Diferencia entre revisiones de «DIVINA PRESENCIA SANTIFICANTE O MÍSTICA PROCESIÓN»

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Revisión actual - 10:38 21 sep 2024

DIVINA PRESENCIA SANTIFICANTE O MÍSTICA PROCESIÓN: ¿Qué diferencia existe entre la divina presencia constitutiva y la mística procesión o divina presencia santificante? – F. Rielo habla del ser humano en su carácter de persona a nivel dianoético , constitutivo o deificans , que, aunque ordenado al nivel santificante, no es en sí mismo salvífico. Nuestro estado de ser, a nivel HIPERNOÉTICO , santificante o TRANSVERBERANS , es un nuevo orden, nueva personalidad; es el “hombre nuevo” (Col 3,10; Ef 4,22ss), ser humano renovado en Cristo (Ef 2,15); «Si alguno está en Cristo es una nueva creación; el ser antiguo ha desaparecido, hay un ser nuevo» (2Cor 5,17; Gál 6,15); hay un nuevo nacimiento por el bautismo (Jn 3,5; Tit 3,5), por la palabra de verdad (Sant 1,18; 1Pe 1,23), por la fe como don divino (Jn 3,5; 1Jn 5,1-4). El orden santificante es, pues, el nuevo estado de ser en que deja a nuestro espíritu la mística procesión. Esta es elevación de la divina presencia constitutiva al orden TRANSVERBERANS o cristológico. Se llama mística procesión porque es la processio radicalis , gracia santificante que procede de Dios, en la que hacen síntesis las procesiones místicas, virtudes, dones, bienaventuranzas; su sujeto atributivo (Véase SUJETO ABSOLUTO Y SUJETO ATRIBUTIVO) es el Espíritu Santo. Una cosa es, por tanto, el hecho de que Dios esté presente constituyéndonos, y otra cosa es que Dios esté presente santificándonos. En ambos casos, es divina presencia del sujeto absoluto en el espíritu.

La divina presencia constitutiva en nuestro espíritu es la geneticidad que nos hace místicamente congenéticos (Véase Congénesis y Congeneticidad) con las personas divinas. Es la riqueza ontológica que compartimos con las personas divinas; es, en definitiva, lo que san Juan de la Cruz corrobora, elevada la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA a nivel santificante (mística procesión), con las siguientes palabras: «De donde como Dios se le está dando con libre y graciosa voluntad, así también ella teniendo la voluntad tanto más libre y generosa cuanto más unida en Dios, está dando a Dios al mismo Dios en Dios, y es verdadera y entera dádiva de el alma a Dios. Porque allí ve el alma que verdaderamente Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, con propiedad de derecho, como hijo de Dios adoptivo, por la gracia que Dios le hizo de dársele a sí mismo, y que, como cosa suya le puede dar y comunicar a quien ella quisiere de voluntad; y así, dale a su querido, que es el mismo Dios que se le dio a ella; en lo cual paga ella a Dios todo lo que le debe, por cuanto de voluntad le da otro tanto como dél recibe»[1].

La DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA, como la mística procesión o gracia santificante, es tan de Dios (acción agente) como nuestra (acción receptiva): es don que hemos recibido, nuestro PATRIMONIO GENÉTICO, con el cual podemos hacer, libremente, lo que queramos porque nos capacita para ello. La libertad es exigitiva de la existencia del modelo absoluto , porque si el modelo absoluto no nos estuviera constituyendo intrínsecamente con su presencia, no habría razón ontológica de la responsabilidad. La libertad en sí misma no tiene dirección ni sentido; es una libertad informe, a la deriva; lo cual es falso. Precisamente, el ser humano es responsable porque es libre, pero posee, genéticamente, una libertad formada por el amor: místico u ontológico amor del divino o metafísico amor.

La mística procesión es la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA elevada al orden de la gracia santificante. La tradición teológica la ha designado con el nombre de inhabitación trinitaria que, procediendo de Dios en el creado espíritu humano, es lo increado de nuestra persona. San Cirilo de Alejandría corrobora esta increación y procesión ad extra con el siguiente texto: «¿Cómo puede decirse hecho a aquel que imprime en nosotros la imagen de la esencia divina y fija en nuestras almas el distintivo de la naturaleza increada? El Espíritu Santo no diseña en nosotros la esencia divina a la manera de un pintor —sería distinta de él—; no nos hace a imagen de Dios de esta manera. Porque es Dios y procede de Dios, se imprime, como en la cera, en los corazones de los que le reciben, a la manera de un sello, invisible; por esta comunicación y asimilación con él, devuelve a la naturaleza humana su belleza original y rehace al hombre a la imagen de Dios»[2].

_¿Qué significa que la mística procesión es la esencia de la Iglesia Católica? –_La mística procesión es la esencia de la iglesia católica. La DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA , a nivel dianoético, es la esencia de la sociedad, por tanto, de las naciones, de la familia, de la historia, de la cultura y de las religiones. Según F. Rielo, la expresión ‘la mística procesión es la esencia de la Iglesia Católica’ significa, en su acepción más general, que la gracia sobrenatural o la vida mística que viene de Dios, de la que es sujeto atributivo el Espíritu Santo, es la esencia de la Iglesia Católica[3].

La mística procesión es la verificación del modelo absoluto o modelo GENÉTICO a nivel HIPERNOÉTICO ; la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA es la verificación del modelo genético a nivel DIANOÉTICO . Dicho de otro modo, el resultado de la mística procesión como esencia transcendental de la Iglesia es la transverberación ontológica o mística que es su esencia formal. Esta transverberación mística, a nivel HIPERNOÉTICO, es verificación experiencial de la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN o Santísima Trinidad; en este sentido, la procesión es transcendente selectivo en grado eminentísimo y plenísimo del modelo genético. La transverberación mística, a nivel dianoético, resultado de la divina presencia constitutiva como esencia transcendental, es verificación experiencial de la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN o Santísima BINIDAD, siendo la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA el transcendente del modelo genético actuando en la sociedad, en la familia, en la historia, en la cultura, en la ciencia, etc., porque son ámbitos y dimensiones del ser humano definido, a nivel dianoético, por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA; a nivel HIPERNOÉTICO, por la divina presencia santificante o mística procesión.

Subraya nuestro autor que la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN es, ad extra, el modelo supremo de nuestra DEIDAD , elevada al orden sobrenatural, con modelo, como afirma el Concilio Vaticano II en el misterio de la unidad de la Iglesia, que a su vez remite al Misterio Trinitario: «El supremo modelo y supremo principio de este misterio [de la unidad de la Iglesia] es, en la Trinidad de personas, la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo»[4]. Con un acento propio: «Puedo interpretar el término ‘en el Espíritu Santo’, conforme a mi sistema, del siguiente modo: el ámbito racional del axioma [] se contiene en el excedente metafísico por ser este quien satisface con razón de fin la concepción genética, en el ámbito revelado, del principio de relación []. Esta fórmula ‘en el Espíritu Santo’ convierte a la Trinidad de personas en supremo modelo y principio de la unidad de la Iglesia en tal grado que, seguramente, puedo afirmar, concorde con el Concilio, que la Iglesia procede místicamente [mística procesión] de su principio. El enunciado es exacto: la mística procesión es la esencia de la Iglesia católica porque esta procede místicamente [mística procesión], con sujeto atributivo en el Espíritu Santo, de la Santísima Trinidad. Este misterio de la Iglesia, supuesta la creación de sus miembros, reside, en última instancia, en la definición confirmada por Cristo: “dioses sois” (Jn 10,34)» [5].

El Espíritu Santo ha sido históricamente reconocible por la humanidad, aunque no como persona divina realmente distinta, sino como una especie de hálito que infunde en la persona humana una balbuciente aspiración a algún grado de santidad consistente, cuando menos, en el lamento del MAL moral y en la gratitud del bien. La manifestación comunitaria de esta aspiración la constituye el hecho de la fundación de religiones para tratar de vivir una vida espiritual.

F. Rielo afirma que el sujeto absoluto de la mística procesión son las personas divinas, actuando como único principio de santificación; el sujeto atributivo (persona divina a la que se atribuye esta misión) de la mística procesión es el Espíritu Santo que, inspirando (atrayéndose hacia sí) la forma de unidad del Padre con el Hijo, inspira en la Iglesia, comunidad de bautizados, esta forma de unidad o plenitud de vida trinitaria: «Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré» (Jn 16,7)… Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,13).  Asevera asimismo nuestro autor que «El Espíritu Santo inspira a la Iglesia Católica; y la Iglesia Católica es inspirada por el Espíritu Santo». La síntesis de la procesión es un exacto: La Iglesia procede, por vía de inspiración, del Espíritu Santo. La negación de esta mística procesión degrada la realidad ontológica de la Iglesia a puro historicismo. El sentido de su ayuda a los seres humanos en sus dolores decaería también en simple filantropía de la que Cristo expresamente advierte: «María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos… Dice Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que le había de entregar: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?… Jesús dijo: “Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mi no siempre me tendréis” (Jn 12,3-7)»[6].

¿Qué es lo esencial en la Iglesia? – Según el fundador de la Escuela Idente, la esencia misma de la Iglesia es aquella realidad a la cual se debe sujetar todo lo demás, y sin la cual no tienen unidad, dirección y sentido ni la liturgia y los sacramentos, ni la autoridad, ni los mandamientos o la moral. La mística procesión, esencia transcendental, cuyo resultado en la comunidad de los bautizados es la mística transverberación, que es la esencia formal. La mística transverberación es compenetración ontológica o mística entre los cristianos en virtud de la mística procesión. La transverberación mística es imagen y semejanza de la transverberación divina por la cual las personas divinas se compenetran entre sí constituyendo única unidad de amor absoluta en la cual se identifican todos los atributos divinos: verdad, bien, belleza, etc. La transverberación es, pues, concepción genética del amor elevado al orden santificante o caridad en la cual se sintetizan las VIRTUDES teologales de la fe y de la esperanza, las virtudes cardinales y morales, los dones del Espíritu Santo, las bienaventuranzas, las obras de misericordia y todo cuanto se refiere al patrimonio místico infundido en el bautismo, ratificado fortalecido en la confirmación y restaurado o incrementado con la oración y los demás sacramentos.



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  1. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, IV, 78.
  2. Thesaurus, assert. 34 (PG 75,689 D), trad. de J. Mahé, 475.
  3. El contenido de esta aserción viene corroborado, de diversas formas, por el Magisterio: «El Espíritu Santo es alma de la Iglesia» [anima Ecclesiæ] (Dz [3328], 2288 [3807s]…]), es “principio de unión” (L.G. c. 2,13; Unit. red., c.1,2) que santifica (L.G, c.1,4; c.2,11s.), inhabita y guía (Lumen gentium c.1, 4; c.2, 9; Unitatis redintegratio, c.1, 2), renueva (L.G. c.2, 9), edifica (L.G. c.2, 12) … a la Iglesia. El Concilio Vaticano II es sobreabundante en este tema en el Decreto Ad gentes. La Iglesia es, finalmente, Cuerpo Místico de Cristo que ‘viene’, ‘procede’, de lo divino porque Cristo es la cabeza (Dz 493, 575, 870, 3300s. 3800-3816…). Si la mística procesión o acción santificadora que procede del Espíritu Santo como sujeto atributivo y concomitantemente de la Santísima Trinidad («La Iglesia… toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre», Ad gentes, 2), no fuera la esencia de la Iglesia, la habríamos convertido en puro fenómeno historicista.
  4. Unitatis redintegratio, I, 2.
  5. F. Rielo, Santísima Trinidad. Cuestión histórica y crítica, 1992 (Manuscrito inédito).
  6. F. Rielo, Introducción a mi pensamiento, 1986 (Manuscrito inédito).