LA NUEVA METAFÍSICA DE FERNANDO RIELO

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LA NUEVA METAFÍSICA DE FERNANDO RIELO

José María López Sevillano

(Nueva York, 1990)

Publicada en

VARIOS, Aportaciones de pensadores españoles contemporáneos,

Fundación Fernando Rielo, Madrid 1991, 69-108

Ciclo de Pensamiento Español,

Madrid, 8 de mayo de 1990.

 

INTRODUCCIÓN

Sería superfluo insistir en esta conferencia que el material manuscrito, aún inédito del sistema filosófico de Fernando Rielo, depositado en la Escuela Idente, suma varios volúmenes referidos a su “Concepción genética de la metafísica”, a su “Teología Metafísica”, a su “Teología Física”, a sus estudios críticos sobre el principio de identidad, metafísico y lógico, recogidos en sus manuscritos de “Crítica a los sistemas filosóficos y escuelas teológicas”, y, en general, los estudios realizados sobre las diversas disciplinas con fundamento en la metafísica genética. Este material inédito del sistema genético es fruto de su intensa labor personal y con dicha Escuela por espacio de unos treinta años.

Los compendios publicados, que posiblemente todos ustedes conocen, están recogidos en las dos obras dedicadas al ciclo del pensamiento español en el Aula de Pensamiento de la Fundación Fernando Rielo, ¿Existe una Filosofía Española? y Raíces y valores históricos del pensamiento español con los respectivos títulos de “Hacia una nueva concepción metafísica del ser” y “Concepción genética de lo que no es el sujeto absoluto y fundamento metafísico de la ética”[1]. Estos dos compendios son una pequeña síntesis de lo que es el legado metafísico de nuestro filósofo. Su posible hermetismo queda justificado por la condensación de su sistema en el espacio que de sí pueden dar dos conferencias, lo cual debe evaluarse, a mi parecer, como un esfuerzo titánico de síntesis por parte del autor a la cual no estamos acostumbrados[2]. Fernando Rielo nos ha presentado dos textos de estudio en los que podemos adentrarnos y entrever la enorme importancia y originalidad de su sistema, no sólo en la historia del pensamiento español, sino también en la historia de la filosofía. Podemos, asimismo, analizaren estas dos conferencias las dos partes fundamentales de su sistema genético: una crítica, que pone de manifiesto el modelo en contrastación con otros sistemas, y otra analítica, que consiste en el estudio específico del modelo que, por su originalidad, no necesita de otro precedente que el que subyace en la revelación de quien Fernando Rielo denomina el “más excelso metafísico de todos los tiempos: Jesucristo”. Si Cristo testifica de sí mismo que es el “camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), en El, indudablemente, debe verificarse, al menos para el creyente, la clave de la interpretación de la historia, del ser y de la vida. El campo racional de la metafísica genética, no obstante, puede ser considerado con independencia de la revelación de Cristo, y, en virtud de la naturaleza misma de la certeza de la concepción genética del principio de relación, puede ser admitido en los dos aspectos: sub ratione absolutitatis (aspecto metafísico), por el pensamiento humano; sub ratione divinitatis (aspecto teológico), por todas las religiones[3]. De ser aceptada esta metafísica, asistiríamos en la historia del pensamiento al nacimiento de un paradigma metafísico específicamente cristiano sin necesidad de recurrir a otras filosofías, y España, por primera vez, habríase hecho depositaria de una metafísica sin precedentes. No es mi intención realizar un estudio comparado del sistema rieliano con nuestros mejores filósofos del siglo XX (Unamuno, Ortega y Zubiri), sino detenerme, con mi modesta aportación, en algunas posibles aclaraciones para mejor ahondar en los textos ya publicados de nuestro filósofo.

1.- En qué consiste una metafísica pura

Fernando Rielo distingue los conceptos de “metafísica” y “filosofía”. Existen muchas filosofías o interpretaciones descriptivas del ser, del mundo, del hombre, de la sociedad, del lenguaje, del conocimiento, de la ciencia, de la historia, etc., pero existe una sola “metafísica pura”[4] o “metafísica genética” cuyo lenguaje es la definición. El objeto de esta metafísica es la concepción genética, dentro del ser, del principio de relación.

Tres características importantísimas, que mutuamente se implican, debemos tener en cuenta para, en contraste con el “simple filosofar”, proceder al recto “pensar metafísico”:

a) forma de elevación a absoluto,

b) ruptura de la identidad absoluta,

c) exclusión del campo fenomenológico.

.- El intento de fundamentación de los sistemas de pensamiento ha consistido en establecer como axioma absoluto o puro una realidad expresada por una noción, de tal modo que no puede existir un término “x” que, superior a ésta, la defina. El imperativo de un apriori del cual se parte con el propósito de interpretar la realidad es la característica en la que convienen todos los sistemas en el campo de la metafísica. Este apriori, resultado de la elevación simpliciter de una noción a absoluto, cumple las funciones de una ley universal en la que se contenga, se derive o explique la realidad[5]. Los filósofos han partido de este apriori que se erige en axioma o principio absoluto de su sistema (Tales de Mileto, el “agua”; Parménides, el “ser”; Aristóteles, la “sustancia”; Hegel, el “espíritu absoluto”; Zubiri, la “realidad”[6]...). Estas nociones son el definiens absoluto que determina al respectivo sistema. La capacidad de resistencia de este apriori se mide por su influjo en la historia del pensamiento y de la cultura humana. Si analizamos detenidamente estos aprioris filosóficos, se manifiestan con el supuesto de la identidad y la dificultad de prescindir del campo fenomenológico; por esta razón, quizás, no podría hablarse en ellos de una metafísica pura, sino de “filosofías” con “vocación a una metafísica”. Este axioma, obtenido por elevación a absoluto de una noción, y que tiene la pretensión de comportarse como ley universal de la que se deriven Dios y el mundo, es metafísicamente falso en virtud de la identidad de esta ley consigo misma. No existe en metafísica genética una elevación simpliciter a absoluto de la que se deriven Dios y el mundo. La CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN no es obtenida por esta elevación simpliciter; en este caso, habríamos establecido la identidad absoluta “relación es relación” con sus carentes de sentido sintáctico, semántico y ontológico[7]. No puede hablarse de una relación elevada a principio, sino la “forma cómo” se da racionalmente esta relación, rota la identidad y excluido el campo fenoménico. Esta relación “bien formada” no puede ser otra que la intrínseca relación genética que establecen dos términos realmente distintos y entre sí inmanentes[8]. Volveremos sobre ello.

.- La metafísica genética, rechazando el seudoprincipio de identidad, establece la concepción genética del principio de relación: la noción identitática de ser (“ser es ser”, “ser en cuanto ser”...) carece de sentido sintáctico, semántico y ontológico[9]: sintáctico, porque, siendo el predicado el mismo sujeto, nada añade al conocimiento; semántico, porque, las fórmulas identitáticas, cerradas en su absoluta inmanencia, quedan vacías de toda significación, de tal modo que es lo mismo decir “identidad es identidad” que “∼identidad es ∼identidad” o “ser es ser” que “∼ser es ∼ser”[10]. La carencia de sentido ontológico de la identidad tiene, para nuestro autor, dos consecuencias fundamentales:

a) La identidad, no pudiendo salir de sí misma, no puede, a su vez, alcanzar a ninguna noción; es decir, “identidad es identidad” no alcanza a “ser es ser”, “sustancia es sustancia”..., ni siquiera a su propia “identidad es identidad”.

b) La raíz última del absurdo de la identidad consiste en que, implicando una sucesión inmanente y regresiva de repliegue hacia sí misma en virtud de una supuesta búsqueda de un principio enigmático por el que la identidad pueda llegar a ser identidad, nunca puede alcanzarse dinámicamente a sí misma; el resultado es la identidad contra su propia identidad. Esta identidad parmenídica aloja en sí un seudoestatismo contra un seudodinamismo[11]. En esto consiste, según Fernando Rielo, la contradicción fáctica que implica la identidad: “identidad es contra identidad” y no, conforme a la tradicional fórmula, “identidad∧∼identidad al mismo tiempo”. La contradicción y la ∼contradicción, derivadas de la identidad, son, para la metafísica genética, seudoconceptos[12]. Esta metafísica sustituye, finalmente, la identidad absoluta por la congénesis absoluta[13].

.- El campo fenomenológico es lo circunstancial, lo variable, dado a la complejidad de las distintas filosofías y a las llamadas ciencias empíricas. La determinación de su validez es relativa y pertenece a los procesos evolutivos de las leyes que rigen el fenómeno; a su vez, estas mismas leyes fenomenológicas son cambiantes por su carencia de absoluteidad. El campo fenomenológico es, sin embargo, sujetado por el sujeto absoluto por medio de la ACTIO IN DISTANS: ésta es la constante desde el punto de vista metafísico de las leyes y su realidad fenomenológica. Téngase presente que el campo del absoluto, separando el campo fenomenológico (aunque sujeto por la ACTIO IN DISTANS), no es, de ninguna manera estático, sino determinación de su “acto puro”; la creación y la evolución, aunque su supuesto último es la metafísica genética, pertenecen al campo fenomenológico. Elevados a absoluto la creación y la evolución, habríase establecido el absurdo de la identidad: “creación es creación (creacionismo) y”evolución es evolución” (evolucionismo). Por último, si la identidad absoluta es absurda, la supuesta identidad accidental aristotélica es rechazada por la experiencia. No existe una supuesta identidad accidental en medio de las variaciones o circunstancias; por ejemplo, la identidad de una casa consigo misma queda destruida por un incendio donde sólo queda un montón de cenizas. Lo que existen son leyes que rigen los fenómenos cuya constante transcendental es la ACTIO IN DISTANS. El vacío de ser o lo que no es el sujeto absoluto es regido transcendentalmente: por la ACTIO IN DISTANS del sujeto absoluto, para las cosas; por la presencia constitutiva del sujeto absoluto, para los seres.

La primera connotación metafísica de lo “genético” es, por tanto, la “forma cómo” se manifiesta la relación elevada a absoluto, la ruptura de la identidad sustituyéndola por la congénesis, y la exclusión del campo fenomenológico.

2.- Punto de partida de la metafísica genética

El modelo genético es la concepción genética del principio de relación. Elevada la relación a absoluto, rota la identidad y excluido el campo fenomenológico, se observan racionalmente dos términos constitutivos de esta relación: no menos de dos, porque habríase aniquilado la relación; no más de dos, porque un tercer término es excedente racional. Sin embargo, el campo racional del modelo genético, aunque es consistente, completo y decidible[14], no es satisfacible en virtud de que quedan ciertas funciones que pueden ser cumplidas por un tercer término: existen indicios racionales de la existencia de un tercer término. Estos indicios racionales nos llevan a afirmar que la existencia de este tercer término no es un absurdo o imposible. Un cuarto término sería ya absolutamente innecesario pues todas las funciones quedan satisfechas por el tercero. Los dos términos, a su vez, de la concepción genética del principio de relación o son nada o son ser: no pueden ser “nada” porque la metafísica es ciencia del ser y no de la nada (la nada, elevada a principio, degrada en los carentes de sentido propios de la identidad); son ser+[15], es decir, dos seres genéticamente complementarios y realmente distintos, cuyo símbolo es [][16]. Estos dos seres, que constituyen la concepción genética del principio de relación, “videncian”[17] las siguientes características:

- Son axioma puro; por tanto, indemostrables[18].

- La diferencia real de los dos seres, concepción genética de la diferencia, tiene la misma fuerza que su unidad absoluta, concepción genética del unum, en virtud de su complementariedad intrínseca de estos dos seres [].

- Si forman, en virtud de su complementariedad, una unidad absoluta, son único sujeto absoluto con su único ACTO ABSOLUTO[19], única congénesis, única CIRCUNGÉNESIS, única transverberación...

- Son abiertos entre sí; no es apertura simpliciter (apertura es apertura), sino, en virtud de la complementariedad intrínseca, “apertura genética” por la que define a y es definido por ; de aquí, que y sean dos seres realmente distintos: no es y no es . Los subíndices “1” y “2” tienen el significado de que los dos seres ocupan su lugar ontológico ( es el agente; , el paciente; es el activo; , el pasivo); quiere decirse, no son intercambiables pues habríase incurrido en la identidad “ es ” o “ es ”, desapareciendo los lugares ontológicos “1” y “2”; es decir, “S es S”. , por su parte, no es absoluto pasivo, sino “acción receptiva”; en caso contrario, habríamos quedado atrapados en la identidad “pasivo es pasivo”. es “acción agente” de su “acción receptiva” y es “acción receptiva” de su “acción agente”.

- Son abiertos ad extra. Lo que no es el sujeto absoluto o vacío de ser es, en virtud de su apertura genética ad extra, por él sujetado: no existe “vacío de ser es vacío de ser”. Esta es la primera manifestación ad extra del sujeto absoluto: la aniquilación apriori de la nada absoluta: su resultado es el vacío de ser o posibilidad genética de la libre creación por el sujeto absoluto[20]. La negación de lo que es el sujeto absoluto degradaría en el nihilismo absoluto; la negación de lo que no es el sujeto absoluto degradaría en el panteísmo[21]. La apertura ad extra del sujeto absoluto, supuesta la libre creación por él de seres y cosas, tiene dos vías: su presencia constitutiva o “inhabitatio”, en los seres; su “actio in distans”, en las cosas. “La apertura genética hace de la persona humana realidad abierta al sujeto absoluto”[22]

- El sujeto absoluto no es constituido por independiente de , ni por independiente de porque habríamos establecido la identidad, no sólo de “ es ” y de “ es ”, sino también de “sujeto absoluto es sujeto absoluto” siendo intercambiable por ( es sujeto absoluto) o por ( es sujeto absoluto).

- El sujeto absoluto es constituido por , que es el axioma absoluto. No existe la identidad “sujeto absoluto es sujeto absoluto”, sino que la concepción genética del sujeto absoluto es ser constituida por dos seres [] en complementariedad genética: son inseparables y de la misma naturaleza; es decir, congénitos constituyentes de la concepción genética de único sujeto absoluto.

- La suprema expresión del ser es la persona[23]; por tanto, [] son dos seres personales [//][24]. No existe en el modelo genético la “persona” (persona es persona), sino dos personas [] que, siendo único axioma, se definen genéticamente entre sí con imposibilidad de un término que superior a ellas las defina. El modelo genético, a nivel racional, no es, de este modo, “Trinidad”, sino “BINIDAD”.

- // es axioma absoluto que: a) constituye único sujeto absoluto y único ACTO ABSOLUTO; b) / define (genetiza) a /; / es definido (genetizado) por /; c) //constituye única concepción genética de la sustancia (congénesis), esencia (transverberación), existencia (CIRCUNGÉNESIS)...

- La ingenitud activa de / hace imposible un / anterior a / pues habríase dado el absurdo de una regresión al seudoinfinito de S/P(/, ‘/’, ... n/n); el ingenerante activo de / hace imposible un tercer término “engendrado”, pues habríase dado el absurdo de una progresión al seudoinfinito de engendrados. La revelación aporta, sin embargo, un tercer término [/] que cumple las funciones que en el modelo racional no quedan satisfechas: por ejemplo, la réplica a la ingenitud activa de / y al ingenerante activo de /. Un / ya no es necesario pues no cumple ninguna función. [/ “con” /] o también[la ingenitud activa de / “con” el ingenerante activo de /] es nueva persona divina [/][25].

3.- Método

La metafísica genética tiene su propio método inherente al modelo; quiere decirse, no es convencional. Este método se compone de tres elementos: origen, sintaxis y réplica[26].

.- La sintaxis es de “objeto directo”; es decir, requiere de un agente, la acción de este agente y el objeto que con su acción receptiva es el término de la acción del agente. El concepto de agente no es lo mismo que el de sujeto: el agente necesita un término en complementariedad intrínseca que, inmanente a él, lo hace su propio objeto; el sujeto es la unidad pura constituida por el agente en complementariedad genética con el objeto. no es sujeto de , sino agente que hace de su objeto. constituyen, finalmente, único sujeto absoluto. Si el sujeto absoluto no fuera constituido por , habríamos introducido la identidad “sujeto absoluto es sujeto absoluto”.

.- El origen y la réplica se refieren, respectivamente, al agente y al objeto: origen de la acción es el agente; réplica a la acción del agente es la acción receptiva del objeto. El objeto recibe todo el carácter hereditario que tiene el agente; de aquí, el nombre de réplica que recibe el objeto, y el nombre de origen que recibe el agente. La transmisión del carácter hereditario no lleva consigo el dar la existencia: ésta o es por naturaleza o es por creación; en el sujeto absoluto, no pudiendo ser por creación, es por naturaleza.

.- Puede decirse que el discurso metafísico se resuelve en la sintaxis genética: acción de un agente (origen) en su objeto (réplica). La acción del agente en su objeto no quiere decir que el agente dé la existencia a su objeto porque uno y otro poseen ya la existencia en virtud de constituir único principio genético y única concepción genética de la existencia. Un ejemplo vulgar de sintaxis de objeto directo[27] ilustra la sintaxis genética: Pedro ama a Juana, Juana es amada por Pedro, no significa que Pedro da la existencia a Juana, sino que la convierte en objeto directo de su amor; es decir, Juana es el amor de Pedro (en el modelo genético tenemos que genetiza a ; es genetizado por ; es decir, es el gene de porque recibe el carácter hereditario de ).

.-La relación sintáctica, agente/objeto, origen/réplica, cancela la forma sustantiva “X es Y” por dos razones fundamentales: sintáctica, la ambigüedad que comporta el uso de una misma palabra “ser” como sustantivo y como cópula; metafísica, “X no es Y”. La forma sustantiva queda relegada al lenguaje común; esto es, a un lenguaje carente de principio. La exposición metódica de la metafísica de Fernando Rielo queda enriquecida por la utilización de fórmulas y definiciones de otras ciencias: manejo de la integral, derivada, diferencial, incremento, vectorial, atractor... Resulta también interesante en esta exposición un saber culto de la biogenética porque la observación científica de los seres vivientes aporta una imagen metódica de aquello en lo que son genéticamente ad extra réplica del sujeto absoluto. Tener presente estas cosas para el servicio de la expresión metafísica es signo de una cultura muy adecuada para quienes se forman como especialistas en este elevado saber[28]

.- Uno de los instrumentos metódicos de la metafísica genética es el “CORTE ANALÍTICO” consistente en separar dos nociones de las cuales una se convierte en teórica y la otra en absurdo o imposible.

.- La metafísica genética, haciendo crítica del seudoprincipio de identidad de pretensión metafísica, también la hace del principio lógico o ley de la identidad y sus implicaciones lógicas. Esta crítica, metafísica y lógica, del seudoprincipio de identidad se circunscribe también a la historia de los sistemas filosóficos. No existe, en la apreciación crítica de la metafísica genética, una lógica pura: hay muchas lógicas sobre las cuales se vierten muchas opiniones, pero no una lógica pura. La lógica simbólica, pongamos por caso, consiste en la simbolización del lenguaje natural, en ningún caso del lenguaje metafísico. Por su parte, todas las lógicas parten para explicarse a sí mismas de un extralógico.

3.- Concepción genética de lo que no es el sujeto absoluto

a) Aniquilación apriori de la nada absoluta

La afirmación de la nada absoluta, aparte de hacer imposible al ser porque quedaría en ella contradictoriamente incluido, es un carente de sentido sintáctico, semántico y ontológico porque degrada en el seudoprincipio de identidad “nada es nada”. La inexistencia de este no ser o nada absolutos impone, en virtud de la aniquilación apriori de la nada absoluta por el sujeto absoluto, que hay algo que no es el sujeto absoluto y es ad extra del propio sujeto absoluto. Este algo es el vacío de ser sobre el que actúa el sujeto absoluto porque está en función de la concepción genética del principio de relación y su sujeto absoluto: racional, [ ()]; revelado, [()]. Si el vacío de ser no estuviera en función del principio genético, habríase producido la identidad “vacío de ser es vacío de ser” con sus carentes de sentido. La ruptura de esta identidad es el espacio o apertura del vacío de ser en referencia al sujeto absoluto. El espacio es, por tanto, increado. El vacío de ser es objetiva posibilidad genética del mundo con sus criaturas[29]. El específico de esta posibilidad genética es la onda genética que proyecta ad extra el modelo absoluto sobre el vacío de ser destruyendo apriori la nada absoluta. La negación de esta aniquilación apriori de la nada absoluta y de la identidad del “vacío de ser es vacío de ser” por el sujeto absoluto llevaría a dos consecuencias absurdas: a la imposibilidad de la libre creación por el sujeto absoluto y al panteísmo. Podría objetarse la identidad del “espacio en cuanto espacio”. No existe tal identidad porque el espacio está constituido por un espacio y un antiespacio. La “onda genética” es la que establece la diferencia entre los dos espacios que son, como el vacío de ser, de carácter fenomenológico. La metafísica no es ciencia del vacío de ser ni de las cosas; sólo es ciencia del sujeto absoluto y su inhabitación en los seres: es decir, en los vivientes personales e impersonales. La ACTIO IN DISTANS, como acción ad extra del sujeto absoluto, pertenece también a la metafísica.

b) Formas de la creación

La libre creación por el sujeto absoluto toma dos formas: per inhabitationem, los seres; per actionem in distans, las cosas. La inhabitación ontológica por presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO define a la persona humana: sub ratione gratiæ creationis, en función del ACTO ABSOLUTO; sub ratione gratiæ sanctificantis, en función de las personas divinas. La presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO en el elemento creado de la persona humana hace de ésta deidad que le otorga, dentro del ámbito del conocimiento, una intuición, en términos generales, de la divinidad. Las personas humanas no se constituyen entre sí como las personas divinas, sino por la presencia constitutiva, deidad, del ACTO ABSOLUTO: las personas divinas, siendo realmente distintas, constituyen única divinidad[30]; las personas finitas son constituidas por la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO en única deidad y, al mismo tiempo, en personas realmente distintas. Se da, por tanto, dentro del ámbito místico, racional y revelado, la unión de dos increados: única divinidad con única deidad. La singularidad de cada persona humana consiste en la incrementación de la deidad por la divinidad.

La ACTIO IN DISTANS en el vacío de ser consiste en poner a las cosas a distancia del sujeto absoluto; en este sentido, carecen de presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO, y, por tanto, de metafísica. Las cosas, por esta causa, no son; solamente, existen. Su contenido real es el carácter fenomenológico que se reduce a las leyes físicas, químicas... que las rigen[31].

Refiriéndonos a la persona humana, no puede aplicarse a ésta el modelo absoluto porque: o bien se establecería el absurdo metafísico de dos modelos absolutos, o bien uno sólo con el absurdo también metafísico del panteísmo. La persona humana tampoco se define por otra persona humana, sino por la presencia constitutiva, inhabitación, del ACTO ABSOLUTO en el elemento creado de aquella por el sujeto absoluto[32]. Tiene, por tanto, un elemento creado y un elemento increado. Esta presencia constitutiva o inhabitación del ACTO ABSOLUTO y su sujeto absoluto en la persona humana eleva a ésta, discerniendo los dos campos, racional y revelado, a las más altas cimas de la ontología y de la mística. Si las personas divinas constituyen única divinidad, las personas humanas, en virtud de la inhabitación del ACTO ABSOLUTO, constituyen única deidad. Esta deidad, que se singulariza (no existe principio de individuación) en el elemento creado de la persona humana, es su increado; de este modo, el supuesto que define inmediatamente a la persona humana es increado (Dios no puede crear su propia presencia).

En nuestra deidad, que nos constituye como personas, es donde se da la consumación de nuestro ser personal (su origen y su destino). Finalmente, la persona humana, constituida en deidad en virtud de la inhabitación del ACTO ABSOLUTO, “procede” de Dios: a este acto de proceder Fernando Rielo lo llama “mística procesión”, objeto de la teología mística. Si no procediera (mística procesión) de Dios, el ser humano se quedaría en el absurdo identitático de “creado en cuanto creado”. Se dan, por tanto, dos increados: el sujeto absoluto, increado por su propia naturaleza; el ser humano, increado en virtud de la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO en su elemento creado.

4.- Metafísica y Teología: dos ciencias de único modelo genético

a) Unidad y diferencia

La metafísica y la teología son dos ciencias complementarias, no separables, que estudian el mismo modelo [//]: la metafísica, sub ratione absolutitatis; la teología, sub ratione divinitatis. No existe una metafísica simpliciter y una teología simpliciter: habríamos incurrido en la identidad “metafísica es metafísica” y “teología es teología”. La metafísica sirve a la teología de metalenguaje; la teología a la metafísica, de lenguaje objeto; y, al contrario, la teología sirve a la metafísica de metalenguaje; la metafísica a la teología, de lenguaje objeto.

No existen dos modelos, uno teórico y otro positivo, sino único modelo genético. En caso contrario, habríamos establecido el absurdo de dos absolutos: uno teórico (“teórico es teórico”) y otro positivo (“positivo es positivo”). [] es la matriz teórica[33] de la realidad positiva [] que constituyen único modelo absoluto. Si separamos analíticamente la persona del ser, la persona, al quedar vacía de su ser, se nos convierte en un imposible, y el ser en puro teórico. Esto quiere decir que lo teórico se implica en lo positivo y lo positivo en lo teórico: son dos seres congénitos que determinan formalmente la realidad genética de los que su suprema expresión son dos seres personales en complementariedad genética [//]. No hay mezcla del discurso metafísico y teológico, sino complementariedad; en este sentido, la metafísica es teológica y la teología es metafísica. Si hablamos del ser, nos tenemos que referir a su suprema expresión real, la persona; si hablamos de la persona, nos tenemos que referir a su contenido, el ser. No hay, sin embargo, confusión si se tiene en cuenta que: la metafísica estudia el modelo sub ratione absolutitatis (único sujeto absoluto constituido por dos seres [] cuya realidad suprema son dos personas []); la teología estudia el modelo sub ratione divinitatis (único Dios constituido por dos personas [] cuyo contenido son dos seres []). Nos encontramos, pues, ante un sistema de pensamiento que, no perdiendo el carácter universal de la razón, es específicamente cristiano. Este modelo tiene, a mi modesta opinión, la peculiaridad de que, por primera vez en la historia del pensamiento, eleva la teología a metafísica y la metafísica a teología.

Si pasamos al campo revelado, Cristo revela un tercer término [] que es excedente ontológico; por tanto, extrarracional[34]. El modelo racional [] es consistente, completo y decidible; insatisfacible, sin embargo, a la razón. Hay algunos indicios que nos dan idea de esta insatisfacibilidad: es ingénito y es ingenerante. La ingenitud activa de y el ingenerante activo de , aplicando el método genético (origen sintaxis y réplica), no tienen réplica. es réplica de sub ratione definitionis o sub ratione generationis, no sub ratione ingenitudinis activae; no puede ser réplica del ingenerante activo de porque es precisamente generante. Sólo un tercer término revelado [] podría cumplir las funciones de insatisfacibilidad del campo racional; en este caso, de la ingenitud activa de y del ingenerante activo de , siendo ingénito pasivo e ingenerante pasivo. aparece, de este modo, en el campo racional de la metafísica por las funciones que cumple. Cuando Cristo revela al Espíritu Santo como persona divina no está revelando ningún absurdo porque, cuando menos, cumple esas funciones. no es irracional, sino el transracional que satisface, en virtud de la revelación, el campo racional de la metafísica y de la teología: es dado al campo racional del método (origen, sintaxis y réplica).

b) Razón y revelación

No puede decirse que se haya cogido a la Santísima Trinidad para extraer el modelo teórico. No existe genéticamente la expresión “Santísima Trinidad es Santísima Trinidad”, ni “modelo teórico es modelo teórico”. El punto de partida es, hemos dicho, la concepción genética del principio de relación, que no puede tener menos de dos seres porque incurrimos en la identidad “ser es ser”, ni más de dos seres porque un tercer ser es excedente ontológico. La metafísica genética a nivel racional no es Trinidad, sino BINIDAD constituida genéticamente por dos seres complementarios que son único axioma absoluto. La “videncia” de estos dos seres no la proporciona la revelación cristiana, sino la concepción genética del principio de relación. Estos dos seres, teológicamente, tienen que ser personas que constituyen única divinidad: si sub ratione metaphisicæ define genéticamente (genetiza) a , sub ratione theologicæ engendra a ( es Padre porque transmite metafísicamente todo su carácter genético -gene- a , es Hijo porque, recibiendo todo el carácter genético del Padre es su hereditario -gene-). El modelo genético sólo nos pone de manifiesto que son dos personas divinas, Padre e Hijo []. Este modelo no satisface, racionalmente, la ingenitud activa de ni el ingenerante activo de . Tampoco nos dice que Cristo sea ese Hijo o ; este hecho pertenece a la revelación histórica. Si Cristo se manifiesta como Hijo de Dios, Verbo encarnado, su aceptación por el hombre pertenece, no a la razón, sino a la fe y, por tanto, a la revelación: la prueba definitiva de su divinidad fue, como nos atestigua San Pablo, su propia resurrección. Hay indicios racionales de la divinidad de Cristo puesto que la razón no es cerrada (“razón es razón”): la intuición, dice Fernando Rielo, es la apertura genética de la razón al absoluto. De todos modos, la razón no puede darnos metafísicamente evidencia de la divinidad de Cristo. Para el creyente cristiano, el del modelo, efectivamente, es Cristo porque la revelación por Cristo de su divinidad a la fe del creyente coincide con el modelo. A partir de la CREENCIA en la revelación de Cristo, se abren nuevos campos a esta metafísica y teología genéticas que no eran satisfechos, racionalmente, por el modelo genético a nivel racional. Este campo es abierto por Cristo con la revelación de nueva persona divina [] o Espíritu Santo. Cristo se revela, de este modo, como el metafísico por excelencia, y, por tanto, la metafísica genética es, para el creyente, específicamente cristiana; para el no creyente, solamente racional. El desarrollo del modelo genético supone dos campos: el racional y el revelado. De aquí, que el cristiano pueda servirse apologéticamente de una metafísica específicamente cristiana, sin necesidad de recurrir a filosofías foráneas[35], para dar testimonio de su fe.

5.- Terminología de la metafísica genética

Es obvia la limitación del lenguaje para expresar la realidad metafísica. El lenguaje metafísico no pertenece a la descripción, ni a formulaciones lógicas -aunque a veces accidentalmente las utilice-, sino a la definición. El estudio filológico, semántico o etimológico de los términos es subsidiario y no satisface su comprehensibilidad metafísica, debido, sobre todo, a las múltiples connotaciones históricas. Un término, acuñado en la historia del pensamiento, adquiere diversos matices e incluso cambio de significación al entrar en la órbita de un determinado sistema filosófico. La metafísica genética no requiere, por ejemplo, de los términos “esencia”, “existencia”, “sustancia”, “naturaleza”..., por la confusión a que se prestan; sin embargo, los utiliza en virtud de su abolengo histórico, pero dentro de una concepción genética. El lenguaje propio de la metafísica genética sustituye estos términos por nuevos términos que se ajustan más a su significación genética: concepción genética de la esencia es “transverberación”, concepción genética de la existencia es “CIRCUNGÉNESIS”, concepción genética de la sustancia es “congénesis”, concepción genética de la naturaleza es “CONFORMOGÉNESIS”... No tienen significación metafísica alguna, concebidas de modo simpliciter, las nociones de “existencia”, “sustancia”, “naturaleza”...

Es sabido, por otra parte, que la llamada “metafísica histórica” utiliza, debido al influjo del principio de identidad, definiciones viciosas y tautológicas que son, como tales, carentes de sentido. Decir, por ejemplo, que la esencia es “aquello por lo cual una cosa es lo que es” es lo mismo que decir que “aquello por lo cual una cosa es lo que es” es la esencia. No hay un término “x” que defina lo que es la esencia. La seudodefinición de “esencia” no sale de la identidad “esencia es esencia” en virtud de que las expresiones “aquello”, “por lo cual”, “cosa”, “lo que es”, son meros descriptivos que, envueltos en la identidad, no definen nada, ni son definidos por nada, ni alcanzan al supuesto término “esencia”. Estas definiciones degeneran, además, en el absurdo de la petitio principii: “¿qué es aquello que hace que aquello por lo cual una cosa es lo que es sea esencia?”.

La terminología de la metafísica genética sólo puede entenderse dentro del sistema genético y está en el contexto del desarrollo del discurso. Exponemos, a continuación, algunos términos fundamentales de esta metafísica genética:

a) Gene. El gene es el contenido metafísico del ser+; de aquí, la expresión “el ser tiene gene”:

- Negativamente significa la sustitución de la “identidad” por la “congenitud” de dos seres que “videncia” racionalmente la concepción genética del principio de relación []:

. No existe, por tanto, la identidad “gene es gene”.

. No existe es , ni es , sino que es abierto (define) a ; es abierto (es definido) por ; es decir, y son entre sí inmanentes y constituyen una relación intrínseca. ¿Cuál es, pues, el contenido de la definición? El gene: genetiza a ; es genetizado por .

- Positivamente significa que transmite todo su carácter hereditario a porque sobre recae la acción de . No le da la existencia porque ya la tiene en virtud de constituir la concepción genética del principio de relación única existencia: tan existente es como . ¿Qué es lo que hace respecto de ? Formarlo como objeto, como engendrado, como ingenerante y como fin; es, a su vez, acción receptiva de haciendo que sea agente, ingénito, generante y origen. No son dos sujetos absolutos, ni dos actos absolutos, sino que el agente [] y el objeto [] en complementariedad genética constituyen único sujeto absoluto con su único acto también absoluto. Son, por tanto, dos seres constituyentes de la concepción genética de único sujeto y ACTO ABSOLUTO. Un solo ser absoluto no puede constituir ningún ACTO ABSOLUTO porque, cerrado en sí mismo (identidad), se convierte en inactuante absoluto; carente, por consiguiente, de origen y de fin metafísicos: el ACTO ABSOLUTO requiere la complementariedad genética de dos seres entre sí abiertos e inmanentes [] en virtud de los cuales es agente (origen) de su objeto (fin) []; este objeto [] no es un pasivo absoluto, sino acción receptiva de la acción agente de . La concepción genética de único ACTO ABSOLUTO está constituida por dos seres en complementariedad genética bajo la razón de acción agente y acción receptiva, de origen y fin metafísicos; un ACTO ABSOLUTO que careciera de estas propiedades genéticamente constitutivas sería informe y, desde luego, absurdo: “ACTO ABSOLUTO es ACTO ABSOLUTO” con sus carentes de sentido sintáctico, semántico y ontológico[36].

-atributivamente: si el ser tiene gene, ¿cuál es la forma de posesión de este gene por el ser? El modelo genético, sabemos, es constituido por dos seres personales (la suprema expresión del ser es la persona) en complementariedad intrínseca [//]. / es el origen del gene; por tanto, / tiene gene. El gene o es lo mismo que / o es realmente distinto que /; si fuere lo mismo habríamos incurrido en la identidad / es /; tiene que ser realmente distinto. Si es realmente distinto, o es persona o menos que persona: no puede ser menos que persona porque habríamos introducido el impersonalismo en el sujeto absoluto; luego es nueva persona. Si es nueva persona realmente distinta de /, este nuevo ser personal no puede ser otro que /. Por tanto, / tiene gene; / es el gene de /. Esta simbolización del ser personal puede simplificarse en la de persona [P]. ¿Qué significa que es el gene de ? Que es genetizado por : recibe de todo su carácter hereditario; es decir, engendra (transmite todo su carácter hereditario) a ; es engendrado por . Si transmite a todo su carácter hereditario, es todo su carácter hereditario o gene. Puede decirse, entonces, que engendra a en virtud de que tiene el gene que es . Finalmente, si es el origen del gene y es el gene, nos encontramos que el modelo racional no satisface la noción de fin del gene en porque ya es el gene. Esta función de fin del gene es satisfecha por nueva persona revelada []. El modelo revelado [] satisface el contenido genético de los tres seres personales: es el origen del gene, es el gene, es el fin del gene. En el ser humano, su metafísico carácter hereditario, gene, es su “deidad”. Esta deidad está formada por la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO y su sujeto absoluto en el elemento creado de la persona humana; de otro modo, la persona humana sería imposible.

b) Persona. No existe en metafísica genética el concepto de “persona simpliciter” (persona es persona), sino dos personas [], que, siendo la suprema expresión de dos seres [] son el axioma absoluto que constituye la concepción genética del principio de relación [//]. La respuesta a “qué es persona” es otra persona: una persona se define por otra persona; quiere decirse, no hay un término “x” por encima o por debajo de la persona que defina a la persona (ni la sustancia, ni la esencia, ni ninguna otra característica: racionalidad, lenguaje...). No existe persona única en soledad absoluta: la razón metafísica del “quién” es un “alguien” que da razón de otro “alguien”. En el campo revelado son tres seres personales []. La persona humana es definidaontológicamente, místicamente[37], por la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO y su sujeto absoluto en el elemento[38] creado de aquella. La persona humana está, por tanto, constituida simul por un elemento creado, condición de posibilidad, y la necesidad de la increada presencia constitutiva. El elemento creado y la presencia constitutiva son inseparables en virtud de que su separación establecería la alternativa de dos imposibles: o imposibilidad de la persona humana o ser persona divina. La persona, finalmente, es un espíritu formado, y no un espíritu abstracto o universal como es el identitático “espíritu en cuanto espíritu”.

c) Existencia. No existe en metafísica genética el concepto de “existencia simpliciter” (existencia es existencia), sino la concepción genética de única existencia o CIRCUNGÉNESIS. La CIRCUNGÉNESIS es la compenetración de las personas divinas [] entre sí por definición; es decir, las personas divinas se definen intrínsecamente entre sí. no da a la existencia, ni con dan la existencia a pues los tres poseen igualmente la existencia en virtud de constituir la concepción genética del principio de relación. La forma de esta existencia es la compenetración mutua por definición de las personas divinas entre sí. Dígase lo mismo en el campo revelado. La CIRCUNGÉNESIS mística es la mística compenetración del sujeto absoluto y la persona humana en virtud de la presencia constitutiva.

La complementariedad genética (≑) no es otra cosa que la concepción genética de la llamada “pericóresis” o “circumincessio” de la teología por la que todo está en y todo está en ; es decir, y son entre sí inmanentes, entendida esta inmanencia, no simpliciter, sino dentro de la concepción genética en la que tiene gene y es el gene de : el gene es el término de la acción generante de .

d) Esencia. No existe la “esencia simpliciter” (esencia es esencia), sino la concepción genética de única esencia o transverberación. La forma de esta esencia es la compenetración de las personas divinas entre sí por amor. El amor compenetrado de [] es la esencia. La suprema expresión del ser personal en otro ser personal (acción del ser personal en otro ser personal) es el amor: el amor es el “qué” de la acción de un “quién” en otro “quién” (el Padre engendra al Hijo por amor). La concepción genética del amor o transverberación rechaza un único ser personal absoluto (ser personal es ser personal). Son dos seres personales que constituyen único amor, esencia o transverberación: el amor del Padre no puede ser expresado sino en el Hijo, el amor del Hijo no puede ser expresado sino en el Padre... El amor es, en el campo racional, BINIDAD; en el campo revelado, Trinidad. La transverberación mística es el amor compenetrado del sujeto absoluto y la persona humana en virtud de la presencia constitutiva.

e) Sustancia. En metafísica genética no existe la “sustancia simpliciter” (sustancia es sustancia), sino la concepción genética de la sustancia. A esta concepción genética de la sustancia se la llama congénesis. La sustitución de la identidad por la congénesis requiere dos términos en complementariedad genética [] que constituyen única concepción genética de la sustancia. ¿Cuál es la forma de esta sustancia o congénesis absoluta?: en el campo racional, la posesión absoluta del carácter hereditario, geneticidad, de por ; en el campo revelado, la posesión absoluta del carácter hereditario de con por . En el primer caso, es BINIDAD; en el segundo, Trinidad. La transmisión del carácter hereditario o geneticidad es, por tanto, per viam generationis, del Padre al Hijo; per viam spirationis, del Padre-con-el-Hijo al Espíritu Santo; el Espíritu Santo sella, per viam inspirationis, el carácter hereditario del Padre con el Hijo. La congénesis mística proporciona a la persona humana el ser congénita; es decir, recibe su carácter genético del sujeto absoluto en virtud de la presencia constitutiva. La impresión del carácter hereditario de la persona humana es por vía de las procesiones místicas en virtud de la presencia constitutiva o mística procesión[39].

f) Geneticidad. No existe en metafísica genética el supuesto concepto de “la realidad simpliciter” (realidad es realidad), sino la concepción genética de la realidad o geneticidad. La metafísica genética no es metafísica de la realidad, sino de la concepción genética de dos seres personales que constituyen única realidad o geneticidad. // simboliza única realidad que incluye dos aspectos: teórico y positivo (lo teórico y positivo, a nivel absoluto, es decir, metafísico, son intrínsecamente complementarios, de lo contrario habríamos establecido la identidad “teórico es teórico” y “positivo es positivo”). Diríamos que, en la realidad absoluta, que es la concepción genética del principio de relación, lo teórico y lo positivo se entrelazan; no son dos realidades, sino única realidad constituida por dos seres reales; es decir, dos seres personales (la suprema realidad del ser es la persona). No existe la realidad (realidad es realidad), sino la concepción genética de única realidad constituida por un axioma o apriori absolutos: //. Si hacemos un CORTE ANALÍTICO (instrumento metódico que, separando a nivel absoluto dos nociones inseparables, constitutivas de una realidad, reduce una a puro teórico y la otra a absurdo o imposible) al ser personal separando la persona de su ser, obtenemos que el ser, vaciado de la persona, se convierte en teórico y la persona, vaciada de su ser, en absurdo o imposible. Este CORTE ANALÍTICO confirma que la teoricidad del ser se contiene en la positividad de la persona; es decir, el ser es el contenido real de la persona y la persona la forma real del ser. No tiene sentido decir “persona teórica”, pero sí tiene sentido decir “teoricidad del ser personal”: el ser es real porque lo hace real la persona y es símbolo en virtud de su teoricidad. La realidad no puede separar la teoricidad de la positividad. La positividad no se contrapone a teoricidad. Lo que se opone a positividad es la negatividad. La positividad indica lo que es el sujeto absoluto: a nivel racional dos personas [], a nivel revelado tres personas [] que constituyen única geneticidad. La negatividad indica lo que no es el sujeto absoluto; es decir, el “vacío de ser” o “posibilidad” genética. La teoricidad es estructura simbólica o matriz metódica del ser real o personal; pongamos una comparación: los planos de un edificio con el estudio completo de su fabricación (resistencia de materiales...) no son sino la estructura teórica o matriz metódica del edificio.

El vacío de ser carece de metafísica pura o genética; es fenomenológico. No hay, sin embargo, una separación absoluta: su supuesto último es la metafísica genética en virtud de la ACTIO IN DISTANS (acción a distancia) del ACTO ABSOLUTO en el vacío de ser liberándolo de la identidad “vacío de ser es vacío de ser”. Este vacío de ser (posibilidad genética) está estructurado por leyes teóricas que se hacen constantes fácticas en la creación. A este vacío de ser con sus leyes puede llamársele “realidad negativa” o forma de la teoricidad matemática: esta realidad negativa cuyo contenido es la teoricidad de la simbolización algebraica y geométrica de la que participan las llamadas ciencias empíricas es el objeto de lo que Fernando Rielo llama “metafísica matemática”. Puede preguntarse si los seres personales e impersonales pertenecen a la metafísica pura o genética. La respuesta es que sí, en virtud de la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO en su forma creada.

La realidad ontológica o positiva del ser humano es su deidad o presencia constitutiva, inhabitación, del ACTO ABSOLUTO y su sujeto absoluto en el elemento creado de la persona humana: no somos el sujeto absoluto, pero el sujeto absoluto inhabita con su acto en nosotros. La teología mística estudia: sub ratione divinitatis, la ontología del modelo genético; sub ratione deitatis, la ontología de las incrementaciones de la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO y su sujeto absoluto en el elemento creado de la persona humana. Esta ontología mística de las incrementaciones incluye el sistema de lo que F. Rielo llama “reducciones a cero ontológico”[40]. Las cosas, por otra parte, no son inhabitadas, sino regidas por leyes que tienen como supuesto la ACTIO IN DISTANS del ACTO ABSOLUTO; no pertenecen, por tanto, a la ontología.

¿Cuál es el específico de la geneticidad en el modelo genético? La geneticidad es la forma de la definición de por . Esta forma consiste en que tiene gene; es el gene de . El contenido del gene es el carácter hereditario de que recibe . Si tiene gene y , inmanente a , es el gene, genetiza a . Esta genetización es la forma de proceder de ; a esta forma de proceder se llama en Teología “generación del Hijo por el Padre”: engendra a (procesión activa: “proceder a”); es engendrado por (procesión pasiva: “proceder de”). La generación no es la acción inmanente del pensarse el Padre [] a sí mismo obteniendo como resultado nueva persona divina, el Hijo [], como opinaban San Agustín y Santo Tomás: habríanse introducido dos absurdos: la persona que se piensa a sí misma resulta a la vez pensante y pensado, real y al mismo tiempo ente de razón sin poder salir de sí mismo; si es el resultado de pensarse a sí mismo, sería ente de razón de y en ningún caso engendrado. Los dos absurdos nos llevan a una conclusión: la identidad de con ; en ningún caso, la existencia de . La concepción genética de la inteligencia es la forma cómo se da esta inteligencia divina: el Padre piensa y el Hijo piensa constituyendo la concepción genética de única inteligencia.

La geneticidad requiere los siguientes caracteres absolutos:

. es ingénito y generante: es ingénito porque no existe un precedente [] que engendre a ; habríase establecido, en este caso, el absurdo de un seudoinfinito de generantes (, P-1, P-2...). Lo primero que establece la ingenitud de fuera de sí no es un , sino la aniquilación apriori de la identidad del vacío de ser. es generante porque engendra a .

. es engendrado e ingenerante: no existe un engendrado por porque habríase establecido el absurdo de seudoinfinitos engendrados (, ...). La generación es procesión simplicísima que tiene su origen en y su fin en . es sub ratione obiecti de pasivo, pero sub ratione essendi es tan activo como . ¿Cómo se cumple genéticamente la función activa de ? El modelo racional no nos da respuesta.

. El carácter ingénito de y el carácter ingenerante de son activos: negativamente porque imposibilitan un generante y un engendrado; positivamente, porque su acción es satisfecha replicativamente por el término revelado [] al que transmiten todo su carácter hereditario significado por la ingenitud activa y el ingenerante activo; es, en virtud del replicativo, ingénito pasivo e ingenerante pasivo. A esta forma de proceder (procesión activa: “proceder a”) de con se llama teológicamente “espiración” y la persona espirada [], Espíritu Santo. El “con” ( con ) es la unidad pura de la ingenitud activa de con el ingenerante activo de . Esta unidad pura es nueva persona divina [] que recibe, supuesta la generación, el carácter hereditario de con ; este carácter hereditario no es el gene porque no puede haber en el modelo absoluto dos genes, ni pertenece a la generación porque ésta ha quedado metafísicamente satisfecha, antes bien, pertenece a la geneticidad. satisface las funciones de esta unidad pura de la ingenitud activa y del ingenerante activo que no podía satisfacer el modelo racional. La transmisión de este carácter hereditario de con es nueva procesión divina distinta de la generación; esto es, la espiración. El carácter activo de sub ratione essendi en unidad pura con es satisfecho por la espiración de . con no podrían espirar a su objeto [] si no fuera sub ratione essendi activo. El Espíritu Santo es, por tanto, espirado (procesión pasiva: “proceder de”) por el Padre-con-el-Hijo bajo la razón de la ingenitud activa de con el ingenerante activo de . El Espíritu Santo [], por su carácter activo sub ratione essendi lo mismo que el Padre y el Hijo, se atrae, no bajo la razón de objeto, sino bajo la razón de su activo personal, al Padre con el Hijo sellando la ingenitud activa de y el ingenerante activo de . A esta forma de proceder el Espíritu Santo (procesión activa: “proceder a”) se la llama teológicamente “inspiración”: el Espíritu Santo inspira al Padre con el Hijo. / satisface las funciones que no podía satisfacer el modelo racional [//]. Un supuesto / no cumpliría ya ninguna función.

. Las funciones de la geneticidad en el campo revelado son, finalmente, tres: la generación, la espiración y la inspiración. El campo racional, que se reduce sólo a la generación, no satisface todo el campo de la geneticidad pues la ingenitud activa y el ingenerante activo no pueden incluirse en la generación: habríamos incurrido, en caso contrario, en el generacionismo absoluto, “generación es generación”, con sus carentes de sentido sintáctico, semántico y ontológico.

6.- Conclusión

El ser de la metafísica ha sido un ser vacío o huero al que cada sistema filosófico ha intentado llenarlo dialécticamente de algo. La metafísica sólo se ha centrado en descripciones convencionales sin tener con qué definir y qué definir. La identificación, por otra parte, entre ser y pensar ha llevado a confundir los campos metafísico y epistemológico o a rechazarse mutuamente. Así las cosas, la que ha venido llamándose “metafísica” carece hoy de relevancia alguna en el mundo del pensamiento. Puede decirse, ciertamente, que no hay ni ha habido metafísica en la expresión más pura del término; sólo, filosofías acosadas por una sobrecarga de fenomenología que, más que aportar algo al campo metafísico, lo ha convertido, en expresión orteguiana, en una noche donde todos los gatos son pardos. Si trasladamos esta oscuridad al pensamiento cristiano, éste carece de filosofía propia: ha tenido que recurrir al bautizo de filosofías foráneas -Platón, Aristóteles...- o a la incorporación de filosofías de turno. Y si convenimos en que el pensamiento moderno y contemporáneo no ha traspasado los umbrales de la filosofía griega, los llamados pensadores cristianos filosofan aún con una mentalidad precristiana. ¿Dónde radica, entonces, el problema fundamental de la metafísica? Ya lo hemos dicho: en el seudoprincipio de identidad que se inscribe, explícito o implícito, en la historia de los modelos filosóficos.

La concepción genética del principio de relación destruye por sí misma la posible identidad “principio de relación es principio de relación”. El enunciado rieliano es “concepción genética del principio de relación[41]. Dentro de esta concepción genética de la metafísica, la relación, lejos de ser categorial o extracategorial, es sólo principio, y sólo genéticamente puede ser formado como tal principio. Se dan, pues, dos alternativas: o la seudometafísica de la identidad o la metafísica genética o pura. El modelo genético, haciendo imposible, por la misma naturaleza genética de sus términos [], el monismo y el dualismo, afirma con la misma fuerza la diferencia real de y su unidad absoluta.

El pensamiento de Fernando Rielo representa el hallazgo de una teología pura estructurada por una metafísica también pura que sustituye la identidad absoluta por la congenitud absoluta. La vaciedad relacional de la identidad, hemos afirmado, comporta la negación de todo rigor científico y se opone a una cultura auténtica. La identidad hace de la razón compartimentos estancos de seudoconceptos cerrados: no hay paso de un identitático (A) a otro identitático (B), pero, ni siquiera un identitático (A) puede alcanzar a su propio identitático (A). La identidad, constituyéndose en convención voluntarista de la mente, distorsiona la realidad. Sólo la concepción genética del principio de relación puede fundamentar una teoría del conocimiento que posea, en estado de abierta visión, la apertura, a su vez, del sujeto absoluto a la realidad por él creada y la apertura de la realidad creada al sujeto absoluto. El reto presente, como cristianos, consiste en que nuestra fe no se inhiba ante las culturas históricas; antes bien, aporte a éstas el acervo cultural y científico de nuestra religión. “La referencia a Cristo tiene suma importancia en las esperanzas intelectuales de un cristiano: poder atribuir a Cristo que ha dotado a su Iglesia y al mundo de una metafísica propia para soporte teórico de su teología existencial”[42]. En este sentido, se presenta, no sólo como Fundador de la Iglesia, sino como pensador civil. ¡Cuántos filósofos no han hecho referencia al ser divino, aunque sólo sea de modo reductivo, constatando una innata tendencia que está presente en la historia general del mundo!

Cristo, dirá Fernando Rielo, es el “metafísico por excelencia”. El rompe, manifestándose el () de la concepción genética del principio de relación [ ()], con la concepción identitática de un “Dios en cuanto Dios”, larvado en la cultura judía y, con ella, en toda la cultura precedente. Esta es la razón por la que aquella cultura no podía entender este nivel racional que el mismo Cristo les presenta: “...trataban con mayor empeño de matarle, porque... llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios” (Jn 5,18). De este modo, se presenta artífice histórico de un modelo realista constituido por dos personas divinas en las que su diferencia real es tan fuerte como su unidad absoluta. Revela, por tanto, al ser humano un modelo teórico y positivo que delata la fuerza de su propia apelación metafísica:”Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Si El afirmó de sí mismo, entre otras cosas, que era la verdad, ¿cómo, entonces, no nos iba a entregar la concepción auténtica de un axioma puro de dos seres en complementariedad intrínseca constituyendo único sujeto absoluto o única divinidad?

Cristo revela de sí mismo que es persona divina [] Hijo del Padre [] constituyendo las dos personas divinas una concepción genética del unum frente al unum simpliciter de la filosofía precedente: Ego et Pater unum sumus (Jn 10,30)[43]. Este unum geneticum es por lo que, siendo, dentro del campo racional, BINIDAD las personas divinas []se constituyen en único sujeto absoluto. El texto de Cristo, Si creeis en Dios, creed también en mí (Jn 14,1), aporta el implícito puro de una síntesis genética por congénesis replicativa de la que El se declara encarnación de : Salí del Padre y he venido al mundo (Jn 16,28). La interpretación rieliana es la siguiente: el gene de , siendo realmente distinto de es nueva persona divina [], y, dentro del campo estrictamente revelado, el enunciado se extiende a que -con- es nueva persona divina []. Cristo indica, como Maestro, a sus discípulos una metafísica y una teología genéticas que El representaba con la totalidad de su ser. Esta metafísica teológica y esta teología metafísica, desconocidas hasta entonces por la cultura humana, no pudieron entenderla sus discípulos. “Cristo se afanó en suplir esta incapacidad intelectual de sus discípulos y, en general, de su tiempo, por medio de una taumaturgia, imposible a los demás hombres, para que creyeran en su linaje divino: Si mihi non vultis credere, operibus credite, ut cognoscatis et sciatis quia in me est Pater et ego in Patre (Jn 10,38; cfr. 14,11). Les significa con este texto dramático que, aunque no pudiesen entender que era persona divina, creyeran, al menos, por razón de obras que nadie había hecho (Cfr. Jn 15, 24). Esta apelación de Cristo a ser reconocido por medio de sus obras, cuando no puede serlo por penetración metafísica de la revelación, equivale a establecer una filosofía de la vida que, subsidiaria de la metafísica, oriente a la persona humana a un destino del que sabemos, ciertamente, que no está contenido en este mundo”[44].

La concepción genética del principio de relación [()] implica también, supuesto el elemento creado, una concepción genética de la persona humana: ésta no se define en virtud de la identidad de una “razón es razón” (animal racional), ni por el “lenguaje es lenguaje”, ni por la “libertad es libertad”, ni por otra característica específica, sino por su apertura genética al sujeto absoluto. La persona humana es, por tanto, deidad-en ningún caso, divinidad-; esto es, inhabitación del ACTO ABSOLUTO, presencia constitutiva, en su elemento creado. Que la persona humana sea deidadnos lo revela el mismo Cristo: No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois?(Jn 10,33s.). Esta inhabitación ontológica del ACTO ABSOLUTO en la persona humana es la que eleva a ontología pura la definición mística del ser humano; todas las demás definiciones son fenomenológicas. La relación del sujeto absoluto, única divinidad, con la persona humana, única deidad, nos lleva, dentro de esta concepción genética, a la concepción también genética de la unidad, unum, de dos increados: la divinidad y la deidad. Cristo así nos lo revela: Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros (Jn 17,21). Esta concepción genética del unum eleva a la teología mística, a la teoría del conocimiento y a la ética a ontología pura.

  1. Publicados por Fundación Fernando Rielo, Constantina (Sevilla), 1988 y 1990.
  2. El modelo genético inicia una nueva metafísica; y como tal, un nuevo lenguaje y una nueva forma de expresión, alejándose de la metafísica tradicional (griega, escolástica, alemana). Cualquier campo o período que comienza en la historia del pensamiento o de la ciencia es difícil de asimilar al principio en virtud de la inercia que siguen los sistemas, las formas de estudio o de pensar, donde intervienen, entre otros factores, el prejuicio educacional y académico. Considero que el lenguaje de la metafísica genética no es un lenguaje hermético e incomprensible quoad se, sino quoad nos. Si lo es quoad nos, al especialista en filosofía le toca estudiar y desentrañar los textos para comprender, asimilar y dar a entender su contenido. Ejemplo del lenguaje críptico lo tenemos en los grandes filósofos: han pasado ya 24 siglos y el sistema de Aristóteles está aún sometido a diversas interpretaciones; lo mismo ocurre en la filosofía más reciente con Hegel, o contemporáneamente con nuestro Zubiri. F. Rielo tiene su propio sistema del que sólo tenemos publicadas dos conferencias que en sí denuncian, a mi modo de ver, la originalidad e importancia de este pensamiento.
  3. Cfr. F. Rielo, “Concepción genética de lo que no es el sujeto absoluto y fundamento metafísico de la ética” en Raíces y valores históricos del pensamiento español, o.c., pág. 121.
  4. La llamada “metafísica histórica”, viciada por el seudoprincipio de identidad, pierde, según nuestro autor, el rango de metafísica pura.
  5. “Si me refiero a la noción en la que se fundamenta una metafísica, noción elevada a absoluto, tiene valor de axioma puro; por tanto, rechaza más de una acepción”, F. Rielo, “Hacia una nueva concepción metafísica del ser”, ¿Existe una filosofía española?, o.c., pág. 118.
  6. Si nos referimos a Zubiri, uno de los principales filósofos de este ciclo, Fernando Rielo califica críticamente su sistema de “realismo atomista”. El sistema zubiriano no rechaza la identidad en virtud de que la dimensión final de la sucesión de talidades establecidas acaba en la identidad “realidad en cuanto realidad”. El comportamiento de estas talidades es a modo de partículas reales circundadas en un supuesto mundo inmanente y circulante de la identidad.
  7. Ibid., pág. 119.
  8. Hay que tener en cuenta que la concepción genética del principio de relación [/]es obtenible racionalmente con sólo elevar a principio absoluto un hecho de observación connatural, genético, al ser humano: su tendencia a que su “relación con alguien” esté “bien formada”. No es propio del ser humano que sus relaciones sean de cualquier manera. Cfr. F. Rielo, Introducción a mi pensamiento, manuscrito inédito.
  9. Para nuestro pensador, Fernando Rielo, las expresiones “ser es ser”, “ser en cuanto ser”, “ser en el ser”, “ser por el ser”, etc., son meras reduplicaciones de un mismo término [SS] en virtud de carecer de functor diádico (es, en cuanto, en el, por el... son seudofunctores diádicos); por tanto, expresiones que, viciadas por la identidad, carecen de sentido sintáctico, semántico y ontológico. Cfr. Raíces y valores históricos del pensamiento español, n. 2, pág. 99. Cfr. ¿Existe una filosofía española?, pág. 119.
  10. El lenguaje de la metafísica genética utiliza, entre otros, los siguientes símbolos: que se lee “ese sub uno” y significa “el ser que ocupa el primer lugar ontológico”; que se lee “ese sub dos” y significa “el ser que ocupa el segundo lugar ontológico”...;≑ es el signo de la complementariedad intrínseca entre los dos seres (esta complementariedad es genética y nada tiene que ver con la complementariedad física de Bohr); se lee “ese sub uno complementario ese sub dos”; dígase lo mismo de y referido a la persona; otros signos bien conocidos en lógica simbólica, conjuntor (∧), disyuntor (∨), cuantificador (⋀), negador (∼), son utilizados de forma común y descriptiva, sin adscripción a una lógica determinada.
  11. El absurdo de esta consecuencia nos lo arroja la formulación lógica del seudoprincipio de identidad “A = A” que nos lleva a la siguiente paradoja: supongamos la fórmula “A = A” . Tenemos, entonces, que el “A =” (“A” a la izquierda) se convierte, en virtud de la identidad, en [A = A]; lo mismo ocurre en el “= A” (“A” a la derecha), se convierte, en virtud de la identidad, en [A = A]. Tenemos, de este modo, la fórmula siguiente: [A = A] = [A = A]. A su vez, el “[A = A] =” se subdivide en(A =)(A = A) y en (= A)(A = A); lo mismo ocurre con el “= [A es A]”. El resultado sería: [(A = A) = (A = A)] = [(A = A) = (A = A)]. Se procede, de este modo, a una sucesión al seudoinfinito de A contra A sin alcanzar nunca a A. Esta seudodinámica de la identidad contra su propio seudoestatismo nos lleva a la contradicción fáctica de “A = A” contra “A = A” y con ello a una atomización de la identidad con el absurdo de una progresión aritmética al seudoinfinito. Nuestro autor aclara expresamente en sus manuscritos la diferencia que existe entre el infinito y el seudoinfinito. El infinito consiste en la absoluta comprehensión lógica por las personas divinas: ad intra, de la congénesis absoluta de tal modo que, en el orden racional, todo está en y todo está en , y en el orden revelado, todo con están en y todo está en con ; ad extra, de lo que no es el sujeto absoluto de tal modo que el sujeto absoluto está presente como único principio activo en los seres (per inhabitationem) y en las cosas (per actionem in distans). El seudoinfinito, por su parte, consiste en la incomprehensión lógica por S en S de la identidad en la identidad y con ello de cualquier noción con la que se trate de construir una metafísica que lleve implicada la identidad.
  12. Parménides, considerado “padre de la metafísica” con la formulación “ser es ser” y “∼ser es ∼ser”, es el primero que formula el seudoprincipio de identidad a nivel metafísico. En el parmenideo ser es sery∼ser esser se implicitan los llamados principios de identidad, contradicción y tercio excluso. La contradicción y el tercio excluso son, a su vez, movimientos seudodialécticos de la identidad y, en última instancia, se resuelven en ella. Sabida es la fundamentación en lógica simbólica de la llamada ley de la identidad por la reductio ad absurdum que ya empleaban los matemáticos griegos y que Kant utiliza en su Crítica de la razón pura. Esta prueba, aplicada a la identidad de A, supone la introducción de su contradictorio ∼A para obtener con este supuesto la contradicción A∧∼A; pero, al no admitirse la contradicción ∼(A∧∼A), hay que rechazar el supuesto (∼A) para afirmar A. Asimismo, para fundamentar la identidad de ∼A, por la reductio ad absurdum, concluiremos con la afirmación de ∼A.Se presenta, por tanto, la alternativa que implica el tercio excluso: A∧∼A. La afirmación de A es A tiene la misma validez que la afirmación de ∼Aes ∼A. Este es el caso de lo que podríamos llamar formalmente “identidad estática”, o mejor, una identidad seudoestática contra una identidad seudodinámica. Los negadores de esta identidad formal (Heráclito, Hegel...) incurren también dialécticamente en lo que podría decirse “identidad dinámica o dialéctica”, o mejor, una identidad seudodinámica contra una identidad seudoestática. La dialéctica hegeliana de la superación de las tesis y antítesis en las síntesis introduce dinámicamente tres identidades que se incluyen y se excluyen mutuamente. En la superación de contradictorios, como es el caso del ser,ser∧∼ser en la noción de devenir, introduce dos identidades “ser es ser” y “∼ser es ∼ser” que se superan en la de “devenir es devenir”. Esta identidad dialéctica nos lleva al absurdo de una atomización en progresión geométrica al seudoinfinito.****En su “Concepción genética de lo que no es el sujeto absoluto” en o.c., págs. 100ss. F. Rielo hace un amplio análisis crítico del seudoprincipio de contradicción.
  13. Cfr. F. Rielo, en ¿Existe...?, o.c., pág. 118.
  14. La metafísica genética, dentro del campo racional, cumple las propiedades de su método: consistencia, porque la concepción genética del principio de relación hace imposible la contradicción; completitud, porque la concepción genética del principio de relación tiene por axioma absoluto dos y sólo dos términos ()≑(), revelando que la identidad es un seudoprincipio con sus carentes de sentido sintáctico, semántico y ontológico; decidibilidad, porque el axioma puro [()≑()] “forma bien” la concepción genética del principio de relación y su sujeto absoluto, reduciendo, a su vez, a seudociencia la ageneticidad del ser. La metafísica genética, finalmente, sólo, dentro del campo revelado, cumple la propiedad de la satisfacibilidad, consistente en la plenitud absoluta de la consistencia, completitud, y decidibilidad de la concepción genética del principio de relación y su sujeto absoluto. Estas propiedades metafísicas son extensivas a los tres elementos metódicos -origen, sintaxis y réplica- con la característica de ser congénitos y no convencionales al mismo principio genético. F Rielo, en Raíces..., o.c., pág. 111, n. 10.
  15. El símbolo “ser+” significa la concepción genética del principio de relación constituida por dos seres en complementariedad genética []; dicho de otro modo, “ser” con su “+” tiene el significado de que el”+“, rompiendo la identidad”ser es ser”, es el indicativo de la congénesis de dos seres [].
  16. Léase esta fórmula ” ese sub uno complementario ese sub dos”, donde es símbolo del primer ser y es símbolo del segundo ser.
  17. El verbo “videnciar” corresponde al sustantivo “la videncia” , que, para nuestro autor, tiene el significado de “forma de visión” o “visión bien formada”. Así, cuando se dice “este hombre tiene visión política”, se quiere significar, no cualquier tipo de visión (visión vulgar, abstracta o informe), sino una visión bien perfilada y estructurada, de tal modo que, ante la sociedad, este hombre queda cualificado políticamente. La “videncia” metafísica es, por tanto, estado de “visión formada” que la razón posee en virtud de su apertura por medio de la intuición al sujeto absoluto. Esta apertura es genética en virtud de la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO en la persona humana. Videnciar el axioma, rota la identidad, es tener “visión bien formada” de la metafísica genética.
  18. El sujeto absoluto en metafísica (Dios en teología) no es producto de una demostración. Es absurdo que Dios o el sujeto absoluto sean conclusión de una prueba: en este caso, habríase establecido un principio enigmático del que, introducido el elemento de prueba, Dios sería resultado y la razón humana habríase inventado el absurdo de una especie de principio superior a Dios. Las pruebas de la existencia de Dios en la tradicional teodicea (vías tomistas de la existencia de Dios, argumento ontológico, etc.) son, además, carentes de significación metafísica y teológica en la concepción genética de Fernando Rielo en virtud de que esta teodicea tiene como objeto un seudoconcepto: la identidad “Dios en cuanto Dios”, deísmo, con sus carentes de sentido sintáctico, semántico y ontológico. La concepción genética del principio de relación posee la “videncia racional” de dos seres congénitos que se definen entre sí y constituyen único sujeto absoluto con su único ACTO ABSOLUTO. Esta videncia racional es posible, no a una razón informe, sino a una razón bien formada en virtud de que la presencia constitutiva, como hemos dicho, configura nuestro ser y nuestra inteligencia. El objeto inmediato de nuestra razón, razón abierta al infinito, es el sujeto absoluto. Esta apertura con límite en el absoluto delata en el hombre su innata tendencia a “ABSOLUTIZAR”, a establecer o forjar “aprioris absolutos”, incluso, en sentido moral, a “aspirar siempre a más”. Esta es la justificación del inquietum cor de San Agustín. El creyente, incluso el que se confiesa ateo o agnóstico, eleva su aspiración a estado religante (religión): el resultado es una ABSOLUTIZACIÓN ideológica, política, lucrativa... Traducido esto al lenguaje religioso, su “dios” es una “ideología”, la “política”, el “dinero”... Lo que es “medio” se convierte en “fin”. A estos y a otros ídolos o seudoabsolutos se religa enfermizamente el hombre por medio de una razón informe que se inscribe en la identidad teórica y pragmática para, supliendo su mística unión con el sujeto absoluto -su origen y su destino-, satisfacer anómalamente su genética tendencia religante. A este respecto, F. Rielo nos dirá que el origen y fin de nuestro pensamiento es “increado” en virtud de que la presencia constitutiva que nos define es increada; por esta razón, no conocemos inmediatamente a través de nuestros sentidos, pero conocemos “no sin” la dura condición de nuestros sentidos y de nuestras facultades. Para la cuestión epistemológica, cfr. F. Rielo, en ¿Existe...?, págs. 132-136.
  19. Cfr. Ibid., pág. 121.
  20. Cfr. F. Rielo, en Raíces..., pág. 119.
  21. Ibid.,pág. 127.
  22. F. Rielo, en ¿Existe...?, pág. 124.
  23. Cfr. Ibid., pág. 122.
  24. Siendo “S” símbolo del ser y “P” símbolo de la persona, la fórmula [//] puede expresarse del siguiente modo: (ese sub uno de pe sub uno complementario ese sub dos de pe sub dos: / es el símbolo del ser personal primero; / es el símbolo del ser personal segundo) o también / (ese sub uno complementario ese sub dos de pe sub uno complementario pe sub dos). Utilizamos generalmente los corchetes [ ], con el fin de suprimir las comas, cuando el símbolo o fórmula se presenta en aposición.
  25. Lo que se dice con esta fórmula genética, fundamento de la espiración del Espíritu Santo, no puede decirse con la fórmula latina del filioque (el Padre “y” el Hijo espiran) o con la griega δια (el Padre “por medio del” Hijo).
  26. Cfr. F. Rielo, en ¿Existe...?, págs. 125-127.
  27. Metafísicamente, la palabra “objeto” tiene sentido de “objetivo” o “fin”, en términos de inmanencia, de un agente; en ningún caso, de “objetualización” o “cosificación” donde el objeto o la cosa, siendo extrínsecos al agente, son “medio para”.
  28. Introducción a mi Pensamiento, manuscrito inédito.
  29. Para Fernando Rielo, lo que no es el sujeto absoluto, vacío de ser o posibilidad genética, es el universo donde, por libre creación del sujeto absoluto, existen mundos y cosmos: hay un solo universo y muchos mundos y cosmos.
  30. Ya hemos dicho que la diferencia real de las personas divinas tiene, en virtud de la complementariedad genética, la misma fuerza que su unidad absoluta.
  31. F. Rielo, “Concepción genética del principio de relación”, III Congreso Mundial de Filosofía Cristiana(Quito, 9-14 julio de 1989).
  32. “La negación de esta inhabitación genética frustra al hombre en tal grado que, cerrado en sí mismo, se erige en degenerada identidad que la muerte se encarga de desmentir”. F. Rielo, en ¿Existe...?, pág. 132.
  33. Cfr. Ibid., pág. 123.
  34. El término “extrarracional” no significa, para F. Rielo, “irracional” o “arracional”, sino “excedente racional”. El dato revelado no es irracional a la razón, sino que, no pudiéndolo alcanzar por sí misma, es dado por gracia a la razón para objeto de sí misma. En este sentido, la razón es iluminada por la revelación.
  35. Esto no quiere decir que el lenguaje metafísico y teológico no pueda emplear aportaciones que, de diferentes modos, se encuentran en estas filosofías (no existe verdad absoluta ni error absoluto). Lo que hace la metafísica genética es romper la identidad que se halla inscrita en sus respectivos modelos y hacer resaltar los absurdos que de estos se siguen.
  36. Cfr. Ibid., pág. 129.
  37. Hay que distinguir entre el campo divino y místico: lo divino es ad intra del sujeto absoluto; lo místico es ad extra y se define por la presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO y su sujeto absoluto en el elemento creado de la persona humana. La mística es, por otra parte, la ontología de la metafísica genética.
  38. El concepto de “elemento”, refiriéndonos a la persona humana, no es, para F. Rielo, simpliciter, sino en sentido genético. La concepción genética del elemento creado y del elemento increado en unidad indivisible es la condición determinante de la formación ontológica de la persona humana: el elemento creado (por libre creación del sujeto absoluto) es condición de posibilidad; la presencia constitutiva (inhabitación del sujeto absoluto) es de necesidad; por tanto, lo que define a la persona humana como congénesis mística, CIRCUNGÉNESIS mística... Hay que tener en cuenta que el sujeto absoluto es apriori increado por su carácter de axioma puro; la persona humana, por su carácter de creada, lo es aposteriori.
  39. La presencia constitutiva es: en el orden racional, gratia creationis; en el orden revelado, gratia sanctificans. Esta presencia constitutiva, elevada al orden de la gracia santificante por el bautismo, la llama nuestro autor “mística procesión”.
  40. La consumación de la “unión mística” con el sujeto absoluto es por “reducción a cero” del elemento creado de la persona humana. Esta reducción a cero no significa aniquilación. Existen dos tipos de reducción a cero: la “reducción a cero radical” que conserva in radice el elemento creado de la persona humana; la “reducción a cero absoluto” que no conserva in radice el elemento creado de la persona humana, sino que es asumido de forma singular por el increado divino. La divinidad [//] es axioma puro; por tanto, no se da en ella ninguna reducción a cero en virtud de que supondría un principio superior que verificara la reducción. Son frecuentes en la concepción genética de Fernando Rielo las llamadas por él "reducciones a cero" en virtud de las cuales una forma definiente reduce a cero a la forma definida. Este es, por ejemplo, el caso de la evolución biológica que no se opone al concepto de creación: la persona humana es por reducción a cero, no aniquilación, de su precedente homínido.
  41. No puede separarse “concepción genética” de “principio de relación”; es decir, está implícita la naturaleza genética de este principio a nivel de ser.
  42. Cfr. Fernando Rielo,Introducción a mi pensamiento, manuscrito inédito.
  43. Las Sagradas Escrituras están confirmando este modelo, sin que, hasta el presente, haya sido explicitado desde una concepción metafísica. Una metafísica de la identidad no podría explicar racionalmente el modelo absoluto de dos seres personales [].
  44. Introducción a mi pensamiento, manuscrito inédito.