CONSCIENCIA, Concepción genética de la
CONSCIENCIA, Concepción genética de la: La consciencia, CONGÉNESIS O CONGENITUD es, para el fundador de la Escuela Idente, concepción genética de la sustancia. La consciencia absoluta es plenitud del estado de ser de las personas divinas constituyéndose en omnisciente vida omnipotente. Lo mismo hay que afirmar del amor absoluto: este es PLENITUD DE SER del ACTO ABSOLUTO de las personas divinas constituyéndose en omnipotente vida omnisciente. El enunciado es preciso: si nos referimos a la consciencia absoluta, la omnisciente vida omnipotente es congénesis o congenitud o concepción genética de la sustancia; si nos referimos al amor absoluto, la omnipotente vida omnisciente es transverberación o concepción genética de la esencia. El conocimiento absoluto o divino es, en efecto, omnisciente vida omnipotente de las personas divinas entre sí. Dicho de un modo más simple: la congenitud se refiere al conocimiento divino, que, siendo vida absoluta, todo lo puede; la transverberación se refiere, a su vez, al poder divino, que, siendo vida absoluta, todo lo conoce.
Tenemos, entonces, que, según nuestro autor, la sustancia, en sus diversos grados (referido al absoluto y a las criaturas) es:
congénesis metafísica o divina, referida a la consciencia absoluta o geneticidad convivida en unidad absoluta o divina;
congénesis ontológica o mística, referida a la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA de la consciencia absoluta en el espíritu humano haciendo de este mística u ontológica consciencia potestativa;
biogénesis, la divina presencia reverberativa de la consciencia absoluta en el alma impersonal haciendo de esta SUBCONSCIENCIA sicosomática sensorial, estimúlica o instintual;
morfogénesis, la ACTIO IN DISTANS de la consciencia absoluta en la materia haciendo de esta INCONSCIENCIA estructural.
La concepción genética de la sustancia es, consecuentemente, distinta si hablamos de los seres personales, de los seres impersonales y de las cosas:
referida a los seres personales, es consciencia potestativa;
referida a los seres no personales, es SUBCONSCIENCIA sicosomática, sensorial, estimúlica e instintual;
referida a las cosas, es INCONSCIENCIA estructural.
En el ser humano, la consciencia es la POTENCIA DE UNIÓN perceptiva del espíritu elevada por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del ACTO ABSOLUTO a consciencia ontológica o potestativa. Es consciencia ontológica porque es estado de ser del espíritu, y es consciencia potestativa porque es estado de ser del espíritu en inmanente complementariedad con el acto de ser del espíritu, elevado por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA a potestad consciencial. Si el espíritu es sicosomatizado, también lo es la consciencia; por tanto, tenemos una consciencia sicosomatizada con funciones sicoespirituales (INTUICIÓN, FRUICIÓN, libertad), sicosomáticas (razón, DESEO, INTENCIÓN, MEMORIA, IMAGINACIÓN, conectiva , sentimiento, emoción, pasión) y sicoorgánicas: SENTIDOS EXTERNOS E INTERNOS , instintos y pulsiones, estímulo y respuesta, órganos, aparatos y sistemas. Esto hace que el acto de conocer no signifique solo partir de la razón, y ni siquiera que tenga como inicio los sentidos, sino que el origen está en el espíritu, que es POTENCIA DE UNIÓN perceptiva y comunicativa[1]; un espíritu abierto al modelo absoluto en virtud de la ley ontológica de la transcendencia (Véase LEYES ONTOLÓGICAS). La consciencia humana, por inspiración constitutiva[2], a nivel DIANOÉTICO, puede conocer realidades inefables y universales, y a nivel HIPERNOÉTICO, conocer asimismo las verdades reveladas (Véase Conocimiento).
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- ↑ La estructura formal del espíritu es de una POTENCIA DE UNIÓN perceptiva y comunicativa. La percepción y la comunicación en el ser humano son, pues, espirituales u ontológicas. La percepción y comunicación no son sensoriales o instintivas, sino que tienen carácter sensorial, instintivo, emotivo, imaginativo, desiderativo, racional…, pero son comunicación y percepción espirituales u ontológicas con estos caracteres.
- ↑ Rielo habla de inspiración constitutiva, que, en virtud de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA, se da a todos los seres humanos, y de la inspiración santificante que, en virtud de la divina presencia santificante o mística procesión, la reciben los bautizados. El fruto de la inspiración constitutiva hay que ganárselo con el esfuerzo, con la disposición y con la escucha: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente» (Gén 3,19); la inspiración santificante, que es elevación de la inspiración constitutiva al orden sobrenatural, es dada con el don de la fe, y exige no menos esfuerzo, disposición y escucha.