INTUICIÓN

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INTUICIÓN: Cada una de las facultades posee funciones sicoespirituales, sicosomáticas y sicoorgánicas[1]. ¿Dónde colocar, pues, la intuición? La intuición no es otra cosa que la función sicoespiritual de la facultad intelectiva, lo mismo que la FRUICIÓN_ es la función sicoespiritual de la facultad volitiva, y la libertad es la función sicoespiritual de la facultad unitiva (Véase FACULTADES HUMANAS). La libertad hace la síntesis formal de la intuición y de la FRUICIÓN. No puede confundirse la intuición con la facultad volitiva o la facultad unitiva, ni con las demás funciones sicoespirituales o sicosomáticas, por ejemplo, el sentimiento, la imaginación, el deseo.

La intuición viene determinada por tres subfunciones que la estructuran: penetración, discernimiento y advertencia; la advertencia hace la síntesis de la penetración y el discernimiento. Hay que afirmar que la intuición es, formalmente, la advertencia intelectiva, del objeto de consciencia, con su penetración y discernimiento.

Asimismo, la FRUICIÓN posee otras tres subfunciones (apreciación, agrado y consentimiento, donde el consentimiento es la síntesis de la apreciación y el agrado). La FRUICIÓN es, formalmente, el consentimiento volitivo, en el objeto de consciencia, con su apreciación y agrado.

La libertad , a su vez, posee otras tres subfunciones: resolución, aceptación y actuación, donde la actuación es la síntesis de la resolución y aceptación. La libertad es, formalmente, la actuación, sobre el objeto de consciencia, con su resolución y actuación.

Para que se dé la actuación de la libertad con su resolución y actuación, tiene que haber advertencia de la inteligencia con su penetración y discernimiento, y consentimiento de la voluntad con su apreciación y agrado.

La intuición está abierta a la FRUICIÓN y a la libertad en tal grado que, formalmente, la intuición actúa junto con estas otras dos funciones sicoespirituales: la FRUICIÓN y la libertad. A posteriori, la intuición incide en toda la complejidad de las funciones sicosomáticas y sicoorgánicas.

La intuición es, a su vez, la raíz de la idea o concepto, del juicio y del raciocinio. No existe la razón pura o cerrada[2]. La inteligencia humana posee dos funciones inseparables: sicosomática, la razón y el lenguaje; sicoespiritual, la intuición y el verbo intuicional, que, con las estructuras y operadores de carácter intelectivo, abre la inteligencia al modelo absoluto . La apertura al modelo absoluto es lo que hace que la inteligencia, finito abierto al infinito, esté facultada para otear siempre nuevos horizontes. La inmensidad, lo infinito, lo eterno —realidad incuantificable e inmaterial, presente constitutivamente en la finita inteligencia humana— son inaccesibles a los instrumentos de las ciencias experimentales por la sujeción necesaria de estas a la cantidad. La intuición posee todas las características para hacer que la razón se abra al campo experiencial o de las vivencias, pero también ejerce una gran dínamis para que la razón se abra a las invenciones o a las hipótesis de las ciencias experimentales, estableciendo sus formulaciones matemáticas y la precisión tecnológica.

Lo más importante que debemos tener en cuenta al tratar la función sicoespiritual de la facultad intelectiva, la intuición, es que está definida, transcendentalmente, por las ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS de carácter intelectivo: CREENCIA o fe, verdad, recogimiento, humildad, PRUDENCIA, inmanencia, confianza, fidelidad… Estas ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS forman la intuición con el objeto de abrir la inteligencia, con sus funciones sicosomáticas y sicoorgánicas, al infinito del modelo absoluto, y con el modelo absoluto a toda la realidad, particularmente la realidad personal, que es la suprema expresión del SER+. Tengamos en cuenta que todo ser humano parte y actúa intelectiva, volitiva y unitivamente desde un modelo absoluto implícito o explícito. Cuando esto no sucede, el actuar del ser humano está a la deriva, sin unidad, dirección y sentido. El ser humano, al tener vocación metafísica, no puede menos que tener un modelo con las características de lo absoluto. Esto no quiere decir que el modelo esté bien formado; se pueden utilizar infinidad de modelos con las características de lo absoluto, pero son modelos deformes, sustitutos, idolátricos, ideologizados.

En orden a saber bien qué es, transcendentalmente, la intuición, es suficiente que nos detengamos en una de las estructuras y operadores de carácter receptivo: la CREENCIA , que es a nivel DIANOÉTICO , o la FE , que es a nivel HIPERNOÉTICO por elevación de la CREENCIA al orden santificante. La fe es, por tanto, la CREENCIA que, elevada al orden santificante, forma la intuición y con esta, la RAZÓN , la MEMORIA , el sentimiento , y ordena adecuadamente las funciones sicoorgánicas de la instintivación, sensorialización y estimulación, que, por el pecado original están a la deriva.

La cima de la razón, función sicosomática de la inteligencia, es la intuición, que es función sicoespiritual que, no siendo producto de la actividad racional, proporciona la aperturidad de la inteligencia al infinito del modelo absoluto. La intuición, formada por la CREENCIA (a nivel dianoético) —o por la fe (a nivel HIPERNOÉTICO)—, forma, a su vez, la apertura de la inteligencia al INFINITO del modelo absoluto.

La CREENCIA o fe es la estructura y operador que, activando con las estructuras y operadores intelectivos la intuición, cumple la misión de destautologizar la idea para abrirla a la definición transcendente. Solo así podemos formar nuestras ideas; esto es, llenarlas de contenido formal con su carga sintáctica, lógica y ontológica.

Sin embargo, la CREENCIA o fe no es una estructura y operador que nos lleva, genéticamente, a creer en una IDEA . Creer en una idea es volcarse en ella, poner toda nuestra confianza en ella; en una palabra, es depender de ella, poniéndonos a su servicio. Habríamos quedado, así, atrapados o dominados por una idea transformada en seudoabsoluto o constructo tautológico; esto es, en una idea εἴδωλον, en un ídolo que, separado de la realidad del absoluto, tiene por seudorreferente un abstracto en el que, en último término, se autoafirma el yo intelectualizado del ser humano. Quien cree en una idea cree en la proyección que de sí mismo hace en esa idea.

La idea no es, por tanto, el objeto adecuado de la CREENCIA; antes bien, es la CREENCIA la que, activando —con los demás operadores intelectivos— la intuición del ser humano, abre las ideas, más allá de la finitud de sí mismo, al infinito del modelo absoluto, en el cual cree, en el cual espera y al cual ama. Las ideas, de este modo, toman la unidad, dirección y sentido del objeto de CREENCIA, de EXPECTATIVA y de amor.



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  1. Las funciones sicoespirituales son: la intuición, de la facultad intelectiva; la FRUICIÓN, de la facultad volitiva; la libertad, de la facultad unitiva. Las funciones sicosomáticas son: la razón, la memoria, el sentimiento, de la facultad intelectiva; el deseo, la imaginación, la emoción, de la facultad volitiva; la intención, la conectiva, la pasión, de la facultad unitiva. Las funciones sicoorgánicas son comunes a las tres facultades: instintivación, sensorialización y estimulación.
  2. Esta supuesta razón pura o cerrada es la que ha traído el problema irresuelto entre fe y razón. No puede haber paso entre una razón cerrada y la fe; tampoco hay paso entre una fe cerrada y la razón. Son conceptos que, bajo el dominio del seudoprincipio de identidad, muestran un vacío que la reflexión vulgar o culta tiene que llenar, sin proporcionar nunca una “visión bien formada” del acto TEANTRÓPICO : acción de Dios en el ser humano con el ser humano. Antes de hablar de fe y razón, debemos ir a la razón formada por la CREENCIA, para, abierto el conflicto en todas sus posibilidades, acudir a la solución última que proporciona la razón formada por la fe.