SER SUBSISTENTE Y PARTICIPADO
SER SUBSISTENTE Y PARTICIPADO: ¿Cómo es posible que existan dos seres personales divinos, si Dios es el ipsum esse subsistens_? –_ No existe declaración del Magisterio acerca del ipsum esse subsistens. Esta expresión escolástica fue objeto de discusión en distintas escuelas al tratar las llamadas ‘esencia física’ y ‘esencia metafísica’ de Dios. La ‘esencia física’, decían, consiste en el conjunto de todas las perfecciones divinas; la ‘esencia metafísica’ consiste, a su vez, en aquella nota fundamental que constituye la última y más profunda razón del ser divino que le distingue de los demás seres creados y es la raíz de todas las demás perfecciones divinas. Para unos, la esencia de Dios es la suma de las perfecciones, identificando así esencia física y esencia metafísica; para otros, la esencia metafísica es la ‘infinitud radical’; para otros, es el ‘entender radical’; para otros es la aseidad o no derivación, equivalente a autoexistencia o perseidad; para otros, finalmente, es el ipsum esse subsistens (el mismo ser subsistente) por el que se dice que las cosas creadas no son el ser mismo, sino que tienen ser. Como podemos apreciar, existen numerosas opiniones al tratar de la esencia divina, no poniéndose de acuerdo las distintas escuelas.
Está claro que, para la TEOLOGÍA escolástica, no puede haber en la Santísima TRINIDAD tres seres personales, sino un solo ser absoluto (ipsum esse subsistens) y tres personas divinas, que son el mismo ser absoluto. La razón es precisa: si la esencia divina es el ipsum esse subsistens, no puede haber tres seres, pues habría tres esencias o absolutos; esto es, tres dioses. Lo cual es absurdo. La cuestión no es la afirmación de la unidad y unicidad divina (tres personas realmente distintas y un solo Dios verdadero), que todas las escuelas católicas admiten, sino la explicación teológica o metafísica que se hace del dogma trinitario en orden a su mayor y mejor comprensión.
Hay que preguntarse, entonces, cuál es la definición de esencia, de ser, de persona, de absoluto…, y que estos conceptos posean la consistencia, completitud y decidibilidad (Véase SATISFACIBILIDAD) desde aquel modelo absoluto , con su método , que requiere la metafísica como ciencia exacta. Creemos que el fundador de la Escuela Idente abre el campo a la mejor comprensión del dogma desde la concepción genética de la metafísica que tiene como objeto la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN .
¿Qué comporta que, para el sistema GENÉTICO, no exista el concepto simpliciter de ‘esencia’, sino la concepción genética de la esencia divina o transverberación ? –_ En primer lugar, hay que afirmar que, en Dios, no existe ‘esencia física’, cualquiera que sea el significado de ‘física’; antes bien, solo esencia metafísica o divina. Si la esencia divina es la suma de las perfecciones, la infinitud radical, el entender radical, la aseidad, el ser subsistente, ¿en qué consisten cada uno de estos conceptos y quién los constituye? Todos estos conceptos, entendidos metafísicamente (elevados a absoluto), se tautologizan definiéndose por sí mismos en tal grado que incurren en el absurdo de la PETITIO PRINCIPII . La concepción identitática de la esencia posibilita afirmar lo que se quiera como esencia divina: la perfección, la absoluteidad, el acto puro, la voluntad radical, etc., etc., serían otras tantas posibilidades de entender la esencia divina. La razón de esta ambigüedad es sencilla: se confunde la esencia divina con el ser o con un atributo.
El concepto de esencia divina, al presentarse tautologizado, no tiene sentido sintáctico, lógico y metafísico (Véase CARENCIAS DE SENTIDO) porque posee la estructura de un functor monádico propio del SEUDOPRINCIPIO DE IDENTIDAD. Afirmar que la esencia divina es aquello por lo cual Dios es Dios y no una criatura, es una TAUTOLOGÍA porque los términos de la oración atributiva son intercambiables: ¿qué es aquello por lo cual Dios es Dios y no una criatura? La respuesta es la esencia. A partir de aquí, el ‘aquello por lo cual’ puede ser cualquier cosa, además de constituirse, absurdamente, en un término superior a Dios que define a Dios. Si la esencia define a Dios, ¿quién define a la esencia? Solo nos queda afirmar que la afirmación más aceptada del ipsum esse subsistens encierra en sí misma —aunque se pretendan negar— otras afirmaciones implícitas carentes también de sentido como causa sui (causa de sí mismo), origo sui (origen de sí mismo), principium sui (principio de sí mismo).
Podríamos seguir, en virtud de la PETITIO PRINCIPII de la identidad, los razonamientos y las preguntas indefinidamente. Por ejemplo, la pregunta ¿cuál es la esencia del ipsum esse subsistens, de la infinitud, de la suma de los atributos divinos…? El error grave de la filosofía histórica consiste en hablar de la esencia sin tener en cuenta que son las personas divinas las que la constituyen. Si las personas divinas son el sujeto de sus procesiones, también son el sujeto de todo lo que de ellas se afirme: sea la esencia, la infinitud, la perfección, la absoluteidad, el ser, la sustancia, etc.
Que las personas divinas son el sujeto de sus procesiones, lo afirma, con declaración de fe, el Concilio IV de Letrán: Illa res [sc. substantia divina] non est generans neque genita nec procedens, sed est Pater, qui generat, et Filius, qui gignitur, et Spiritus Sanctus, qui procedit [Aquello (la sustancia divina) no engendra ni es engendrada ni procede, sino que es el Padre el que engendra, el Hijo el que es engendrado, y el Espíritu Santo es el que procede], (Dz 432). Si las personas divinas no constituyeran su propia esencia, existencia, sustancia, naturaleza, infinitud, etc., estos conceptos resultarían abstractos, tautológicos, vacíos de contenido y, por tanto, con las CARENCIAS DE SENTIDO sintáctico, lógico y metafísico.
No existe, para el sistema GENÉTICO, el concepto simpliciter de esencia, sino la concepción genética de la esencia. Esta consiste en la transverberación o compenetración entre sí de dos personas divinas (ámbito DIANOÉTICO) o de tres personas divinas (ámbito HIPERNOÉTICO), en tal grado que constituyen único amor absoluto, síntesis de todos los atributos divinos. El amor, como la unidad, es relacional: no puede ser entendido sino binitaria (dos personas divinas) o trinitariamente (tres personas divinas). Son, por tanto, las personas divinas las que constituyen única concepción genética de la esencia o transverberación, de tal manera que nada hay superior a las personas divinas que, definiéndose entre sí en INMANENTE COMPLEMENTARIEDAD INTRÍNSECA , constituyen toda la realidad divina.
Por último, dentro de la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN , Dios no es ser, puesto que afirmar que ‘Dios es el ser’ es pura TAUTOLOGÍA que podría resumirse en ‘el ser es el ser’. Habría que decir, más bien, que Dios debe entenderse desde la concepción genética del ser o “SER+”; esto es, Dios está constituido por “dos seres personales (o tres seres personales) en INMANENTE COMPLEMENTARIEDAD INTRÍNSECA; en ningún caso, por el ser es el ser. Esta concepción genética del ser la denomina nuestro autor esseitas o “SER+”; esto es, los dos seres personales divinos (o tres seres personales divinos) constituyen única ESSEIDAD o concepción genética del ser.
Que el “SER+” sean dos seres personales divinos realmente distintos es de suma evidencia. He aquí el razonamiento: tenemos dos términos: el ser y su “+”. Veamos qué es el “+”:
.- el “+” es “ser” o “no es ser”;
.- si no es ser, sería nada;
.- luego tiene que ser “ser”;
.- ahora bien, si el “+” es “ser”,
.- o es lo mismo que el ser de quien es “+”,
.- o es realmente distinto;
.- si es lo mismo, incurrimos en el absurdo de la IDENTIDAD absoluta “ser es ser”;
.- luego tiene que ser “ser” realmente distinto,
.- y, por tanto, tienen que ser dos seres personales porque la persona es la expresión suprema del ser.
Por eso, afirma Rielo, que “SER+” significa que el “ser tiene gene”, siendo así que el gene es nueva persona divina; esto es, el “+” es el gene del ser, y si el primer ser es ser personal divino (el Padre), el segundo ser (el “+” o gene) es nuevo ser personal divino (el Hijo). En conclusión, no puede hablarse, dentro de la CONCEPCIÓN GENÉTICA DEL PRINCIPIO DE RELACIÓN, de un ser absoluto, pues el ser absoluto sería un abstracto (Véase ABSTRACTISMO) que haría imposible la Santísima TRINIDAD, sino que hay que hablar de dos seres personales —ámbito DIANOÉTICO — o tres seres personales —ámbito HIPERNOÉTICO — que constituyen única ESSEIDAD, único sujeto absoluto , única esencia divina o transverberación.
Los conceptos de esencia, sustancia, naturaleza, existencia, los atributos divinos y todo lo que significa o se dice de la realidad divina, no son unitarios; antes bien, son: binitarios (Véase BINIDAD), a la videncia dianoética o racional; trinitarios (Véase TRINIDAD), a la videncia hipernoética o revelada. La esencia divina, por ejemplo, es binitaria (o trinitaria) porque son dos seres personales divinos (o tres seres personales divinos) que constituyen única concepción genética de la esencia o transverberación.
Cuando se dice ‘el ser divino’, hay que tomarlo en sentido común, y no científico. El ‘ser divino’, en este caso, sería sinónimo de ‘sujeto absoluto’. En todo caso, hay que hablar, con mayor propiedad, de la concepción genética del ser divino. Esto significa que no nos estamos refiriendo con la expresión ‘el ser divino’ a un concepto abstracto o simpliciter; antes bien, estamos expresando, singularmente, el ser personal divino del Padre, el ser personal divino del Hijo y el ser personal divino del Espíritu Santo, que constituyen única ESSEIDAD. Que las personas divinas sean seres personales realmente distintos, no quiere decir que una persona sea más ser que otra, pues constituyen única ESSEIDAD, sino que, afirmando, efectivamente, que son seres personales realmente distintos, se expresa la distinta forma genética de ser de las personas divinas: la forma del ser personal del Padre es engendrar al Hijo; la forma del ser personal del Hijo es ser engendrado por el Padre; la unidad del ser personal del Padre con el ser personal del Hijo (unitas essendi del Padre con el Hijo) es espirar al Espíritu Santo; la forma del ser del Espíritu Santo es inspirar la forma de la unidad del ser personal del Padre con el ser personal del Hijo (forma unitatis essendi).
Finalmente, el fundador de la Escuela Idente no admite, científicamente, el concepto de ‘ser participado’ [esse participatum] [1], pues se larva con él el PANTEÍSMO, ya que se corre el riesgo de afirmar que formamos parte, o somos parte, del ser divino. Frente al ser creado como ens per participationem, defiende el ens per praesentiam. Veamos. Para nuestro autor, existen tres categorías en la creación: la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA , en los seres personales; la DIVINA PRESENCIA REVERBERATIVA , en los seres impersonales; la ACTIO IN DISTANS , (presencia vestigial) en las cosas. Por tanto, el ser de las criaturas es, supuesta la creación, por divina presencia del ACTO ABSOLUTO (constitutiva, reverberativa, vestigial). Por tanto, no existe el ens per participationem, sino el ens per praesentiam. Si nos referimos a la criatura humana, su ser personal se define por la activa presencia constitutiva de las personas divinas en él. El ser de la criatura humana no se define, entonces, por participación del ser divino; antes bien, por activa presencia constitutiva, en aquella, de los seres personales divinos, supuesta la libre creación del ser humano por las personas divinas como único principio ad extra de la creación. No puede, por tanto, hablarse de la unión mística de la persona humana con las personas divinas, si las personas divinas no nos constituyen (gracia fundante) y nos santifican (gracia transformante) con su divina presencia. La DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA proporciona al ser humano una unión mística fundamental, que no es salvífica, pero está ordenada a la salvación por elevación, de aquella, al orden santificante o cristológico en virtud del bautismo establecido por Cristo. A esta elevación de la DIVINA PRESENCIA CONSTITUTIVA al orden santificante o cristológico, la denomina Rielo, mística procesión, que, PROCESSIO RADICALIS , hace la síntesis de las PROCESIONES MÍSTICAS, VIRTUDES teologales, cardinales, morales, dones y bienaventuranzas, y su incrementación in statu viae (mientras se vive en este mundo) en el bautizado que se encuentra en estado de gracia santificante.
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- ↑ F. Rielo no niega el concepto de participación en su acepción de ‘tomar parte’, ‘compartir’, pero no admite su elevación a concepto metafísico por las connotaciones panteístas que de ello se derivarían. Por otra parte, san Pedro nos habla de que el cristiano es elevado a la participación de la naturaleza divina: «[Dios] nos ha dado sus preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas fueseis hechos partícipes de la naturaleza divina» (2Pe 1,4). Hay que tener en cuenta, sin embargo, que San Pedro no eleva a metafísica el concepto de participación, sino que lo que quiere decir es que nuestra naturaleza es constituida por la gracia en naturaleza mística a imagen y semejanza de la naturaleza divina; esto es, lo que se implicita en el texto petrino es la unión mística de la persona humana con las personas divinas. Ello es posible: a nivel DIANOÉTICO o ecuménico, por la presencia constitutiva de las personas divinas en la persona humana; a nivel HIPERNOÉTICO o cristológico, por la presencia santificante de las personas divinas en la persona bautizada. La gracia santificante nos deifica en tal grado que nos hace mística u ontológica DEIDAD de la (Véase Del/de la) divina o metafísica DEIDAD; esto es, mística naturaleza (o CONFORMOGÉNESIS mística) de la divina naturaleza (o CONFORMOGÉNESIS divina); pero, en ningún caso, formamos parte de la naturaleza divina en sentido panteísta. El texto de San Pedro da lugar a la doctrina de la DEIFICACIÓN o “asimilación y unión mayor posible del alma con Dios”, que explicaron los santos padres. Esta DEIFICACIÓN es lo que Rielo eleva a ontología con el supuesto de la concepción genética de la metafísica. Así, su pensamiento nos enseña que la persona humana es mística u ontológica DEIDAD de la divina o metafísica DEIDAD.