DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA

De Escuela idente
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DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA: El ser humano, desde el primer momento de su concepción, posee en sí mismo la presencia del modelo absoluto . Esta presencia modela nuestro espíritu creado en tal grado que nos hace personas a imagen y semejanza del modelo absoluto. Afirma nuestro autor que esta presencia es “divina” porque el modelo absoluto (metafísicamente) es Dios (teológicamente), y es “constitutiva” porque es esencial e intrínseca. Explica además que esta presencia del modelo absoluto es constitutiva, de modo que, sin ella, el ser humano no sería persona. En los seres que no tienen espíritu, la presencia del modelo absoluto es como sigue:

  1. en los VIVIENTES NO PERSONALES, es presencia extrínseca o reverberativa;

  2. en las cosas y sus fenómenos, es presencia por ACTIO IN DISTANS o vestigial.

La divina presencia constitutiva en el espíritu humano hace que la esencia de este sea “transverbetariva”, esto es, compenetrativa con el ACTO ABSOLUTO o divino ad extra. En este sentido, Dios y el ser humano se comunican transverberativamente, compenetrativamente; el concepto de transverberación posee la significación genética del amor. El MAL, el pecado, es DEGRADACIÓN, por el propio ser humano, de este amor o transverberación en la que se sintetizan los atributos, leyes y virtudes que constituyen el patrimonio espiritual del espíritu en virtud de la divina presencia constitutiva del modelo absoluto en el mismo. Esta “divina presencia constitutiva”, dada a todos los seres humanos en el momento de la concepción, es elevada al orden salvífico por Cristo y recibida en el bautismo; esta elevación hace que la divina presencia constitutiva sea “divina presencia santificante”.

La divina presencia constitutiva del absoluto es el fundamento de la vida mística a nivel DIANOÉTICO , general o ecuménico. Es necesario que sea elevada a nivel HIPERNOÉTICO o santificante para que se realice la plenitud trinitaria de la mística CONCIENCIA FILIAL.

El fundador de la Escuela Idente no rechaza los términos tradicionales, pero les da nuevos sentidos e inéditos matices de un modo coherente dentro de su visión genética de la metafísica, de la ontología y de la antropología. Todo ser humano posee el DISPOSICIONAL de la divina presencia constitutiva para que pueda tener o adquirir experiencialmente la mística CONCIENCIA FILIAL .

La divina presencia constitutiva es PRINCIPIO CONCREACIONAL , PRINCIPIO ACTUAL y PRINCIPIO EPISTÉMICO en el ser humano_._ Elevada al orden cristológico, la divina presencia constitutiva es, además, principio santificador por el cual la divina presencia constitutiva actúa, en el bautizado, como divina presencia santificante, en virtud de la redención de Cristo, manteniendo el estado de ser, acto de ser, forma de ser, razón de ser y PLENITUD DE SER del espíritu en estado de “gracia santificante”, incrementándola y llevándola a su plenitud.

1.- ¿Podría confundirse la persona humana con la divina presencia constitutiva con peligro de PANTEÍSMO? – Hay que afirmar que la persona humana no es la divina presencia constitutiva, sino que la divina presencia constitutiva del modelo absoluto es la que hace que nuestra naturaleza espiritual, libremente creada, sea persona singular; por tanto, la divina presencia constitutiva —acción de Dios ad extra en el ser humano— no existe en abstracto, pues Dios no actúa en abstracto (Véase ABSTRACTISMO), sino que lo que acontece es la acción de Dios en el ser humano con el ser humano. Esta acción de Dios en el ser humano con el ser humano constituye una acción sinérgica o teantrópica: Dios actúa en el ser humano con el ser humano. Esta acción sinérgica no es absoluta, pues el ACTO ABSOLUTO es el que constituyen las personas divinas entre sí. Ad extra es la libre acción de las personas divinas en el ser humano con la libre acción del ser humano en virtud de haber sido creado a imagen y semejanza de las personas divinas: si Dios es absolutamente libre, la persona humana es, a imagen y semejanza de Dios, místicamente libre; la libertad en Dios es por naturaleza; en el ser humano, es por gracia. La libertad es, por tanto, gracia constitutiva en el ser humano que, como el sol y la lluvia, es dada a buenos y malos. La libertad de la persona humana posee, por último, dos límites : formal, la finitud de la naturaleza humana con sus condicionamientos sicoespirituales, sicosomáticos, sicosociales, culturales, etc.; transcendental, la LIBERTAD DIVINA. La LIBERTAD DIVINA es, finalmente, una libertad absoluta que carece de los condicionantes propios de la finitud.

2.- ¿Cómo explicar que la divina presencia constitutiva del modelo absoluto nos hace personas a su imagen y semejanza? – F. Rielo, con una imagen, dirá que el ser humano da características personales a los seres no personales, hace prosopopeya o personificación con ellos, proyecta en ellos manifestaciones propias de la sicología humana para que desarrollen comportamientos parecidos a los de los seres humanos. Puede hacer prosopopeya con los árboles, con las piedras, dándoles características antropológicas: el árbol llora, las piedras hablan, etc. Y en esto reside la dignidad y dominio del ser humano sobre la creación. Pero el ser humano nunca podrá infundir en un ser no personal o en una cosa algo que lo haga ser personal. La razón es clara: la presencia del ser humano en los seres y en las cosas carece de la omnipotencia divina. Las personas divinas con su presencia constitutiva en nosotros hacen de nosotros una prosopopeya ontológica, nos constituyen como personas a su imagen y semejanza en virtud de su omnipotencia. Nosotros, a imagen y semejanza de las personas divinas, hacemos prosopopeya estética (recreativa), comunicativa, con los seres de la creación e, incluso, con las cosas. Podemos proyectar nuestros sentimientos, nuestra bondad, nuestra generosidad, etc. —o lo contrario, nuestra maldad o egoísmo—, en un animal doméstico o animar estéticamente una piedra o un árbol (podemos crear personajes humanos, o dar características humanas a un animal, a una planta, a una piedra, como en las novelas, en los cuentos o en la poesía), pero nunca podremos crear e infundir un espíritu en un ser no personal, pues no poseemos la omnipotencia divina para ello.

3.- ¿Por qué no es evidente, para muchos seres humanos, la divina presencia constitutiva del modelo absoluto? – Según nuestro autor, es debido a las disgenesias transmitidas por causa del pecado original. Los santos Padres, la TEOLOGÍA, la filosofía, la literatura y las artes han mostrado este oscurecimiento de Dios en la historia y en la cultura. Los místicos de todas las religiones son, sin embargo, los que mejor han sabido explicitar y manifestar la experiencia de Dios en el hombre y en su historia, señalando, al mismo tiempo, este oscurecimiento; así, san Juan de la Cruz habla de que Dios está presente en el hombre de un modo «secreto y encubierto»[1]. Santo Tomás habla de la presencia de Dios en sus criaturas, y por lo mismo en el ser humano, por potencia, por presencia y por esencia. F. Rielo distingue tres clases de presencia categoriales: por divina presencia constitutiva en los vivientes personales, por DIVINA PRESENCIA REVERBERATIVA en los VIVIENTES NO PERSONALES y por ACTIO IN DISTANS en las cosas. El ser humano puede experienciar místicamente estos tres modos de presencia: transverberativa, reverberativa y vestigial. La divina presencia constitutiva del modelo absoluto no puede ser sustituida ontológicamente, pues el ser humano la necesita absolutamente para ser persona. Aquí reside su responsabilidad. Sin embargo, puede ser sustituida ética o moralmente, de tal modo que se produce una disgenesia , una despersonalización moral. La primera sustitución que el ser humano puede realizar es la de la divina presencia constitutiva por su yo, resultando el identitático “yo en el yo”; todas las demás sustituciones son, a imagen y semejanza de la del “yo en el yo”, al servicio del propio yo. Detrás de todas las sustituciones puede vislumbrarse la divina presencia constitutiva, pues esta produce en el espíritu una marca indeleble que no puede desaparecer. Esta marca es el GENE ONTOLÓGICO O MÍSTICO, ontológico patrimonio GENÉTICO, en virtud del cual el espíritu queda en estado, acto, forma y razón de ser deitáticos. En esta mística DEIDAD reside la altísima dignidad de todo ser humano por el que merece verdadero CULTO DÚLICO y derecho a la EDUCACIÓN EN EL ÉXTASIS.

4.- Si la divina presencia constitutiva nos define, ¿cómo explicarlo desde la experiencia y desde la tradición? –No nos define la presencia de la finitud de las cosas y del mundo en nuestra consciencia; antes bien, la presencia de la infinitud del modelo absoluto . Nos define lo más, nunca lo menos. Por eso, todo ser humano tiene DESEO, aspiración y sed de absoluto, de infinito; de tendencia al bien, a la verdad y a la hermosura; de capacidad de amar, creer y esperar. Esta riqueza ontológica es constitutiva en todo ser humano; lo que no es constitutivo es la presencia del MAL, de la EGOTIZACIÓN (Véase EGO y EGÓTICO) en nuestra finitud abierta a la infinitud. La egotización es el acto del yo por el cual este entra dentro de sí y refiere todo a sí mismo. Este acto del “yo”, al ser disgenético, es el “EGO” o DEGRADACIÓN del yo[2]. Esta negatividad se da no en nuestro límite transcendental determinado por la divina presencia constitutiva de la infinitud, sino en nuestro límite formal significado por nuestra finitud, en la que residen nuestras limitaciones, condicionantes y resistencias. El ser humano, en su finitud, no es su MAL, ni sus egoísmos; es mucho más que todo eso, pues está definido por la presencia del infinito y hacia ello tiende con unidad, dirección y sentido en todas las cosas, a pesar de la finitud. El enunciado es preciso: la persona humana es un ser finito abierto, consciencialmente, al infinito. En la realización de su tendencia al infinito está su felicidad y su destino. El ser humano no tiene que buscar la felicidad: buscarla es su equivocación. La felicidad ontológica o mística es un don que viene cuando, con amor y generosidad, la persona practica la virtud.

El estado de ser, acto de ser, forma de ser y razón de ser de nuestro espíritu en virtud de la divina presencia constitutiva del absoluto es nuestra “intimidad constitutiva”, de cuya experiencia han surgido diversas denominaciones a lo largo de la historia de la mística cristiana. Así, tenemos la expresión Acies cordis en san Agustín[3], apex mentis en san Buenaventura[4], scintilla rationis en santo Tomás[5], lex spiritus en san Juan Damasceno[6], sustancia del alma en san Juan de la Cruz, centro del alma o lo muy hondo e íntimo del alma en santa Teresa de Jesús…; pero, sobre todo, la realidad de nuestra intimidad constitutiva la pone de manifiesto aquella ilustrativa exclamación agustiniana reflejada en el tu autem eras interior intimo meo et superior summo meo[7]. ¿Qué es lo que posee nuestra interioridad constitutiva para que actúe la divina presencia del absoluto? Una GENETIZACIÓN ontológica, una vivificación del espíritu que la misma presencia constitutiva del absoluto, como PRINCIPIO CONCREACIONAL, ha hecho para poder actuar como PRINCIPIO ACTUAL y epistémico, y nuestro espíritu sicosomatizado, a su vez, responder a la acción divina. El Acies cordis, el apex mentis, la scintilla rationis, la lex spiritus, la sustancia del alma, el centro del alma o lo muy hondo e íntimo del alma indican que estamos preparados mediante un patrimonio GENÉTICO o riqueza ontológica para que podamos responder a la acción divina: a la verdad, a la bondad, al amor, a la justicia, a la misericordia, etc. Este patrimonio es lo que nos hace a imagen y semejanza de Dios.



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  1. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, IV, 14.
  2. De aquí se derivan términos que expresan las diversas degradaciones del yo: egoísmo, egofrenia, egocentrismo, egolatría, egolalia, egotismo…
  3. Significa “agudeza o penetración del corazón”. Evangelii secundum Johannem, Sermo XXXVIII.
  4. Significa “cima de la mente”. Itinerarium mentis in Deo, I.
  5. Significa “chispa de la razón”. Commentum in Librum II Sententiarum, 39, q. 9, a.1.
  6. Significa “ley del espíritu”. De fide orthodoxa, IV, 23.
  7. Significa “Tú eras más interior que lo más íntimo mío y más superior que lo más sumo mío”. Confesiones III, 6.