DIOS, Pruebas de la existencia de
DIOS, Pruebas de la existencia de: El concepto de “prueba”, dentro de la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN , en orden a la existencia divina carece de propiedad metafísica. Este concepto está, por otra parte, ‘a prueba’, es decir, hay diferentes teorías para su explicación. El ser humano tiene “prueba”, dada por él mismo, de la existencia de Dios. Esta prueba consiste en una información genética dada por el sujeto absoluto en dos sentidos: metafísico, por formulación del principio genético, ≑; místico, por presencia constitutiva del ACTO ABSOLUTO en la persona. La INMANENTE COMPLEMENTARIEDAD INTRÍNSECA es único nexo de estas dos categorías, genéticamente, informantes. Las llamadas “pruebas históricas” tienen solo sentido vernáculo que, cuando más, se apoyan, inconsistentes, en los llamados “argumentos demostrativos” según el modelo de determinadas filosofías. Dentro de este vernaculismo, abundan las “seudopruebas” de carácter incorrecto, incluso, primitivo.
El concepto “prueba” arroja, también, metódicamente, el dato ingrato de un “Dios” que se revela resultado de un “x”, cuando, en verdad, Dios es axioma metafísico y místico con todo el inmenso peso de su grandeza absoluta. Esta grandeza prohíbe que pueda ser un deducido científico; más bien, la creación sería el deducido por el sujeto absoluto .
Todo ser humano posee, a pesar de todo, cierta experiencia vivencial de estar orientado hacia la unidad y simplicidad de una realidad transcendente, que denomina Dios, reino de valores, reino de verdades objetivas, ideal a alcanzar —ideal de justicia, de libertad, de realización personal o social—, derivándose de ello un COMPROMISO ONTOLÓGICO y un comportamiento ético. Son las diversas concepciones que la persona humana puede hacer en sí misma de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto . Solo queda, ante tantas posibles concepciones, formar bien la auténtica. Una visión bien formada del modelo absoluto nos revela que Dios está presente constitutivamente en nuestra consciencia. Ahora bien, no es lo mismo ‘presencia’ que ‘posesión’: puede haber presencia, pero no posesión o consciencia explícita. El ser humano tiene necesidad y obligación, en orden a realizarse como persona, de explicitar su consciencia . La posesión, más allá de la simple presencia, necesita del acto de libertad con su racionalización, desideralización e intencionalización, con su interiorización, internalización e intimización. La persona humana debe posesionarse de la presencia, cualquiera que sea el objeto de conocimiento , que es como decir, tomar posesión de algo que ya se tiene. Si tomar posesión de un objeto de conocimiento es tomarlo en serio para formar bien nuestro saber acerca de él, tomar posesión de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto es formar bien nuestro conocimiento explícito acerca de dicha presencia, comprometiéndonos, ontológica y moralmente, con ella sin restricción alguna.
La racionalización es aquel mecanismo sicoético de defensa que elude la responsabilidad que trae consigo la negación de Dios para aliviar así la frustración existencial que se deriva de ello. Con este mecanismo, buscamos justificar, subconsciencialmente, esta negación por medio de un montaje teórico-racional con el fin de evitar el vacío existencial que se nos produce. Quien utiliza este mecanismo intenta autoconvencerse de la no existencia de Dios y convencer, con la misma fuerza, a los demás en un intento de reforzar su posición. En este sentido, hay que afirmar que el que se dice “no creyente” es, más bien, un MAL creyente, no porque diga creer o no creer en Dios, sino porque cree obstinadamente en la racionalización que él mismo ha hecho de la no existencia de Dios. La tendencia hacia la obstinación es espada de Damocles que pende sobre todo ser humano; prueba de ello son la propensión a la discusión violenta, la predisposición al exclusivismo, la facilidad de caer en actitudes extremistas. Es cierto que la estructura transcendental o genética de la CREENCIA la tiene todo ser humano en virtud de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del absoluto en el espíritu, pero lo importante es cómo utilizamos esta ἐνέργεια [enérgueya] de la CREENCIA y cuál es el término de referencia último que ponemos al valernos de esta energía constitutiva dada a nuestra inteligencia. El objeto último de CREENCIA puede errarse, falsificarse o enmascararse si no se tiene una visión bien formada de la realidad, lo cual puede suceder a todos: al ateo, al creyente, al agnóstico y, como no, al indiferente, al escéptico o al relativista, que solapan en sus actitudes esta falsificación de la ἐνέργεια a la cual nadie puede renunciar porque el ser humano la necesita, existencialmente, para seguir viviendo como persona.
A una inteligencia, voluntad y unión abiertas, no se les puede ocultar la entrañable y vívida existencia del modelo absoluto —esto es, de la existencia de Dios—, referente primero y último de toda percepción noética y de toda comunicación verbal. La apertura es capacidad de transcendencia hacia la unidad y simplicidad, dada por el propio modelo; en caso contrario, la transcendencia y el modelo absoluto serían producto de una autoconsciencia que no iría más allá de la enorme complejidad y fragmentariedad propias de un absurdo solipsismo asumido por el propio ser humano. Todo ser humano posee, a pesar de todo, cierta experiencia vivencial de estar orientado hacia la unidad y simplicidad de una realidad transcendente, que denomina Dios, reino de valores, reino de verdades objetivas, ideal a alcanzar —ideal de justicia, de libertad, de realización personal o social—, derivándose de ello un COMPROMISO ONTOLÓGICO y un comportamiento ético. Son las diversas concepciones que la persona humana puede hacer en sí misma de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto. Solo queda, ante tantas posibles concepciones, formar bien la auténtica concepción.
El error, la superstición, la idolatría y los falsos absolutos no están en la religión ni en la ciencia; están en el inquieto corazón humano que, desnortado, los construye y los proyecta en su actuar religioso o científico. Un científico que, con su instrumento experimental, negara la existencia de Dios, se habría convertido a sí mismo en ídolo y vaciado de sabiduría su conocimiento científico. Aunque se niegue el absoluto, no desaparece la sed de absoluto presente constitutivamente en el ser humano. Lo que sucede es una sustitución del absoluto por falsos absolutos (Véase Consciencia de Separación) —como afirma Benedicto XVI— «en direcciones equivocadas: en la droga, en una sexualidad vivida de modo desordenado, en las tecnologías totalizadoras, en el éxito a cualquier precio, incluso en formas engañosas de religiosidad. También a menudo se corre el riesgo de ABSOLUTIZAR (Véase ABSOLUTIZACIÓN y ABSOLUTIZAR) las cosas buenas, que Dios ha creado como caminos que conducen a él, convirtiéndolas así en ídolos que sustituyen al Creador»[1].
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- ↑ Benedicto XVI, Mensaje, 10 de agosto de 2012.