ÉXTASIS, Concepción genética del

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ÉXTASIS, Concepción genética del: Se resume en que la Verdad, el Bien y la Belleza resplandezcan en los nuevos caminos de la educación. Muchas veces el verdadero destino, que es el cielo, intenta ser siempre sustituido por las diversas formas de utopía, y el verdadero absoluto por los sucesivos seudoabsolutos que alimentan las ideologías . Esta inquietud nunca satisfecha del ser humano, intentando siempre nuevas utopías y nuevos seudoabsolutos, sustitutos del auténtico absoluto, corrobora la tesis de Rielo: “el ser humano es un ser místico”. Una experiencia mística que no puede reducirse solo a fenómenos extraordinarios: es «una supernaturalis sapientia amoris, que halla su coronación en la eterna unión beatífica del alma con su Creador».

La naturaleza humana es esencialmente mística, por tanto, extática. La palabra éxtasis (εστασις) viene de la preposición griega (εκ), que significa ‘desde dentro’ (sentido de procedencia) ‘hacia fuera’, y del sustantivo stasis, del verbo εjστάναι, que significa ‘acción de poner, ‘estatismo’. Éxtasis es, pues, capacidad de salir del estatismo, de la inanición. El éxtasis se opone, por tanto, a la pasividad, al estado amorfo. Lejos, entonces, el éxtasis de todo concepto de evasión o sublimación; estas no entran ni salen de un estado amorfo; de aquí el estado de insatisfacción o desasosiego del espíritu humano cuando se proyecta en evasiones o sublimaciones que no tienen otro reflejo que la misma proyección quimérica. Frente a este no salir de la identidad práctica o clausuración en sí, donde se dan las diversas formas de egoísmo o egolatría, está lo que nuestro autor denomina congénesis o forma de comunicación familiar, connatural, consciencial, del ser humano con el absoluto y con los demás seres humanos.

Este carácter unitivo del espíritu con el absoluto significa que posee la capacidad de abrirse a ‘algo’ o a ‘alguien’ para unirse a este algo o alguien. Es la capacidad potestativa del hombre de ‘salir de para unirse con’, de tal modo que puede entrar dentro de sí y transcenderse a sí mismo para unirse con el absoluto, con lo que dice relación con el absoluto o con aquello que toma como absoluto sustituyendo al absoluto. Por ejemplo, la llamada ‘no CREENCIA en Dios’ es CREENCIA en otra cosa que intenta sustituir a Dios. La consciencia de separación proporcionada por la tendencia egótica (Véase EGÓTICO) y los MECANISMOS SICOÉTICOS DE DEFENSA alejan al ser humano de una visión bien formada del absoluto.

1_.-_ ¿Cómo puede darse la unión bien formada del ser humano con el absoluto? – Nuestro metafísico afirma que el absoluto crea un espíritu con su éxtasis y lo infunde en el SICOSOMA homínido. En el embrión humano se encuentra la codificación del sicosoma homínido que llega a ser persona con el espíritu que el absoluto crea e infunde con su éxtasis en dicho sicosoma. Esto quiere decir que la naturaleza humana es un ESPÍRITU SICOSOMATIZADO . Si el espíritu se sicosomatiza, también sucede con el éxtasis. Este adquiere carácter fruitivo, intelectivo, imaginativo, afectivo, mnésico, afectando asimismo al cuerpo con sus funciones somáticas. El éxtasis, que es espiritual, participa, a su vez, de lo síquico y de lo corpóreo; por tanto, es, como el espíritu, sicosomático, pero no se reduce a lo sicosomático. Por esta causa, el éxtasis no es, sin la dura condición de las funciones sicológicas del alma y las funciones orgánicas del cuerpo, entre ellas, los SENTIDOS EXTERNOS E INTERNOS .

2_.- ¿En qué consiste este éxtasis? –_ Consiste en el PATRIMONIO GENÉTICO de carácter ontológico, que procede de la divina presencia constitutiva del absoluto en el espíritu creado. El éxtasis es, pues, estado, acto, forma, razón y PLENITUD DE SER del espíritu en virtud de la divina presencia constitutiva del absoluto. Ya san Juan de la Cruz afirmaba que «Es de saber que Dios en todas las almas mora secreto y encubierto en la sustancia de ellas, porque, si no fuere, no podrían ellas durar»[1], y también sentenciaba que «Dios da vida a nuestra alma»[2]. El éxtasis es, de este modo, la sustancia del espíritu que deja a este enganchado con el absoluto, adquiriendo, ontológicamente, la riqueza del propio absoluto. De aquí que el ser humano experimente en sí mismo la sed de absoluto, la tendencia al infinito, la necesidad de transcendencia, el afán de felicidad, el deseo continuo de SER+, incluso la búsqueda del hombre perfecto como han querido las filosofías y ahora las llamadas neurociencias. El éxtasis aparece como parámetro que da a nuestra entidad como persona su definición antropológica, poniendo a la persona en relación constitutiva con el absoluto, de tal modo que realiza tres funciones fundamentales:

  1. Hace que el espíritu vaya asumiendo consciencialmente la sique y el soma, esto es, incrementa en el ser humano la unidad integral de los tres niveles de la persona: CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU. Todo lo que sucede en el espíritu influye en el alma y en el cuerpo, y lo que sucede en el alma y en el cuerpo influye en el espíritu.

  2. Potencia a la persona en sus cuatro ámbitos de relación: personal, en relación consigo misma; sacral, en relación con el propio absoluto; social, en relación con los seres humanos; cósmico, en relación con la naturaleza.

  3. Es eminentemente creador desarrollando multitud de dimensiones que proyecta el ser humano personal, sacral, social y cósmicamente. Nos encontramos así con la dimensión religiosa, histórica, científica, técnica, filosófica, cultural, artística, política, y, en general, todas las dimensiones que salen de la creatividad humana.

El éxtasis, como el amor, es, pues, potenciante, incluyente y dialogante. No existe atributo, virtud y valor que no sean integrados en el éxtasis. Todo lo que es el absoluto divinamente está codificado místicamente en el éxtasis del espíritu, como es la verdad, el bien, la belleza, la perfectibilidad, la transcendencia, la justicia, y otros atributos y virtudes.

3.- ¿En qué consiste la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS? Educar en el éxtasis es dar forma a la energía que capacita al hombre para, saliendo de sí mismo, asimilar aquello que le viene dado ‘desde’. Gracias a esta energía, el ser humano experimenta la aspiración o conjunto de aspiraciones en el fluir de su vida, las cuales transforma y transfigura haciendo suyo lo que en sí es transcendente a él mismo. Débase esto a tres LEYES ONTOLÓGICAS (Véase LEYES ONTOLÓGICAS) del éxtasis en virtud de las cuales la persona es impulsada a vivir su plenitud:

  1. la ley de la inmanencialidad , por la que la persona es sí misma, se busca a sí misma, introyecta lo que cree que es bueno para sí misma;

  2. la ley de la transcendentalidad , por la que la persona posee la capacidad de salir de sí misma para unirse con el absoluto, con la sociedad, con la naturaleza;

  3. la ley de la perfectibilidad , que hace la síntesis de la inmanencialidad y transcendentalidad, por la que la persona posee la capacidad de hacer todo con sentido de perfección.

Según lo que estamos viendo, sería, quizás, más correcto decir ‘educar el éxtasis que educar en el éxtasis’. Admitamos las dos expresiones como complementarias. Para educar el éxtasis o en el éxtasis, debemos primero conocer en qué consiste. Ya hemos afirmado que el éxtasis es el patrimonio del espíritu, patrimonio que se resuelve en todas las virtudes y valores cuya síntesis es el amor. Educar es, pues, conducir o guiar a través de las virtudes y valores, que son estructuras y operadores, hábitos y dínamis.

Según Rielo, la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS posee, entre sus propiedades esenciales, los siguientes caracteres: preventivo, transformante, de simplicidad y de firmeza.

  1. El carácter preventivo dimana del don de profecía (hoy se habla mucho de profetismo, en ANALOGÍA con la predicción de las ciencias); este don favorece que nuestra INTUICIÓN, activada por la CREENCIA o la fe, proporcione a la razón el dato que no interfiera en la aprehensión de la realidad divina en orden a satisfacer el corpus fidei, cuando nos referimos a la fe, o el corpus religionis, cuando nos referimos a la CREENCIA; asimismo impide que se den falsas visiones del mundo y del ser humano, previendo de antemano sus falsos comportamientos y actitudes. El éxtasis prevé formas anómalas de comportamiento en uno mismo y en el prójimo, con el fin de poner remedio. Se adelanta al futuro con nuevos proyectos que elevan la calidad de vida espiritual, sicológica, física, social. La previsión y el cuidado, la cautela y la prudencia, la experiencia y el aprendizaje, la precaución y la preparación, la atención y la vigilancia, el estudio y la ciencia son propiedades del carácter preventivo. La prevención es la esencia de la profecía.

  2. El carácter transformante dimana del don de milagro (la palabra milagro está en el decir común cuando se da el éxito en las situaciones difíciles). El éxtasis transforma a la persona y a quienes rodean a la persona. Posee una fuerza eminentemente creativa para la sociedad, para la ciencia, para el arte, para todo aquello que hace la persona pues en todo proyecta la inspiración del amor. El cambio, la renovación, la reparación, la regeneración, el desarrollo, el progreso, la conversión y la curación espiritual, sicológica y física son propiedades del carácter transformante del éxtasis. La transformación es, en términos morales, la respuesta divina a la contrición perfecta o dolor del amor.

  3. El carácter de simplicidad dimana del don de luz. El éxtasis ve todo desde la simplicidad, una simplicidad que es cada vez más incrementativa. La simplicidad se caracteriza por la humildad y la obediencia, la sencillez y la inocencia, el honor y la dignidad, la naturalidad y espontaneidad, la sinceridad y la confianza, la claridad y la luminosidad. La simplicidad o sencillez es la puerta de la contemplación, la herramienta más eficaz del religioso, del artista, del científico, del profesional, del político.

  4. El carácter de firmeza dimana del don de fuerza. El éxtasis es ajeno a la vacilación y a la duda, a la confusión y a la ambigüedad, a la inconstancia y a la inestabilidad, a la indecisión y a la inseguridad. El éxtasis proporciona fortaleza y tenacidad, constancia y vigor, perseverancia y diligencia, entusiasmo e ilusión, solidez y seguridad, ánimo y vehemencia, ímpetu y energía, empuje y acometividad, prontitud y presteza. La firmeza es la energía del amor, de la creatividad, del éxito.

El éxtasis, ajeno a la complejidad, a la ambigüedad, a la duda, a la volubilidad, a la inconstancia, a la indecisión, es, sobre todo, preventivo y transformante, preparatorio y renovador, previsor y creador, proyectivo y restaurador. La EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS debe ser integral en las diferentes etapas del ser humano (embrión, feto, niño, adolescente, adulto, anciano), esto es, debe potenciar al ser humano desde el momento de su concepción y no excluirlo en alguna de sus etapas, por ejemplo, de embrión, de feto o de anciano. No podemos hablar de la educación en el niño o en el adolescente si no hablamos primero de la educación en el adulto, pues es este el que debe formar, con su experiencia, su ejemplo y dignidad, a quienes inician su andadura en este mundo. Solo el amor es el motor de la educación; es, por tanto, la única motivación modélica y modelante; las demás motivaciones, si no están definidas por el amor, son seudomotivaciones que inhiben todo el proceso de la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS. Afirmaba nuestro autor que «El saber por el saber pasa de largo a la conciencia porque esta, para vincularse a una forma de comportamiento, necesita ser motivada. Es buen educador quien, no solo se comunica con el educando, sino que sabe hacer de la educación ‘arte extasiológico’. Formar esta conciencia extática, capaz de amar, de contemplar, recrear, asimilar y convivir el mejor bien, verdad y belleza posibles, es el eje de todo progreso y desarrollo en la educación»[3].

4_.- ¿Necesita el hombre contemporáneo la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS? –_ Tenemos que tener en cuenta los signos de cada época. El hombre de la época actual se caracteriza, negativamente, por el presentismo descuidando el proyecto de futuro, por la insatisfacción de lo que se hace diariamente, por el cansancio, por la saturación, por el pensamiento inestable o fuga de ideas, por la bulimia informática, por el acoso de la propaganda y tiranía de los productos, por la fobia a pensar, por la intolerancia a la soledad y al sufrimiento, por las diversas formas de evasión e inactividad, por las relaciones efímeras, por la intolerancia al fracaso, por la incapacidad para amar, por el yo reducido a personajes creados por las redes sociales, por el infantilismo o prolongación de la adolescencia, por la tendencia a sentirse víctimas y quejarse de todo, por considerar la salud y el dinero como valores absolutos y gozar de la vida, por el bienestar físico prescindiendo del bienestar sicológico y, sobre todo, del bienestar espiritual, etc., etc. Podríamos estar enumerando multitud de limitaciones, condicionantes y resistencias. Pero no son las limitaciones, condicionantes o resistencias lo que define a la persona humana, sino su éxtasis, que es constitutivo y le proporciona el sentido de su dignidad.

El hombre es, como asevera nuestro autor, mística deidad a imagen y semejanza de la divina DEIDAD ; es alter deus, es místico absoluto a imagen y semejanza del divino absoluto. Mayor grado de dignidad no puede concebirse ya en el ser humano. ¿Para qué, entonces, buscar nuevas utopías, nuevos absolutos? ¿Para qué querer transformar al hombre en un superhombre o en otra realidad que no es otra que lo opuesto a su dignidad deitática? La negación de Dios, digamos finalmente, ha traído consigo la negación del hombre; si no, ¿cómo poder justificar la identificación teórica y práctica del hombre con los animales, promulgar leyes sociales de destrucción como el aborto, la eutanasia, la ideología de género, los arsenales del armamento nuclear, las diferentes formas de esclavitud como la droga, el sexo, la pobreza, la explotación laboral, el paro, la explotación de la infancia, el maltrato a la naturaleza, etc.?

En resumen, unas breves palabras de exhortación del propio Rielo: «¡Amemos el éxtasis! ¡Respetemos el éxtasis! Es lo que nos dispone, es el medio que se nos ha dado, para que quede consumada en su día, con inmenso mérito, nuestra unión beatífica». Todo ello para que la verdad, el bien y la belleza resplandezcan en los nuevos caminos de la educación.



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  1. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, IV, 14. Esta inhabitación, forma de presencia por esencia, no es todavía la inhabitación de las personas divinas en virtud de la gracia santificante o gratia redemptionis.
  2. Santa Teresa de Jesús, Moradas, VII 2,6.
  3. F. Rielo, Mis meditaciones, ob. cit., 82-84.