VERDAD, Concepción genética de la
VERDAD, Concepción genética de la: La verdad es una estructura y operador genético atributivo. El ser humano necesita hacerse con la verdad del objeto mediante la activación de la verdad en la inteligencia; esto es, necesita que la estructura formal de la verdad se active en la inteligencia para hacerse con la verdad del objeto. Esto no es posible sin la inspiración del modelo absoluto como PRINCIPIO EPISTÉMICO . Este es el TERCIO INCLUSO de la verdad del objeto y de la verdad de la inteligencia. El carácter operativo de la verdad solo es posible si el objeto, en su apertura, es “+” que simple objeto y la inteligencia, en su apertura, es “+” que simple inteligencia. La verdad no es, como quería Aristóteles, ‘decir que lo que es es’, pues la verdad no es un ‘decir’ y, menos, un decir vacío, tautológico, sin nada que decir; antes bien, la verdad es ‘afirmar que lo que es es y algo “+” de lo que es’. La verdad es, sobre todo, asentimiento, consentimiento, certeza, fidelidad, al “+” de lo que todo es, incluida la inteligencia. La verdad estructural de ‘lo que es’ es aquello por lo que ‘lo que es’ puede hacerse inteligible. La verdad estructural de la inteligencia es aquello por lo que la inteligencia puede hacerse con ‘lo que es’. La verdad ontológica, y con ella toda otra función veritativa, es activación de la verdad estructural en virtud de la inspiración del modelo absoluto, presente constitutivamente como PRINCIPIO EPISTÉMICO.
La verdad no es, como concebía Heidegger, encubrimiento del ser en estado de degradación y descubrimiento del ser en estado de autenticidad. La verdad es, más bien, asentimiento y fidelidad al estado de autenticidad de todo ‘lo que es’ en su “+”, y reconocimiento del estado de degradación de ‘lo que es’ en su “-” para repararlo, restaurarlo, transformarlo en lo que tiene que ser; esto es, en su autenticidad. Todo ser es auténtico en el “+” de lo que es, e inauténtico en el “-” de lo que es. Lo verdadero no es conformidad del ente con el intelecto, pues no existe identidad entre ente e intelecto; esta identidad no posee ningún significado porque nada añadiría ni al ente ni al intelecto. La verdad tampoco es correspondencia entre lo que se dice y aquello de lo que se habla, pues es imposible decir ‘todo’ de aquello de lo que se habla.
La verdad, con su verificación, consiste en la unidad del “+” del ente y el “+” del intelecto, cuya síntesis es la inspiración; esto es, la unidad del “+” del ente con el “+” del intelecto es por inspiración del modelo absoluto, constitutivamente presente como PRINCIPIO ACTUAL y epistémico (Véase asimismo PRINCIPIO ABSOLUTO O METAFÍSICO). La verdad, inspirativa e inspirada, es, bajo todas sus manifestaciones (metafísica, ontológica, lógica, epistemológica, nominal, pragmatista, existencial), función de la definición transcendental (Véase VIVIENTE DEFINICIÓN TRANSCENDENTAL). El relativismo, que niega la verdad absoluta o metafísica, es absurdo pues niega el concepto mismo de verdad. Toda supuesta verdad, dentro del especulativismo relativista, es falsa, pues es conocimiento a la deriva sin verificación posible.
Cuando hablamos de la ‘verdad’, tenemos que ‘saber’ lo que decimos. Si afirmamos, por ejemplo, ‘es verdad que hoy está lloviendo’, lo que estamos haciendo es comunicar una verificación personal. Esta verificación supone que hay un TERCIO INCLUSO que hace la síntesis del hecho abierto a la inteligencia, y de la inteligencia abierta al hecho. Es en esta aperturidad donde se sitúa la verdad o la verificación, que son el contenido del ‘saber’. El ser humano ‘sabe’ que está lloviendo porque hay una verificación o ideación del hecho por la inteligencia, y posee, además, la capacidad de comunicar su saber; esto es, expresar a otros la verificación personal del hecho. La verdad tiene metafísica y ontología; la falsedad carece, por el contrario, de metafísica y ontología.
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