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Revisión actual - 10:58 21 sep 2024

ANTROPOLOGÍA, Concepción mística de la: Se necesita una concepción genética de la antropología, esto es, una visión FORMAL Y TRANSCENDENTAL del ser humano. La visión formal es la de un espíritu sicosomatizado . La experiencia nos dice que poseemos un cuerpo o soma, una biología, resultado de la información genética contenida en el cigoto (unión de un óvulo y un espermatozoide). Cuando se activa la información genética dando lugar al inicio del proceso embrionario, es cuando acontece la creación del espíritu y la infusión de este en un SICOSOMA . Existe, por tanto, la información genética de un SICOSOMA en la que acontece, complementariamente, la información genética de un espíritu creado que, infundido en el SICOSOMA, es inhabitado por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del ACTO ABSOLUTO .

Esta DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA provee al ser humano, entendido como persona (“ESPÍRITU SICOSOMATIZADO inhabitado por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del sujeto absoluto”), de estructuras y operadores transcendentales que constituyen el gene ontológico o místico del espíritu. Este GENE ONTOLÓGICO O MÍSTICO, resultado de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del sujeto absoluto, da forma, estado, acto y razón de ser al espíritu de tal modo que lo transforma en DEIDAD a imagen y semejanza del absoluto.

Estas ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS son el trasunto ad extra en el espíritu humano de lo que es ad intra el sujeto absoluto. En el hombre, es ontológica o mística verdad; en el absoluto, es metafísica o divina Verdad. Existen en el ser humano, por su finitud abierta al absoluto, dos límites: transcendental, la infinitud de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA; formal, la finitud del espíritu sicosomatizado.

Por tanto, la persona humana posee dos elementos: creado, el espíritu sicosomatizado; increado, el GENE ONTOLÓGICO O MÍSTICO que, en virtud de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA, hace del espíritu un finito abierto al infinito. La persona humana no es, por tanto, ni finita ni infinita, sino un finito abierto al infinito. Las ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS de carácter transcendental son:

  1. de carácter atributivo: verdad, bien, hermosura;

  2. de carácter legislativo: inmanencia, transcendencia y perfectibilidad;

  3. de carácter receptivo: CREENCIA, expectativa y amor;

  4. de carácter transformativo: virtudes cardinales y morales, y valores.

Estas estructuras están codificadas en el GENE ONTOLÓGICO O MÍSTICO : es la información genética, patrimonio GENÉTICO del ser humano, que nos hace a imagen y semejanza del sujeto absoluto. Estas estructuras y operadores pueden ser egotizadas. El EGO es una deformación del yo cuando el yo se encierra en sí mismo y claudica a su inclinación egotizadora. Todo es, entonces, proyección del propio EGO degradando las ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS: la verdad, en mentira y error, etc. Estas estructuras y operadores constituyen el ACTO ONTOLÓGICO del espíritu en el que el absoluto es acción agente y el espíritu provisto de gene es acción receptiva. La vida mística consiste, pues, en la acción de Dios en el ser humano con el ser humano.

El ámbito deificans es el de las ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS que se dan, como el sol y la lluvia, para todos, independientemente de su voluntad; sin estas estructuras el ser humano no sería capaz de hacer el bien o el MAL; nadie puede pensar o desear no haber sido creado sin tener estas estructuras con las que el ser humano puede realizarse o degradarse.

No tendríamos ninguna responsabilidad sin estas estructuras; es más, el acto de libertad es el mismo ACTO ONTOLÓGICO proyectado en la facultad unitiva cuando las estructuras formales, con sus FUNCIONES SICOESPIRITUALES Y SICOSOMÁTICAS , se desarrollan normalmente: la advertencia de la inteligencia y el consentimiento de la voluntad se requieren para la validez del ejercicio correcto de la libertad.

El ACTO ONTOLÓGICO , proyectado en la libertad (para su ejercicio) no es sin su proyección concomitante en la advertencia y el consentimiento. Hay que tener en cuenta que el ACTO ONTOLÓGICO se sicosomatiza porque el espíritu está sicosomatizado; no es un ACTO ONTOLÓGICO puro, sino con los dos límites : formal y trascendental. El límite formal está lleno de condicionamientos, resistencias y limitaciones que impiden el ejercicio pleno de la consciencia potestativa.

El espíritu está provisto de un ACTO ONTOLÓGICO que consiste en la consciencia potestativa. El ACTO ONTOLÓGICO es TEANTRÓPICO y hace que el espíritu sea consciente porque la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA es principio absoluto o GENÉTICO concreacional, actual y epistémico (Véase PRINCIPIO ABSOLUTO O METAFÍSICO). No conocemos, pues, a través de los sentidos, sino por inspiración , pero «no sin la dura condición de los sentidos (Véase SENTIDOS EXTERNOS E INTERNOS)», en expresión repetida de nuestro autor. En el conocimiento de la realidad, interviene la integridad de la persona humana (ESPÍRITU SICOSOMATIZADO) y el GENE ONTOLÓGICO O MÍSTICO, activado por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del sujeto absoluto, como PRINCIPIO CONCREACIONAL, actual y epistémico. Conocemos por el acto de inspiración en el gene que, con sus ESTRUCTURAS Y OPERADORES GENÉTICOS, se proyecta en la sicosomatización. Por tanto, conocemos por inspiración en el ACTO ONTOLÓGICO sicosomatizado. El contenido de la consciencia potestativa es inspirado y objetivado en la consciencia por la inspiración en concomitancia con las FUNCIONES SICOESPIRITUALES Y SICOSOMÁTICAS, con la sensorialización, instintivación y estimulación (_Véase conocimiento).

Sin la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA, el ser humano no podría ser consciente de nada; lo mismo que el viviente no personal, sin la DIVINA PRESENCIA REVERBERATIVA , no podría tener su vida instintiva, sensorial, estimúlica y subconsciencial, ni incluso imaginativa, mnésica, emotiva, como acontece en los animales superiores.

Sin la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA, el ser humano no tendría consciencia , sino SUBCONSCIENCIA , como los VIVIENTES NO PERSONALES. El ser humano participa de la vida biológica (subconsciencialidad) y de las estructuras de la materia (inconsciencialidad) (Véase INCONSCIENCIA) por la que está vinculado al cosmos material.

Lo que define al ser humano es lo + y nunca lo –; lo + es lo que lo realiza, lo define, lo vivifica, lo genetiza. El – es el límite formal que lo condiciona, lo limita, lo reduce. Estas limitaciones formales, ancladas en la finitud, no definen al ser humano; por tanto, no son el ser humano, pero el ser humano no es sin estas limitaciones.

El conocimiento por el ser humano del patrimonio GENÉTICO le lleva al desarrollo de la vida del espíritu; el conocimiento de sus limitaciones le lleva a ejercer debidamente con el absoluto; este conocimiento le hace consciente de estar necesitado, de pedir ayuda a quien, presente constitutivamente, le está dando la vida que lo define. Es un acto de libertad bien formada, concepción genética de la libertad ; lo contrario es una libertad disgenética (Véase DISGENESIA).

1.- ¿Por qué, según F. Rielo, la persona humana es esencialmente mística? – La persona humana es esencialmente mística porque su DEIDAD humana es ontológicamente formada por la DEIDAD metafísica de las personas divinas en virtud de que estas están presentes constitutivamente en la naturaleza creada de aquella. Esta es la razón por la que todo ser humano es, aunque deprimido ontológicamente por el pecado original, imagen y semejanza de Dios (Gén 1,26s.); la persona humana posee en su código ontológico la lectura genética de ser y de comportarse a imagen y semejanza de Dios. Esta DEIDAD ontológica o mística, a imagen y semejanza de la DEIDAD metafísica o divina, es lo que san Juan de la Cruz viene en llamar “sustancia del alma” inhabitada ontológicamente por Dios: «…es de saber que Dios en todas las almas mora secreto y encubierto en la sustancia de ellas, porque, si no fuere, no podrían ellas durar» [1]

Lo místico es, pues, este patrimonio ontológico que define, formalmente, al ser humano como persona entre personas. Este patrimonio ontológico, abierto a la plenitud infinita y absoluta de la unidad, de la verdad, de la bondad y de la belleza, no puede ser otra cosa que gracia constitutiva, dada a todo ser humano de cualquier raza, ideología o religión. Cristo corroboró la constitutiva DEIDAD humana: «¿No está escrito en vuestra ley: yo he dicho ‘dioses sois’?» (Jn 10,34). Si el hombre no fuese mística DEIDAD –esté deteriorada por el pecado original con posibilidad de ser regenerada por la gracia santificante– no podría entrar en relación transcendente y, a la vez, experiencial con Dios. El hecho místico es, pues, carácter esencial de todo ser humano: de carácter pleno, en el bautizado; de carácter incoado, en el no bautizado.

2.- ¿La antropología se diluye en su identidad, y pierde su consistencia, dentro de una visión ‘teantrópica’? – F. Rielo no favorece ni desarrolla un paradigma TEOCÉNTRICO, donde destaca el panteos, con negación del ser humano; ni un paradigma ANTROPOCÉNTRICO , donde domina el panántropos, con negación de Dios; ni un paradigma MORFOCÉNTRICO , donde prevalece el panmorfos, con negación de Dios y del ser humano. La persona humana es ‘antropología ontológica o mística’ definida por la actuación de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del sujeto absoluto en el ser humano con el ser humano. En la antropología rieliana, la persona no solo es razón o inteligencia, ni solo voluntad o DESEO, ni solo lenguaje o símbolo, ni solo sociedad o cultura, ni solo economía o política, ni solo historia o arte: nos habla de una antropología integral, que supone una definición transcendente del hombre que da unidad, dirección y sentido a sus tres niveles (cuerpo, alma, espíritu), a sus cuatro ámbitos (personal, sacral, social y cósmico) y a sus múltiples dimensiones (histórica, científica, artística, religiosa, política…) (Véase niveles, ámbitos y dimensiones). Todo lo que es el ser humano, y dimana de él, debe adquirir el sentido de aquello que lo define transcendentalmente.

El hombre, por lo tanto, es un ser místico dotado de un espíritu sicosomatizado porque asume, en la unidad de su naturaleza, las funciones síquicas del alma o sique y las orgánicas del cuerpo o soma. En resumen, la estructura constitutiva humana es la de un espíritu creado, condicionado por el límite formal de su finitud, pero, a la vez, potenciado y definido por el límite transcendental de su apertura al infinito por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA del absoluto. La persona humana, de este modo, no es ni finita ni infinita, sino un finito abierto al infinito por la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA que lo hace mística DEIDAD de la Divina DEIDAD. Todo ser humano es constitutivamente místico gracias a esta relación originario-constitutiva con el absoluto, que lo capacita, dispone y prepara para la Revelación Trinitaria, esto es, para el orden salvífico o santificante. De todo ello el teólogo es testigo cualificado y con estas claves debe realizar su quehacer teológico. Esto solo puede ser desarrollado en una visión teantropocéntrica por la cual se concibe la actuación del modelo absoluto en el ser humano con el ser humano. Cristo es quien introduce el movimiento o periodo teantropocéntrico o TEANTRÓPICO (Véase TEANTRÓPICO).



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  1. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, IV, 14. Esta inhabitación, forma de presencia por esencia, no es todavía la inhabitación de las personas divinas en virtud de la gracia santificante o gratia redemptionis.