CONSCIENCIA DE SEPARACIÓN
CONSCIENCIA DE SEPARACIÓN: La falta de unidad implícita o explícita con el absoluto comporta la deformación del YO en sí y para sí con el resultado de una consciencia de separación, que lleva a la consciencia anómala de soledad existencial y de egocentrismo (Véase EGO, EGÓTICO, Egotización). Esta separación del absoluto, que admite infinidad de grados, puede llevar a estados de contraconsciencia. El ser humano posee siempre unidad implícita con el absoluto en virtud de que la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA de este en su espíritu es lo que le define como persona, independientemente del estado de CREENCIA o increencia. La falta de unidad implícita, que no puede ser total o absoluta, puede venir:
por generación biológica, como consecuencia del PECADO ORIGINAL;
por actitud o hábito donde interviene, en algún momento, la consciencia explícita, dejando a esta en un estado de implicitud subconsciencial o inconsciencial.
La primera consecuencia de la deformación del yo es la experiencia de una finitud cerrada, negativa, desde la que se construye el ego y su proyección sicosomática, que afecta a los cuatro ámbitos del hombre (personal, sacral, cósmico y social), y a las diferentes dimensiones (Véase Niveles, Ámbitos y Dimensiones) en las que se reflejan aquellos ámbitos del ESPÍRITU SICOSOMATIZADO : histórica y económica, artística y filosófica, cultural y política, científica y humanista, técnica y artesanal… El espíritu queda en estado de descreencia, desesperanza y desamor, en sus diferentes grados, dependiendo del estado consciencial de separación del absoluto. La sustitución del absoluto por otro absoluto es solo un fallido intento de negar, por impulso homeostático, la consciencia (implícita o explícita) de separación. La persona humana rechaza, genéticamente, en virtud de su POTENCIA DE UNIÓN , la consciencia de separación y, por ello, debe justificar, sicoéticamente, el estado anárquico en el que se encuentra.
Un materialista, por ejemplo, no está negando la relación con el modelo absoluto ; lo que hace, en realidad, es sustituirla por la relación con otro supuesto absoluto, la materia, produciéndose como mecanismo sicoético de defensa la negación de la consciencia de separación. Esta negación supone una supuesta unión con la materia, con la que debe hacer una prosopopeya intelectiva atribuyendo a dicha materia toda la problemática existencial humana. La materia adquiere, en este sentido, características antropomórficas atribuidas a una mente propensa al discurso ideológico (Véase IDEOLOGÍA).
Es esta una actuación inauténtica o disgenética porque con ella se evade la persona humana de una realidad auténtica que, genéticamente, no puede negar. La consciencia de separación permanece, de este modo, actuando en la consciencia ontológica deformándola. Se producen así los diversos modos en que se presenta la consciencia: débil, inauténtica, perezosa, ignorante, falsa.
Un no creyente puede estar convencido, en su actitud de increencia, de la absoluteidad de la materia. El mundo de las convicciones, sin embargo, no define al ser humano. El hombre es + que sus propias convicciones, y es en virtud de este + que puede enmendarlas, hacerlas o fabricarlas. Si este mundo de las convicciones no está bien formado, se da, contrariamente, una deformación consciencial donde el OBJETO DE CONSCIENCIA queda sin unidad, dirección y sentido . Las convicciones falsificadas son más bien fijaciones en el solapado de la SUBCONSCIENCIA e INCONSCIENCIA . Estas fijaciones se presentan como anomalías de la NEUROSIS en la que intervienen los niveles, ámbitos y dimensiones de la persona humana. Por ejemplo, la actitud atea de un ser humano puede ser debida al MAL ejemplo de creyentes (ámbito religioso), al influjo social, cultural, ideológico (ámbito social y dimensión cultural e ideológica), o a causas complejas en las que tienen que ver la interrelación de niveles, ámbitos y dimensiones. La enfermedad de la no CREENCIA es compleja y de difícil diagnóstico, y está presente, incluso con mayor virulencia, en muchos de los llamados creyentes. No por decir “creo en Dios”, se tiene una consciencia bien formada de Dios; más todavía, uno que se dice creyente puede tener una visión de Dios ideologizada, esto es, concebida a imagen y semejanza de la proyección e introyección de su yo. No es el solo discurso el que desvela o manifiesta la no CREENCIA, sino una actitud falsificada, reductiva, excluyente. Tengamos en cuenta que un no creyente es un creyente negativo, segregado —personal o socialmente— a quien se debe integrar por medio de actitudes potenciantes, incluyentes y dialogantes. Lo contrario es el proselitismo de las sectas, que se caracterizan por una DEGRADACIÓN de la CREENCIA generando una visión estrábica caracterizada por el reduccionismo, exclusivismo y fanatismo. Las sectas, más que curar, contagian su propia enfermedad a las creencias débiles. Un sectario hará que un ateo convencido sea más ateo y conseguirá también que un creyente auténtico sea más creyente. Por lo general, el ignorante o mediocre será, fácilmente, pasto de las sectas.
El acto EGÓTICO pone de manifiesto la consciencia de separación disparando el anarcós, síntesis de la culpa y del miedo (Véase NEUROSIS). De esta manera, la consciencia ontológica más que un cum-scire (saber juntamente con) es un contra-scire. Es un refugiarse en sí, rechazando la iniciativa de la verdad, de la bondad y de la belleza de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto en el espíritu. Y esto lo hace el ser humano con el objeto de apropiarse indebidamente de la autoría del ontológico PATRIMONIO GENÉTICO . Esta apropiación es un acto de EGOTIZACIÓN (Véase EGO y EGÓTICO) que, negando la realidad, hace vivir a la persona en estado de inautenticidad, de allanamiento ontológico, de ponerse ella misma en el lugar del absoluto.
En el acto EGÓTICO está presente la consciencia de separación, que no es otra cosa que la afirmación del yo en su yo, y el INSTINTO DE FELICIDAD, que no es otra cosa que la conversión de la felicidad genética (espiritual) en instintual; dicho de otro modo, el acto EGÓTICO degrada la consciencia potestativa y el don de la felicidad, que se da en la respuesta positiva de las ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS a la acción agente de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del modelo absoluto en el espíritu. El instinto de felicidad incita al gozo (de la sique) y al placer (del soma) desordenados. La unión con el modelo absoluto es, sin embargo, un estar bien avenidos, aceptando la realidad genética que nos define para construir juntos la vida. El placer del cuerpo, el gozo de la sique y la felicidad del espíritu, cuando están egotizados, quedan en desorden, a la deriva, asumidos por el instinto, y produciéndose, por esta causa, el INSTINTO DE FELICIDAD con el instinto de gozo y el instinto de placer; o simplificando, el instinto de felicidad con su placer y su gozo desordenados.
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