TEANTRÓPICO (periodo)
TEANTRÓPICO (periodo): Es un paradigma filosófico-metafísico[1] que hace referencia a la acción agente del modelo absoluto en el ser humano con el ser humano. También se llama al cuarto periodo de la navegación de la metafísica, inaugurado por F. Rielo, tras el TEOCÉNTRICO, el ANTROPOCÉNTRICO, y el MORFOCÉNTRICO. La actuación de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del absoluto en la persona humana con la persona humana es acción sinérgica o teantrópica de la que deriva la responsabilidad ética o moral.
Según nuestro autor, en la historia del pensamiento filosófico, han existido tres o cuatro grandes periodos, entrecruzados más que consecutivos, y teniendo en cuenta que el último es el que hace la transcendental síntesis envolviendo toda la riqueza que pudieran comportar los demás periodos:
- El primer periodo sería el TEOCÉNTRICO, hasta Descartes, donde el MONOTEÍSMO unipersonalista ha tenido la primacía, refrendado por filosofías con vocación metafísica.
- El segundo periodo sería el ANTROPOCÉNTRICO, a partir de Descartes, en el que el hombre, centro del pensamiento, ha incurrido en el vacío caótico de las distintas filosofías sin metafísica: idealismos, materialismos, fenomenología, existencialismos, estructuralismo…
- El tercer periodo sería el teantrópico, con el “SER+”, donde la acción de Dios en el ser humano-con el ser humano, es el pensar y el actuar decisivo de una historia divino-humana que tiene a Cristo, persona divina encarnada, como plenitud del camino, de la verdad y de la vida.
En resumen, la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN , a nivel intelectual y revelado, nos ofrece la pauta de que Cristo es el modelo real por excelencia que, revelándose Hijo del Padre y dador del Espíritu Santo, nos desvela con sus dos naturalezas, divina y humana, en su persona, la suprema expresión de un movimiento TEANTRÓPICO del que Él es Supremo Maestro.
El movimiento teantrópico es, entonces, para Rielo, la acción de la Santísima TRINIDAD en el ser humano-con el ser humano, esto es, el ser humano ha quedado elevado al mayor rango posible: mística u ontológica DEIDAD de la humanidad, o metafísica DEIDAD. El ser humano, el homo mysticus, es alter Christus, alter Deus, en el que, roto el síndrome autista de su propia identidad, se comunica con sus semejantes con la misma comunicación de amor que se tiene con las personas divinas: este es su modelo de actuación, de creatividad y de existencial vivencia.
Esta experiencia vital, no matematizable, incomparablemente más amplia y rica que toda experiencia sensible o sensorial, es la que, siendo deificada por el HUMANISMO DE CRISTO , nos deifica en un amor creacional que se proyecta en la concepción mística de todas las ciencias del hombre, sobre todo, de la ontología, con fundamento en la metafísica.
De otra manera expresado[2] , nos encontremos en los albores de un tercer período teantropocéntrico, que tiene como paradigma la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN en conformidad con los dos niveles: intelectual o ecuménico y revelado o cristológico. Cristo es, por otra parte, la plenitud del modelo: el modelo real por excelencia que, revelándose Hijo del Padre y dador del Espíritu Santo, a su vez nos revela con sus dos naturalezas, divina y humana, en su persona divina, la suprema expresión de un movimiento teantrópico del que Él es Supremo Maestro que nos enseña en el Espíritu Santo que Él es el camino, la verdad y la vida hacia un Padre del que nos dice: “Sed perfectos, sed misericordiosos, sed justos, sed santos, como vuestro Padre celestial es perfecto, misericordioso, justo, santo”.
La teantropía es, para el pensamiento rieliano, la historia de la acción ad extra de las personas divinas en la persona humana con la persona humana; esto es, el ser humano, supuesta su creación, ha quedado elevado al mayor rango posible: mística u ontológica DEIDAD de la divina o metafísica DEIDAD; de aquí, la confirmación escrituraria de Cristo: «¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo he dicho: dioses sois’?» (Jn 10, 34). El ser humano es, en este sentido, el homo mysticus, el alter Christus, alter Deus, en el que, roto el síndrome autista de su propia identidad, se comunica con sus semejantes con la misma comunicación de amor que se tiene con las personas divinas: este es su modelo de actuación, de creatividad y de existencial vivencia.
Esta experiencia vital, no matematizable, incomparablemente más amplia y rica que toda experiencia sensible o sensorial, es la que, siendo deificada (Véase DEIFICACIÓN) por las personas divinas, nos deifica en un amor creacional que se proyecta en la concepción mística de todas las ciencias del hombre, sobre todo, en una concepción genética de la ontología con supuesto en una concepción genética de la metafísica.
Cristo, camino, verdad y vida, es el Metafísico por excelencia. San Pablo amonesta el partidismo de que unos sean de Pablo, otros de Apolo, otros de Cefas (1Cor 1,12), ¿no habría que decir lo mismo de las adscripciones del pensamiento cristiano cuando este se aferra, con carácter de exclusividad, a una determinada metafísica que no sea la de Cristo: el más grande Metafísico de la Historia? Quizás, por ello, sean válidas aquellas palabras de Ortega y Gasset cuando, con razón, se lamenta de la falta de originalidad de la filosofía cristiana: «La verdad —afirma Ortega— es que lo que hubiera sido la auténtica y original filosofía cristiana ha quedado nonato, y con ello ha perdido la humanidad una de sus más altas posibilidades»[3].
Para nuestro autor, la naturaleza humana es espiritual, pero es un espíritu que, libremente creado, es infundido en un SICOSOMA ; esto es, la naturaleza humana es un ESPÍRITU SICOSOMATIZADO . Pero la naturaleza humana no se queda en naturaleza en cuanto naturaleza porque el espíritu no es espíritu en cuanto espíritu, sino que el espíritu es “+”: yo soy yo y algo “+” que yo. Este “+” es el estado en que deja a nuestro espíritu la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA. Cuando hablamos de “DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA” hay que tener en cuenta el concepto de CIRCUNLÓGESIS mística (concepción genética de la pericóresis): la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del sujeto absoluto en el ser humano (acción agente); el ser humano en la divina presencia del sujeto absoluto (acción receptiva). Por eso, la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del sujeto absoluto en el ser humano es la presencia de la acción agente en una acción receptiva; esto es, acción de Dios en el ser humano con el ser humano; en este sentido, es acción sinérgica, teantrópica. La valoración del acto moral consiste en la acción receptiva; esto es, en la respuesta activa, pasiva, positiva o negativa (rechazo) del ser humano a la acción divina. La acción receptiva puede, entonces, ser degradada por el ser humano.
La DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA es tan nuestra que no podemos desprendernos de ella, es nuestra riqueza, nuestro PATRIMONIO GENÉTICO que nos está permanentemente constituyéndonos como seres personales. No podemos hacer nada —para bien o para mal— sin la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA. Y es aquí donde radica la RESPONSABILIDAD MORAL del ser humano porque, contrariamente a lo que sucede con los otros seres no personales, la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA nos hace sujetos capaces de inteligir, querer, decidir, sobre la verdad, bondad, belleza, o degradarlas mediante nuestra libertad egotizada.
El estado de ser en que la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA deja a nuestro espíritu es, como hemos visto, místico, teantrópico. Todo lo que se refiere al hecho místico es teantrópico; es decir, consiste en la acción de Dios en el ser humano con el ser humano. Dicho de otra manera, es iniciativa de Dios, gracia divina en el ser humano a la que el ser humano responde. Es, en este sentido, un acto sinérgico de Dios y del hombre; por eso, se llama teantrópico. Este acto sinérgico tiene un origen, una acción agente, que es la iniciativa divina, y un fin, una acción receptiva, que es la respuesta humana, una respuesta que el ser humano puede, libremente, aceptar o degradar.
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- ↑ Rielo utiliza el término teantrópico en lugar de teándrico para evitar la connotación virilista del término griego ἀνήρ; en su lugar toma el sustantivo ἄνθρωπος, que significa ser humano, hombre y mujer, expresando mejor la naturaleza humana. Teantrópico significa, pues, el acto que resulta de la acción de Dios en el ser humano con el ser humano (θεός + ἄνθρωπος= te-antrópico; θεός + ἀνήρ = te-ándrico).
- ↑ Cfr. J.M. López Sevillano, Las claves del pensamiento metafísico de Fernando Rielo. El reto presente de las nuevas generaciones, Nueva York, Septiembre de 2000.
- ↑ J. Ortega y Gasset, La idea de principio en Leibniz, 19, Obras completas, t. VIII, 167.