LOGOS O VERBO
LOGOS O VERBO: El logos es el gene ; esto es, el Hijo del Padre [ de ], porque [], Hijo, es el gene o logos de [], Padre, en tal grado que el Padre es el origen del logos, el Hijo es el logos y el Espíritu Santo es el fin del logos. La videncia hipernoética, revelada por Cristo y en Cristo como logos encarnado, nos presenta un modelo absoluto constituido por tres personas divinas. El Hijo encarna, pues, el gene o logos como manifestación, revelación, definición, del modelo absoluto. El ser humano es, a su vez, hijo en el Hijo, logos santificante en el logos divino.
Con referencia al logos humano nuestro autor añade que el sustantivo logos viene a significar el comunicativo estado genético de quien recibe activamente la mística geneticidad; esto es, la persona humana, porque esta es constituida genéticamente. Este logos ontológico o místico, en que consiste la naturaleza deitática de la persona humana, no es un pasivo, a modo de un lienzo en el que se va dibujando algo; antes bien, es el GENE ONTOLÓGICO O MÍSTICO que posee la información genética, que es activada por la acción agente del modelo absoluto y la acción receptiva de la persona humana para el progreso y desarrollo de esta. El diálogo es, por consiguiente, ontológica transverberación o compenetración del logos ontológico o místico con el logos metafísico o divino. La transverberación es, pues, un dialogal que se proyecta en las facultades y sus FUNCIONES SICOESPIRITUALES Y SICOSOMÁTICAS , en tal grado que adquiere multitud de dimensiones, matices y manifestaciones intelectivas, volitivas, afectivas, etc., que encuentran su unidad en la consciencia ontológica.
La esencia del diálogo ontológico es, pues, el éxtasis de amor de la persona humana con su modelo absoluto, fundamento, a su vez, de todo otro diálogo del ser humano con sus semejantes y su comunicación con la naturaleza. El lenguaje, como comunicación dialogal, posee sus manifestaciones sicoespirituales y sicosomáticas que, a su vez, pueden manifestarse físicamente por medio de la voz (φωνή), el gesto, la mirada, la escritura, el símbolo, que son el soporte físico donde se esconde semánticamente, en mayor o menor grado, la mística riqueza en que consiste el ser humano: una riqueza que, teniendo su límite transcendental en la infinitud del modelo absoluto y su límite formal en la finitud de la naturaleza humana, denuncia en nuestra consciencia potestativa la verdad o falsedad, la bondad o la malicia, la hermosura o la fealdad, la unión o el rechazo.
El logos o verbo verifica que nuestra comunicación se caracterice por su capacidad logética o verbalista; o lo que es lo mismo, por la capacidad lógica o verbal de poder relacionarnos, manifiestamente, con el modelo absoluto en virtud de la divina presencia constitutiva de este, condición indispensable para que, codificada por ella nuestra comunicación, podamos crear lenguajes y formas de expresión en nuestra relación con cualquier otro objeto, sobre todo con nuestros semejantes. La comunicación es, en virtud de su logos o verbo, “+” que los distintos lenguajes y formas de expresión. No se reduce solo a la pura fenomenología de transmisión de mensajes; por tanto, el hecho humano de la comunicación no puede ser restringido a una teoría cibernética, teoría lingüística, teoría de la información o teoría de los roles, por muy perfeccionadas que estas puedan llegar a ser. Dichas teorías inciden solo en un área que corresponde tan solo a una parte del ámbito sicosomático de la comunicación.
Sabemos que la comunicación se sicosomatiza en las diversas formas del lenguaje, como la percepción se sicosomatiza en las facultades. Se sicosomatiza, por tanto, en las estructuras de la sintacticidad, de la semanticidad, de la logicidad y de la ontologicidad, que, codificadas por el carácter transcendental del logos o verbo, dan lugar a las manifestaciones articuladas o no articuladas del lenguaje, que estudia la lingüística, y a la capacidad reglada de estas manifestaciones de recibir las cargas de significación, que estudia la semiótica o la semiología. Nuestro autor se refiere, claro está, a todo el ámbito manifestativo del lenguaje articulado —oral y escrito— y al otro enorme ámbito de las manifestaciones no articuladas del lenguaje como es el caso de la mímica, la mirada, el gesto, la expresión corporal, los modos y modales en el vestir y arreglarse, y, en definitiva, todo aquello que acompaña a la expresión oral del lenguaje: entonación, ritmo, intensidad, flexión de voz… (Véase NOESIS Y VERBO O LOGOS).
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