Diferencia entre revisiones de «ECUMENISMO»

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Revisión actual - 10:39 21 sep 2024

ECUMENISMO: Al proclamar la ‘validez universal del Jesús Metafísico’, nuestro teólogo metafísico desea desarrollar un ecumenismo de carácter ontológico. Con su CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN , o “SER+” , quiere colocar las bases sólidas de un ecumenismo ontológico o místico, previo al ecumenismo cristiano, y que pudiera ser aceptado, sin el dato de la infusa fe teologal, por la inteligencia humana. Esta ecumene[1], desde el nuevo paradigma metafísico genético, quiere ser universal, en lo filosófico y cultural, y no solamente en lo religioso. Así se expresa él mismo: «Me refiero con la palabra ecumenismo —derivada del término ecumene que indica el conjunto de la sociedad humana que habita el orbe—, a toda actividad del ser humano concebida universalmente, esto es, ordenada a la interrelación y comunicación de todos los seres humanos entre sí con sus religiones, sociedades, culturas y mentalidades»[2]. No está negando el ecumenismo clásico, ni el diálogo interreligioso. Su concepto de ecumenismo quiere ser más profundo y radical.

¿En qué sentido la BINIDAD fundamenta el diálogo ecuménico? – A esta pregunta la responden por sí mismas, a nivel existencial-histórico, las propias religiones históricas. De alguna manera, la BINIDAD (“dos términos de relación constituyentes del modelo absoluto”) está presente en las filosofías, en las culturas y en las religiones, aunque no sea una BINIDAD bien formada. A veces, sencillamente, aparece dicha BINIDAD constituida por el término Dios (unipersonal o impersonal), como primer término, y ‘yo’ o ‘nosotros’ como segundo término. No estamos todavía en el ámbito de la fe o ámbito HIPERNOÉTICO o de la razón fiducial, sino en el dianoético o de la razón credencial. (Véase BINIDAD).

Un ecumenismo de carácter universal solo puede partir de la inteligencia formada por la CREENCIA, energeia que posee todo ser humano en orden a dar dirección y sentido a su existencia, a su origen y destino, y a todo su quehacer en esta vida. Todas las religiones y culturas pueden partir de este hecho de experiencia en tal grado que aquello que nos une sea la actitud genética de la potenciación frente a la disgenesia del reduccionismo, la actitud genética de la inclusión frente a la disgenesia de la exclusión, y la actitud genética del diálogo frente a la disgenesia de la intransigencia. (Véase Disgenesia).

El ámbito deificans , general o ecuménico, es en el que se unen todas las religiones y culturas. Dios crea el espíritu con su éxtasis, siendo este el patrimonio ontológico de toda la humanidad. El éxtasis , cuya esencia es el amor, es, pues, la sustancia del ecumenismo. El ecumenismo se fundamenta en que todos podemos comunicarnos el vivir extático con la ley de la perfectibilidad y sus dos proyecciones: la inmanencia y la transcendencia. Toda religión y cultura tiende a la perfección en su transcendentalidad e inmanencialidad. Estas tres leyes (Véase LEYES ONTOLÓGICAS) que estructuran nuestro espíritu desde el primer momento de la concepción hacen que nuestro vivir extático sea un hecho antropológico anterior a toda religión.

El ámbito deificans (Véase DEIFICANS Y TRANSVERBERANS) está ordenado a la salvación que Cristo otorga, ya que Él supera este ámbito inaugurando el ámbito TRANSVERBERANS del éxtasis sobrenatural santificante. El ámbito general o ecuménico, lugar común de todas las religiones y culturas, incluido el cristianismo, se ordena al ámbito de la salvación o de la gracia santificante porque en el ámbito deificans se incluyen las “cosas verdaderas y buenas”[3], los “preciados elementos religiosos y humanos”[4], las “semillas de contemplación”[5], los “elementos de verdad y de gracia” [6], las “semillas de la Palabra”[7], los “destellos de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”[8], que se encuentran —según el Concilio Vaticano II— en las grandes tradiciones religiosas de la humanidad. También el Concilio afirma que «La Iglesia Católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y de santo»[9]. La expresión de san Justino “semillas del Verbo” indica que hay fragmentos de verdad y sabiduría también en las demás religiones, pues la verdad y sabiduría proceden del mismo y único Dios que se manifiesta plenamente en Cristo. El Concilio Vaticano II llega a decir que «El Espíritu Santo llama a todos los hombres a Cristo por las semillas del Verbo y por la predicación del Evangelio»[10]. No podemos negar, pues, estos dos ámbitos: deificans, general o ecuménico, y TRANSVERBERANS, santificante o de la redención de Cristo.

No solo son los cristianos los que están llamados a aspirar a la santidad; antes bien, todo ser humano, por el hecho de haber sido redimido por Cristo, es también candidato indiscutible a esta aspiratio sanctitatis. Este hecho de carácter universal, que tiene su razón de ser en que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de su Creador, funda el ecumenismo. La corroboración de este hecho viene explicitada en las palabras de Cristo: «Tengo otras ovejas que no están en este redil, también a estas tengo que atraerlas para que escuchen mi voz» (Jn 10, 16).

La CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN , con su método, abierta ecuménicamente a todos los sistemas de pensamiento, a todas las religiones, a todas las actitudes vivenciales, a todo compromiso con los valores humanos y, lo que es más insólito, a todas las ciencias, a toda industria y esfuerzo tecnológico a favor del BIENESTAR FÍSICO, SICOLÓGICO Y ESPIRITUAL del ser humano. El ecumenismo es concebido, de este modo, en sentido espiritual, cultural y científico: el espiritual puede manifestarse en un ecumenismo en sentido estricto, por ejemplo, de la Iglesia Católica con las Iglesias cristianas no católicas, y un ecumenismo en sentido amplio, que se dirige también al judaísmo, al islamismo y otras religiones del mundo; el ecumenismo cultural se refiere al diálogo abierto entre todas las culturas; y el ecumenismo científico se refiere a la relación comunicativa e interactiva entre todas las ciencias (entre las del espíritu, entre las de la naturaleza y todas las ciencias entre sí). De este ecumenismo científico nos habla D. Dubarle al sostener que «la ciencia y la técnica científica aparecen como el primer valor tangiblemente ecuménico del pensamiento y de la existencia del hombre»[11].



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  1. Me refiero con la palabra ‘ecúmene’, del griego οἰκουμένη [oikuméne], que indica el conjunto de la sociedad humana que habita el orbe, a toda actividad del ser humano concebida universalmente, esto es, ordenada a la interrelación y comunicación de todos los seres humanos entre sí con sus religiones, sociedades, culturas y mentalidades.
  2. F. Rielo, Concepción genética del método, Propedéutica, Nueva York 2002 (Inédito).
  3. Lumen gentium 16.
  4. Gaudium et spes 92.
  5. Ad gentes 18.
  6. Ad gentes 9.
  7. Ad gentes 11, 15.
  8. Nostra aetate 2.
  9. Nostra aetate 2.
  10. Ad gentes 15.
  11. En el Prólogo a La technocratie, nouveau pouvoir de J.L Cottier, 1959.