cuando estamos bajo su influjo, sin ejercer sobre ellos un cierto control, pueden traicionarnos haciéndonos fracasar en cualquier hecho, circunstancia u ocasión que debamos afrontar. Los sentimientos, las emociones y las pasiones que quedan por debajo del umbral de la consciencia potestativa tienden, dentro de la normalidad formal y funcional de lo sicosomático[1], a conseguir una HOMEOSTASIS sicosomática a cualquier precio, poniéndose en marcha los MECANISMOS SICOÉTICOS DE DEFENSA [2].



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  1. Nos referimos, cuando hablamos de la normalidad formal y funcional, a la normalidad de un ser humano siguiendo, mutatis mutandis, los criterios estadísticos o formales de la conducta y los criterios dinámicos o funcionales del comportamiento humano, según lo estudian la siquiatría y la sicología.
  2. Existen otros múltiples mecanismos de defensa: como el de llamar la atención de forma inconsciente; el de negación mediante la técnica de decir no a todo lo que se propone con el objeto de reafirmarse y enfrentarse al mundo; el de aislamiento evitando el contacto con familiares y amigos con el objeto de huir de las situaciones de tensión; el de culpabilidad por el que se culpa a otros de sus propias actuaciones negativas, como el joven violento que culpa a su padre de haberle enseñado la violencia; el de minimización, cuando no se da importancia a algo que realmente la tiene; el de evasión, cuando se intenta escapar de la propia realidad cambiándose a un nuevo sitio, abusar del juego o de las drogas, incurrir en un activismo exagerado, estar siempre comiendo, dedicar mucho tiempo a la televisión, a internet, etc.; el de desafío, cuando uno se rebela contra la verdad o la responsabilidad ignorando los consejos ajenos. La mentira, la intimidación, el maltrato, la amenaza, el abuso, el control exagerado, etc., son otros tantos mecanismos de defensa cuando se intenta, subconsciencialmente, evitar la angustia, el miedo, la inseguridad o la ansiedad causada por alguna frustración.