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Revisión actual - 11:27 21 sep 2024
VIVENCIA Y EXPERIENCIA: La vivencia es la vida del espíritu: consciente, unitiva, relacional. Se da desde el momento de la concepción y es una consciencia implícita, ya que la explicitación de la consciencia viene dada en el desarrollo y madurez biológicos en el espacio y tiempo . El hecho se debe a que la acción receptiva del ser humano a la acción agente de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto es respuesta del yo humano desde el momento de su concepción. El fundador de la Escuela Idente denomina a este hecho “vivencia primigenia”, perceptual y comunicativa, consciente y potestativa, antes que conceptual o racional, lingüística o verbal, emocional o intencional. La razón es sencilla: el ESPÍRITU SICOSOMATIZADO es vivificado por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto desde el primer momento de la concepción. No hay persona humana si no hay vivificación constitutiva del espíritu por la divina presencia inhabitante del modelo absoluto; esto es, de un espíritu perceptible y comunicable, dotado de consciencia y potestad ontológicas.
La vivencia primigenia es esencial convivencia del modelo absoluto con un ser humano que inicia una existencia en continuo desarrollo viador; dicho de otro modo, la vivencia primigenia es el patrimonio ontológico o místico que viene codificado en toda vivencia que pasa por la espaciotemporalidad y sicosomaticidad. Esta vivencia histórica es la experiencia vivencial que solo el ser humano —en ningún caso, los seres impersonales— puede poseer. La vivencia primigenia es también —aunque no se reduzca a ella— experiencia primigenia porque esta vivencia se da en la espaciotemporalidad y en la sicosomaticidad incipiente del embrión. Esta experiencia es, aunque respuesta activa a la acción agente del modelo absoluto, una experiencia primigenia débil, implícita; es, en resumidas cuentas, ratio implicita, votum implicitum et intentio implicita, hasta que, dándose el desarrollo sicosomático adecuado en el espacio y en el tiempo histórico de la persona humana, se transforma, con el ejercicio de la libertad , en razón, deseo e intención explícitas; esto es, en libre actuación receptiva, con discernimiento y consentimiento, a la acción agente de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto.
F. Rielo, al tratar la vivencia primigenia, reflexiona sobre la anamnesis, que, para él, es atracción, llamada, rememoración, de la vivencia primigenia que, siendo constitutiva, se halla, de algún modo, presente en toda experiencia que acontece en la historia personal de cada ser humano. La anámnesis no solo nos recuerda nuestro místico origen, antes bien, nos lo actualiza, nos lo hace presente. La negación de esta experiencia primigenia habría cercenado la condición de persona a una vida humana que, si en el momento de su concepción posee, biológicamente, toda la información genética en la que están programadas las características corporales y sicológicas de su posterior desarrollo, debe poseer a fortiori el PATRIMONIO GENÉTICO o “GENE ONTOLÓGICO O MÍSTICO” , en el que queda configurada, ontológica o místicamente, su espiritual constitutividad personal.
Por ello, lo primero que otorga la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA al espíritu humano es la “vivencia” con su experiencia inmediata y primigenia de la conciencia extática (Véase Éxtasis) en permanente actualidad. La vivencia es, pues, el convivere ontológico que abre la experiencia al absoluto. La vivencia es, en sí misma, inefable. Es vida tan comunicativa, codificada en el verbo, que, desbordando todo lenguaje, puede descodificarse en los distintos lenguajes: común, estético, científico. Este convivere, esta vivencia prístina, originaria, es tan pujante, tan vigorosa, tan dinámica que nos hace exclamar con el Obispo de Hipona: inquietum est cor nostrum donec requiescat in te. Toda experiencia humana es, por otra parte, la expresión espaciotemporal del convivere. ¿Qué añade la vivencia a la experiencia? La respuesta es sencilla: la supra-espacio-temporalidad. La vivencia, ordenada a adquirir carácter experimental y experiencial con el paso del tiempo y el desarrollo espiritual y sicosomático del ser humano, afecta a sus diversos ámbitos de relación y comunicación : espiritual, síquico, somático, social, histórico, y a la forma cómo se da esta relación y comunicación.
Toda forma de experiencia del ser humano tiende a expresarse vivencialmente conforme a sus dos naturalezas: deitática y humana. Nada hay en la persona humana que quede ajeno a esta vivenciación para su incrementación o elevación o, al contrario, para su deterioro o degradación.
Activar la INTUICIÓN, la FRUICIÓN y la libertad por la CREENCIA, la EXPECTATIVA y el AMOR es entrar en la esencia de la vivencia. Esta esencia es el éxtasis, del que todo ser humano posee, de algún modo, experiencia aunque la experiencia extática no esté formada ni educada. La experiencia extática, siendo transverberativa, es, sobre todo, dialógica; en ningún caso, es intimidad dialogal del ser humano consigo mismo.
La experiencia es espacio-temporalización de la vivencia. Esta espacio-temporalización va siendo explicitada en la consciencia a medida que se va desarrollando el organismo y la persona es capaz de ejercitar las funciones sicosomáticas. Más que la expresión tradicional “uso de razón”, habría que decir más bien, hablando con propiedad, “uso de consciencia”. El ser humano adulto se caracteriza por el uso responsable de consciencia, esto es, por el uso de la libertad, síntesis de la inteligencia y la voluntad, en cuanto que el ACTO LIBRE, para que sea responsable, necesita de la advertencia de la inteligencia y del consentimiento de la voluntad. (Véase UNIDAD DE VIVENCIA)
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